ABC (Nacional)

La gran ciudad visigoda que nació para acechar Valencia

·Construida por Leovigildo en el siglo VI, Valencia la Vella controlaba la frontera con los romanos imperiales ·Aún por excavar, esta urbe olvidada durante años es uno de los grandes proyectos arqueológi­cos en España

- MÓNICA ARRIZABALA­GA VALENCIA LA VELLA

Después de casi cuatro décadas al frente del Servicio de Arqueologí­a del Ayuntamien­to de Valencia, Albert Ribera decidió hace un par de años prejubilar­se. Tenía entre manos un formidable reto al que quería dedicarle su tiempo: desenterra­r una gran ciudad visigoda que dormía olvidada a apenas 16 kilómetros de la capital valenciana. A esta urbe fortificad­a la habían llamado Valencia la Vella (’la vieja’) por creerse en un principio más antigua que Valencia, pero había sido levantada en la segunda mitad del siglo VI. ¿Por qué erigir un nuevo centro de poder a tan escasos kilómetros tierra adentro? Ésta y otras incógnitas le intrigaban.

Él mismo había participad­o siendo aún estudiante en las primeras excavacion­es que se realizaron en Valencia la Vella entre 1978 y 1980, después de que las obras de construcci­ón de un puente para el ferrocarri­l destruyera­n parte de su antigua muralla. Por entonces se pensaba que esas ruinas, aún visibles en la localidad de Ribarroja del Turia, eran romanas. Los restos ya aparecían mencionado­s desde el siglo XIV, pero nadie los había estudiado hasta que los destrozos de Renfe activaron los trabajos del Servicio de Investigac­ión Prehistóri­ca de la Diputación de Valencia, en colaboraci­ón con la Universida­d de Valencia. Estas investigac­iones «comprobaro­n que no era una ciudad romana, sino tardoantig­ua, y entonces perdieron todo el interés, cuando en buena lógica debía ser al contrario», dice Ribera porque «ciudades romanas hay unas cuantas, pero visigodas de nueva planta solo cuatro o cinco en toda la península». Y excavadas, añade, «Recópolis y el Tolmo de Minateda, que es la mitad que esto».

Esas primeras excavacion­es localizaro­n dos edificios públicos cuyos restos muestra el arqueólogo a ABC en una visita a esta ciudad enclavada sobre una meseta, entre el río Turia y un profundo barranco. Desde el bastión visigodo de su extremo se controlaba un amplio territorio. «Está en la primera elevación de terreno desde Valencia», apunta. Su situación estratégic­a también fue advertida por los ingenieros militares republican­os durante la Guerra Civil. Junto a los restos de la antigua torre y en el cortado del río se construyer­on trincheras y nidos de ametrallad­oras. Esta atalaya formó parte del último cinturón para defender Valencia, cuando catorce siglos antes fue levantada por orden del rey visigodo Leovigildo precisamen­te para vigilarla.

Según señalan Ribera y sus colegas Miquel Rosselló y Josep Maria Macias i Solé en un estudio, tras la guerra civil que enfrentó a Agila y Athanagild­o, el Imperio Romano de Oriente, que había apoyado a este último, logró expandirse en buena parte de la franja litoral mediterrán­ea. Pronto estallaron nuevos conflictos entre visigodos y romanos (‘milites romani’ les llaman las fuentes) y tanto Athanagild­o, como Leovigildo y sus sucesores lucharon contra los imperiales. Por aquel entonces, Valencia se hallaba en la frontera, pero ¿de qué lado?

La construcci­ón de un nuevo barrio sobre el circo romano de Valencia, que pudo haber sido ocupado por contingent­es militares, coincide con la instalació­n de tropas del Imperio Romano de Oriente en esta zona. ¿Ordenó Leovigildo levantar Valencia la Vella

en un momento en el que Valencia estaba en manos de los imperiales para vigilarla? Para Ribera, es la hipótesis que mejor explica el nacimiento de esta ciudad fortificad­a a tan escasos kilómetros. Además, en las actas del III Concilio de Toledo se menciona la coexistenc­ia de un obispo arriano y otro católico en Valencia.

Desde 2016, año en que el Ayuntamien­to de Ribarroja y el Instituto Catalán de Arqueologí­a Clásica (ICAC) firmaron un convenio de colaboraci­ón para estudiar Valencia la Vella, se han desarrolla­do cinco campañas de excavacion­es arqueológi­cas que han revelado nuevos datos sobre esta ciudad visigoda en la que calculan que vivieron unas 3.000 personas. Los recientes estudios han aumentado su extensión a más del doble de lo calculado a finales de los setenta, hasta unas 5 hectáreas rodeadas por una muralla. Los investigad­ores creen que era mucho mucho más que un ‘castrum’ con funciones defensivas. A su juicio, en este gran asentamien­to de nueva planta se instaló el centro del poder político visigodo de toda la región.

En su interior existían tres barrios separados con murallas interiores de forma que si alguien lograba entrar a la parte más desprotegi­da de la ciudad, llegaba a una plaza que era una ratonera sin salida. «Según vamos excavando nos vamos dando cuenta de que todo el sistema urbano estaba muy pensado», comenta Ribera. Desde un gran edificio localizado en la zona intermedia, posiblemen­te el del gobernador, se tenía el control de toda la ciudad y en el barrio alto, al que solo se podía acceder a pie o a caballo, se situaba el recinto religioso, donde residiría el obispo arriano Ubiligiscl­us.

Los estudios realizados hasta la fecha muestran que la ciudad fue abandonada a finales del siglo VII o principios del VIII. Al menos, eso revela lo excavado en la zona intermedia. En la parte baja se sabe que un edificio público sufrió un incendio y su excavación podría aportar nuevos datos, pero se encuentra en una propiedad particular. Es uno de los escollos con los que se topan los arqueólogo­s, que también tienen que luchar contra una planta invasora, la falsa murta o ‘murraya paniculata’, que prolifera en esta zona del Parque Natural del Turia. Además, sobre la parte alta del yacimiento se construyer­on hace décadas unos chalets y las excavadora­s se llevaron por delante valiosos restos antiguos.

«Una gran oportunida­d»

El Ayuntamien­to de Ribarroja del Turia ha llegado a un acuerdo de compra con los propietari­os de una de estas viviendas, que planea convertir en un centro de recepción de visitantes. «Tenemos muchas esperanzas puestas en las excavacion­es de Valencia la Vella», asegura el alcalde, Robert Raga, que ve en el pasado histórico del municipio «una gran oportunida­d». «El periodo visigodo fue breve, hay muy poco sobre él y en Ribarroja tenemos la suerte de contar con un enclave privilegia­do», subraya.

A unos dos kilómetros, en el mismo municipio, se destaparon en los años 80 los restos de la espectacul­ar residencia palatina de Pla de Nadal, que sucedió en el tiempo a Valencia la Vella. La apuesta de Ribarroja es organizar una ruta visigoda entre ambas localizaci­ones arqueológi­cas y el Museo Visigodo, ubicado en el castillo de Ribarroja, donde se exhiben las piezas más relevantes halladas hasta ahora en las excavacion­es de Pla de Nadal.

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EXPOLIOS ROMANOS En Valencia la Vella se utilizó piedra expoliada de la abandonada ciudad romana de Edeta, que después se usó en Pla de Nadal // ABC
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// MIKEL PONCE Albert Ribera, junto a la muralla de Valencia la Vella
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