Contradicciones
Las contradicciones en las que incurre el Gobierno son tantas que la lista daría para llenar varias páginas. Ahora, hay algunas en las que merece la pena detenerse por lo que significan. En cosa de pocos meses el mismo ministro ha pasado de levantar las barreras de las autopistas a justificar sin rubor el cobro de peaje en todas las carreteras. Estamos en el punto en el que de seguir las cosas como están, pagaremos por utilizar las autovías y podremos disfrutar gratis de las autopistas cuyas concesiones hayan vencido. Y lo mejor es cómo dicen una cosa y la contraria sin ni siquiera ruborizarse. No es tanto un problema de falta de criterio –que desde luego–, sino de no saber por dónde andan.
Levantar las barreras de las autopistas fue una decisión en caliente, poco meditada, con ningún sentido económico para tratar de anotarse un tanto populista. Y ahí salió el ministro a colgarse la medalla. Los fondos europeos o mejor dicho las reformas estructurales que exige Bruselas a cambio de estos fondos les han dejado en fuera de juego. Lo peor sin duda es la desfachatez con la que tratan de justificar una cosa y la contraria sin ni siquiera ponerse colorados, demuestran lo (poco) que nos respetan. Lo mejor es la mansedumbre con la que encajan los tirones de orejas de Bruselas. No están dispuestos a morder la mano
José Luis Ábalos que nos da de comer, lo que sin duda tranquiliza. A falta de criterio, tenemos el de Europa. Lo que bien mirado no está mal. Cuanto más lejos estén los centros de toma de decisiones, mejor. Son menos influenciables y más valientes a hora de fijar el camino.
La política de patada para adelante a la que son tan aficionados los políticos de uno y otro signo tiene poco recorrido en tiempos del fondo de rescate. Se van a tener que retratar con la reforma laboral, las pensiones, las administraciones públicas o los impuestos. Tal vez, solo tal vez, les resultaría más sencillo tratar de explicar el por qué de cada una de las decisiones o de las reformas que se van a acometer. Sería bueno por una vez saber lo que el Gobierno quiere o puede hacer. Vendría bien algo de pedagogía. Y que entendiéramos las distintas opciones. Aunque probablemente se seguirán refugiando en el comodín de las autoridades europea.