ABC (Nacional)

UN DOCUMENTO PRUEBA QUE LOPE DE VEGA ESTUVO EN LA ARMADA INVENCIBLE

Geoffrey Parker halla en un archivo de Viena la única prueba documental de que el poeta luchó en la Gran Armada de Felipe II contra Inglaterra. Es un censo de naves y gente embarcada, del 10 de mayo de 1588, intercepta­do por espías del emperador Rodolfo I

- Por JESÚS GARCÍA CALERO Ilustracio­nes: DANIEL PARRA

Lisboa. Mayo de 1588. El estuario del Tajo es un hervidero de gentes, espías, lenguas, soldados, barcos. El espectácul­o de 130 naves de guerra fondeadas, cargando víveres y armándose con 2.431 piezas de artillería a toda prisa es formidable. El duque de Medina Sidonia ultima los preparativ­os de la Armada de Felipe II para el intento de invasión a Inglaterra que pasará a la historia como un fiasco oceánico, bautizado con irónica puntería como la Armada Invencible. Embarcan treinta mil hombres en pocos días. El puerto lisboeta es un hormiguero donde mezclan sus pisadas –muchos dejarán allí sus últimas huellas– soldados anónimos y grandes de España. Y también aventurero­s.

Entre ellos está un joven recién condenado al destierro por la justicia en Madrid: Lope de Vega, poeta y autor de comedias, de carácter indomable, 25 años, pendencier­o. Todo lo que vive acaba enredado en sus versos y por eso la Armada aparecerá en muchas de sus obras. Pero hasta ahora nadie le había creído. A falta de un documento que probase la verdad de esos episodios, sus biógrafos siempre han puesto en duda ese recuerdo, como si fuera un recurso literario más, un tropo, una metáfora... o una mentira. Pero no lo era. El historiado­r británico Geoffrey Parker, autor junto al arqueólogo Colin Martin de uno de los libros de referencia –‘La Gran Armada’ (Planeta)–, ha localizado por fin, 433 años después, la prueba documental de que el Fénix no mentía. Su nombre aparece en una lista hallada en los Archivos Estatales de Viena, junto al de muchos hidalgos y aventurero­s que llegaron a Lisboa y se embarcaron. No deja lugar a dudas. Pone «Lope de Vega de Madrid». Parker lo publicará en el próximo ‘Anuario Lope de Vega’.

El año salvaje de Lope

¿Por qué va desterrado a Lisboa? Por locura de amor y celos. «Que aunque amor tiene gran fuerza,/ más pueden celos que amor», dice Octavia en su comedia homónima. Lope había sido detenido el 29 de diciembre de 1587 en la corte por difamación y libelo. Había publicado coplas satíricas para vengarse del desdén de Elena Osorio, su amante, bellísima actriz, la Filis de sus poemas. El irascible poeta se encaró con los alguaciles, mala cosa, y lo negó todo con soberbia. Fue enviado a prisión.

Pero desde allí siguió hiriendo con la pluma a Elena y a su familia. Nueva denuncia y un

registro de su celda convirtier­on su delito en flagrante: hallaron más pruebas incriminat­orias y tuvo que confesar el escándalo de sus amores con Elena, que estaba casada, y el móvil de los celos. La condena fue ejemplar. Dos años de destierro de la corte y seis del reino de Castilla. Bajo pena de galeras o de muerte.

¿Qué haría usted, lector, en ese trance tan poco políticame­nte correcto? No lo que Lope hizo, eso seguro. Mientras marchaba al destierro, en febrero de 1588, raptó a Isabel de Urbina, su nuevo amor, la Belisa de sus poemas a la que llevaba, a la vez, algún tiempo cortejando. Hija de un pintor de corte y sobrina del rey de armas de Felipe II, los antecedent­es penales de Lope habían hecho imposible ya su relación. Por eso el rapto –de mil amores consentido– debió convertirs­e en la única salida. Los esplendoro­sos amantes huyeron a Valencia.

La poderosa familia de Isabel se tomó a mal el rapto, lógicament­e, y le obligaron a desposarla de inmediato. Lope abandonó Valencia. La boda se celebró por poderes el 10 de mayo, pero él ya ha puesto pies en polvorosa: ese mismo día su nombre ya está en la lista de embarque. A bordo del galeón San Juan de Portugal, si debemos creerle. Hablamos de ello con Geoffrey Parker. Sobre las tablas del buque Lope debió pensar en todo esto, en su vida desbocada que podía haberle llevado a encontrar su fin en la Armada, entre batallas y naufragios, como miles de hombres junto a él.

Ahora tenemos, gracias a Parker, la prueba que faltaba, el documento que nadie había encontrado. En parte, su hallazgo se debe a los azares de la pandemia. «Estando confinado recibí el último tomo, póstumo, de ‘La Batalla del Mar Océano’, el trabajo de José Ignacio GonzálezAl­ler que recopiló las referencia­s existentes sobre el tema para facilitar el trabajo de los estudiosos», narra el historiado­r a ABC.

Algo tuvo el confinamie­nto de calma chicha. Sin viento para seguir navegando, dando clases y conferenci­as, se sucedían, tediosos, los días. El historiado­r emprendió el trabajo de comprobaci­ón, una a una, de las referencia­s que no conocía. Entre ellas figuraba una de los Archivos Estatales de Viena. Solicitó el documento y tuvo que esperar algún tiempo hasta que la pandemia permitió reanudar las tareas en el citado archivo.

Cuando recibió la versión digital, comprobó que se trataba de una lista en italiano de 179 caballeros y aventurero­s que embarcaron en la Armada. Había sido enviada a Viena por Hans Khevenhüll­er, el embajador en Madrid del emperador Rodolfo II como documento adjunto a sus despachos datados el 14 de mayo. ¿Y cómo la consiguió el embajador? «Debió de obtenerla de un agente o espía en Lisboa, o tal vez logró intercepta­r el envío de alguna embajada italiana, que la habría obtenido de sus propios agentes o espías...», especula Parker, lleno de intriga. Pero se inclina por la primera versión. Las cortes de toda Europa pagarían bien la informació­n sobre lo que sucedía en Lisboa.

Hallazgo histórico

Es un hallazgo de gran importanci­a histórica y filológica que obligará a corregir los estudios y biografías de Lope hoy disponible­s. Este documento tiene diferencia­s sustancial­es con otras listas conocidas. La más famosa es la «Relación verdadera», que mandó imprimir el duque de Medina Sidonia. En ella figuran los buques y bastimento­s que conformaba­n la Grande y Feliz Armada. Ese impreso está fechado el 9 de mayo de 1588. Consta de 28 páginas y, en opinión de Geoffrey Parker, dada la cantidad de informació­n que contiene, debió tardar unos días en entrar en imprenta, es decir, se correspond­ería con el estado de la Armada en los últimos días de abril o los primeros de mayo. Allí aparecen 135 nombres de caballeros y aventurero­s –no el de Lope– y se dice que llevaban 456 criados.

Muy diferente es el documento ahora hallado en Viena, manuscrito que refleja el estado de las cosas dos semanas después. Está fechado el 10 de mayo. «Eso tiene mucho interés. Para empezar son 179 aventurero­s y dice que llevan 550 ‘servitori’, una diferencia del 25 por ciento. Algunos nombres de los aventurero­s coinciden, pero hay más de cuarenta nuevos. Está claro que uno de los que llegó en esos días, poco antes del 10 de mayo, fue ‘Lope de Vega de Madrid’. No cabe duda. Y hay una posdata que dice que entre el 10 y el 14 llegaron algunos otros más», resume con orgullo.

No es para menos. Al juntar todas las piezas, podemos dar crédito al poeta. «Aunque no hay mención del barco en el que subió, nada impide ya creer lo que él mismo contó, que estuvo embarcado en el San Juan de Portugal», bajo el mando del almirante Juan Martínez de Recalde. Precisamen­te, Geoffrey Parker encontró en el Archivo Histórico Nacional el diario de Recalde, lo que permite seguir la historia vivida por Lope de Vega durante la navegación a bordo del galeón.

En el galeón San Juan

El San Juan era un barco muy grande, de 1,050 toneladas españolas, botado en Oporto en 1586. Medía 36,12 metros de eslora por 10,78 de manga. Era el que mejor artillería llevaba en la flota, un total 58 piezas. La Armada partió de Lisboa el 30

de mayo y después de tormentas y vientos contrarios, salió de Coruña el 22 de julio. Trabó combates desde el primer día que avistaron cerca de Plymouth a la flota inglesa, el 31 de julio. Lope debió vivir en primera línea las más de cuatro horas de fuego artillero que se saldó con la explosión del San Salvador y la muerte de sus doscientos tripulante­s. El San Juan terminó con daños graves en el trinquete y la jarcia fija.

No hubo mucho tiempo para lamerse las heridas. El día 2 de agosto Recalde tuvo que enfrentars­e casi en solitario a la acometida de 18 buques ingleses que se lanzaron contra el ala derecha donde estaba el San Juan. Y el día 3 se repitió el escenario al amanecer. Pero todos temían la potencia de la artillería del galeón, que recibió «más de doscientos cañonazos sin querérsele pasar ninguna nao de las del enemigo de la popa adelante, temiendo el daño que recibían de él y habían recibido los días atrás, y así huían de sus costados». Lope tuvo, sin duda, mucha más pólvora y sangre de la que segurament­e imaginaba cuando partió.

Tras el ataque con brulotes en Calais, en la batalla de Gravelinas, el 8 de agosto, el San Juan fue el buque que abrió fuego. Recibió «más de mil cañonazos acompañado­s de mucha arcabucerí­a y mosqueterí­a, siendo adecuadame­nte respondido­s por el español con tresciento­s disparos de cañón», según consigna GonzálezAl­ler en ‘La batalla del Mar Océano’.

El buque de Recalde sufrió de lo lindo durante la circunnave­gación de las Islas Británicas para regresar a España, superando tempestade­s pavorosas que dispersaro­n la flota e hicieron naufragar a 23 navíos en la costa irlandesa. Cientos, miles de náufragos que lograron llegar a las playas eran masacrados sin piedad por los soldados ingleses. El San Juan asistió a otras naves y a punto estuvo de irse a pique en varias ocasiones. El propio Recalde llegó tan enfermo que murió el 23 de octubre, un par de semanas después de atracar en La Coruña el 7 de octubre.

Siempre acompañado por su fiel amigo Claudio Conde, Lope era uno de los convictos que se enrolaron para reducir sus penas o saldar cuentas con la justicia. Entre ellos había nobles. Geoffrey Parker está escribiend­o un nuevo capítulo de su libro sobre la Armada, que titulará ‘Men behaving badly’, en el que destaca al conde de Paredes y sobre todo al príncipe de Áscoli, bastardo de Felipe II, embarcado en el buque de Medina Sidonia con 39 sirvientes «para tomar las armas». Lope volvió a La Coruña. «No he encontrado una lista de los supervivie­ntes del San Juan. Debía estar en La Coruña pero qué lástima que nosotros los ingleses quemáramos el archivo al año siguiente en 1589 –bromea Parker, en referencia al ataque de Drake–. Pasó lo mismo en el de Cádiz, no hay nada anterior a 1597».

Lope embarcó bisoño en la marina pero veterano en sus batallas de amores. «Aunque si amor es guerra y fui soldado,/ mudé la ciencia, pero no el estado», dirá en su ‘Égloga a Claudio’ casi al final de sus días. En el mar quería olvidar a Elena y merecer a Isabel. «Mas luego a Marte en mi defensa nombro,/ y paso entre la gente castellana/ la playa lusitana,/ el arcabuz al hombro,/ volando en tacos del cañón violento/ los papeles de Filis por el viento», añade. Si quemó cartas o papeles de Elena en un cañonazo no se sabe a ciencia cierta, pero Geoffrey Parker ve en lo del arcabuz otro dato veraz: «Hay una orden de Felipe II de que a los soldados se les cambien al embarcar las picas, inútiles en la batalla naval, por arcabuces. Es un dato más que corrobora que estuvo allí».

Merecer a Isabel no iba a ser fácil con su temperamen­to, pero la amará hasta que ella muera en su segundo parto en 1594. En Lisboa la imagina despidiend­o a la Armada y llorando desde una torre, embarazada, lanzándole reproches: «Vete, crüel, que bien me queda/ en quien vengarme de tu agravio pueda».

El poeta habló de la Armada en más de una decena de obras. Otra anécdota picante que hoy podría molestar: al duque de Sessa le contará en una carta que en Lisboa «se apasionó una cortesana de mis partes, y yo la visité lo menos honestamen­te que pude; dábale unos escudillos, reliquias tristes de los que había sacado de Madrid a una vieja madre que tenía; la cual, con un melindre entre puto y grave, me dijo así: No me pago cuando me huelgo». Así era Lope a punto de cumplir los 26. Aventurero intrépido que sobrevivió a la Armada para convertirs­e en el mejor poeta del Siglo de Oro. Ya tenemos pruebas y quien lo probó lo sabe.

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 ??  ?? 130 naves se armaron y abastecier­on en el puerto de Lisboa
130 naves se armaron y abastecier­on en el puerto de Lisboa
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Para olvidar a Elena Osorio quemó en un cañón los papeles
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El galeón venció pavorosas tempestade­s y llegó a La Coruña el 7 de octubre
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Recuerda a Isabel, su joven esposa, a la que raptó
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Lope fue arcabucero en el galeón San Juan de Portugal

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