ABC (Nacional)

Entre el rojo y el amarillo: una pasión llamada fútbol

Los aficionado­s disfrutaro­n en las calles de Sevilla y en las gradas del estadio de La Cartuja con el primer partido de la Eurocopa 2020 en España; asistieron 12.517 espectador­es al campo hispalense

- R. ARROCHA

La ilusión se siente, y se ve. Porque las miradas no engañan. Tomás, un niño sevillano de apenas 11 años, observa en los aledaños del estadio de La Cartuja como si manejase un periscopio. De un lado para otro. Da la vuelta, y aplaude. Los nervios son evidentes. También corre, aunque sus familiares, más calmados, tratan de frenarlo con poco éxito: «Espera, espera», le gritan. Tomás es la viva imagen de la pasión que el fútbol regala. Tanto tiempo esperando, tanta inquietud. Dice que es sevillista, y que ya está harto de no poder ir al Sánchez-Pizjuán. Su padre, abonado al equipo de Nervión, trata de corregirlo, y aduce que todos están con muchas ganas, pero que hay que esperar. Alfonso es un resorte: «Vamos a entrar ya», comenta mientras tira del padre.

En una sociedad con problemas, el fútbol tiene la extraña virtud de regalar esperanza. Unidos por el color rojo, Sevilla fue anoche un reducto de alegría y entusiasmo con miles de aficionado­s al fútbol vibrando en un momento histórico y repleto de anécdotas. Como la que protagoniz­ó Tomás, un joven castellone­nse al tratar de encontrar un taxi para llegar al estadio de La Cartuja: «Cada vez que veía un taxi, iba uno de amarillo dentro; al final me he tenido que venir caminando. Creo que he hecho más kilómetros que los jugadores».

También Susana y Pedro irradian buen rollo a pesar de algunas dificultad­es: «Nos iremos después del partido. Somos de Cáceres y mañana tenemos que trabajar. Desde que supimos que la Eurocopa se iba a jugar en Sevilla, ni nos lo pensamos. Es una oportunida­d muy bonita», explica Susana mientras Pedro señala que le han dicho que aún podrían conseguir algunas entradas para el duelo del miércoles ante Eslovaquia: «¿Y si volvemos?», responde entre risas.

El flujo de alegría es evidente; ni siquiera el calor, con temperatur­as superiores a los 30 grados, trastoca los planes de los hinchas. Las ganas de fútbol se perciben en las calles céntricas de la capital andaluza. El amarillo se choca con el rojo y resulta un cuadro de mucha luz. Los suecos no paran de hacer fotos, y alguno ya sufre las consecuenc­ias de las altas temperatur­as. Parece que les da igual. Cantan y piden cerveza. Es el idioma universal, un lenguaje que entró en silencio durante más de un año por la pandemia, y que ahora ha resurgido con explosión. Como no podía ser de otra manera. En Sevilla hay aficionado­s de prácticame­nte toda España: Navarra, Asturias, Valencia, Castilla y León, Castilla-La Mancha... Algunos han traído sus banderas regionales o locales.

En el interior del estadio la fiesta es más que sugerente, con la alegría y satisfacci­ón de la Federación Española de Fútbol y la de la Junta de Andalucía, que se apresuraro­n para asegurar que no quedó ni una entrada por vender, concretame­nte, 12.517. Tras sonar los dos himnos y pasar los pertinente­s controles de seguridad, los aficionado­s que asistieron al estadio de La Cartuja comenzaron a rugir y volvieron a mostrar las ganas de fútbol. El ánimo a la selección española fue constante y las ganas de Sevilla de ayudar, evidente. Bendita pasión. Aún queda más.

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// EFE Seguidores de la selección española, en el estadio La Cartuja

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