Denis Westhoff: «Françoise Sagan está más viva que nunca»
Publican ‘Las cuatro esquinas del corazón’, veintitrés años después de su muerte
Sesenta y siete años después del gran escándalo de su revelación, con ‘Bonjour tristesse’ (1954), veintitrés años después de su muerte, el fantasma celeste de Françoise Sagan (Carjac, 1935, Honfleur, 2004) sigue ejerciendo una fascinación que va mucho más allá de las fronteras francesas y parisinas, y habla de la aérea elegancia de la prosa francesa clásica, espejo fiel de mundos amenazados en tiempos de crisis universal. Denis Westhoff (59 años), el hijo de Sagan, inició hace años la tarea esencial de rescatar la obra de su madre, poniéndola en perspectiva para la historia de la literatura y logrando el redescubrimiento en curso, no solo en Francia, de una escritora que también fue un personaje mítico
—Su madre le dejó un gran legado literario y muchas deudas económicas. ¿Ha sido muy duro ser hijo y heredero de Françoise Sagan?
—Hubo momentos difíciles, complicados, sin duda. Y muchos momentos felices, exultantes. Finalmente, descubrí muchas cosas de mi madre y de mí mismo que desconocía y no podía sospechar. Cuando comencé a descubrir los problemas que tenía delante de mí, me asaltó una reacción creo que muy próxima a la reacción de lo que hubiera podido sentir mi madre: afrontar la realidad con valentía, con coraje, para terminar venciendo todos los obstáculos que se presentaban. Descubrí en mí una energía que no había llegado a sospechar, una paciencia que ella utilizaba para pulir sus escritos, su prosa. Y que yo he intentado utilizar para serle fiel.
—¿Está usted satisfecho del trabajo realizado de ‘saneamiento’ económico y fidelidad a la herencia literaria? —Siempre hay cosas que pueden mejorarse. Pero, globalmente, estoy satisfecho. Hay muchos proyectos de adaptaciones, al cine, al teatro, toda su obra vuelve a reeditarse y leerse por nuevos lectores. Françoise Sagan, de alguna manera, está más viva que nunca. —¿Qué tal funciona el premio Françoise Sagan que usted decidió crear en su memoria?
—Creo que muy bien. La idea original era tener jurados muy libres, y premiar a autores que destacan por su originalidad, su talento, al margen de la dictadura comercial o editorial. Destacar a autores que se salen de lo común y merecen mejor suerte. Y, por encima de todo, rendir homenaje a la integridad de autores y jurados contra todo tipo de cambalaches.
—¿Que aporta la novela ‘Las cuatro esquinas del corazón’, que ahora se edita en castellano (Lumen), al conjunto de la obra de Sagan, su legado final? —Creo que es la última pieza del puzle de toda su obra. Una síntesis que ayuda a comprenderla mejor.
—En su día, algunos críticos parisinos le reprocharon a usted y a su editora haber ‘intervenido’ demasiado en el manuscrito original de su madre. —Mi madre sufría mucho durante los últimos años de su vida. Físicamente. Pero era una gran trabajadora y grababa sus textos en un magnetofón, y una secretaria los transcribía. A partir de esa transcripción, mi madre trabajaba sus escritos. A mi modo de ver, la secretaria no entendió muchas palabras y frases grabadas por mi madre. En ese caso, la secretaria dejaba espacios en blanco y puntos suspensivos… cuando descubrí la última versión del manuscrito, me pareció bello. Y pensé que podía añadir algunas correcciones. Mi idea original era publicar un documento inacabado, con muchas notas a pie de página. Mi editora tomó una decisión muy distinta, por razones comerciales, haciendo sus añadidos propios. No quedé contento con el resultado. Pero me dejé llevar por sus consejos.
—¿Hubiese aprobado su madre la edición final de ese libro póstumo, tal como se ha editado?
—No lo sé. Yo mismo fui el primer sorprendido, al tener delante de mí las galeradas. Quizá no debí autorizar los añadidos del editor. Hoy lo lamento. —¿Por qué debemos leer a Françoise Sagan hoy? ¿Qué aporta la ‘petite musique’ de su prosa celeste al alma y la vida de las mujeres y hombres de nuestro tiempo?
—De entrada, algo sencillo y esencial. Sagan es muy legible, sigue siendo nuestra contemporánea. Muchos escritores de su tiempo han envejecido y son algo pedregosos. Tras la ‘ligereza’ de la prosa de Sagan hay siempre una profundidad esencial para tratar temas que ya preocupaban al hombre de las cavernas: el amor, los celos, la incertidumbre, el deseo, la memoria. Recibo cartas de lectores diciéndome lo mismo que ya la decían a mi madre hace cincuenta años: «Señora, me reconozco en su personajes, que me ayudan a comprenderme y comprender mis sentimientos». Me parece el más bello de los homenajes.