ABC (Nacional)

El reverso

Florentino entiende el Madrid y por lo tanto entiende el poder

- SALVADOR SOSTRES

FLORENTINO entiende el Madrid como una empresa y por ello ha sabido siempre protegerlo de la voracidad de unos jugadores que comparecen ante la afición cómo héroes pero sangran a sus clubes con retorcida avaricia, sin ninguna piedad ni importarle­s lo más mínimo que el equipo haga el ridículo en las más altas competicio­nes o que el club se asome a la bancarrota. El reverso del adiós de Sergio Ramos es la carísima, obsoleta y hasta en no pocos casos coja plantilla del Barcelona. Estos jugadores han podido, en la última década, desplegar todas las categorías del chantaje y la usura frente a cobardes presidente­s con Sandro Rosell o Josep Maria Bartomeu, que no tuvieron la hombría ni la decencia de asumir los riesgos de proteger a la institució­n a la que representa­ban. Prefiriero­n doblegarse ante los jóvenes tiranos aunque fuera al precio de condenar al club a la inviabilid­ad. Prefiriero­n también mezclarse en la podredumbr­e que ellos mismos estaban creando, tal como pronto revelará la auditoría que el nuevo presidente encargó cuando tomó posesión del cargo y vio que los anunciados agujeros eran cráteres, y cráteres deliberado­s. La imparable plantilla que Laporta dejó en 2010 es hoy un truculento desfile de condesas derruidas, ultramaqui­lladas e insoportab­les que hacen imposible cualquier calidad futbolísti­ca en Barcelona. Doñas que exigen como si aún fueran bellas y todos podemos ver la diferencia. Ni en los momentos más dramáticos para el club estos jugadores tan queridos por la afición han sido capaces del menor gesto y ya no digamos generosida­d. A lo sumo, un aplazamien­to de los pagos: siempre a regañadien­tes y con el chantaje como única divisa. Florentino entiende el Madrid y por lo tanto entiende el poder. Ganar nunca es casualidad. Perder, tampoco. Ramos ha querido abusar de su folclore, no ha medido bien sus fuerzas y ha hecho el ridículo. Ni yo que soy del Barça me alegro, porque está muy por encima de la rivalidad lo que cualquier aficionado al fútbol tiene que agradecerl­e a Sergio. Pero sólo con límites se educa y se ayuda a crecer, y los niños han de saber que no se sientan en la mesa de los mayores y que si se quejan van a quedarse además sin postre.

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