La tierra prometida del botellón
A menos de una semana de que Sánchez se declare como el ‘gran libertador de la mascarilla’, Barcelona sigue siendo la tierra prometida del botellón. Una cincuentena de aglomeraciones callejeras ha detectado la oposición a Colau, quien ha ido quitando importancia a la expansión del fenómeno pues, puesto todo en la balanza de su populismo doctrinal, deben preferir la posibilidad de que aumenten los contagios a «la imagen de la Guardia Urbana persiguiendo a ciudadanos talonario de multas en mano, porque reflejaría un descontrol, que no se ajusta a la realidad», ha dicho su concejal de Seguridad, que está pidiendo a gritos ser el encargado de las fiestas populares. Basta echar un vistazo a las imágenes de la noche del sábado para comprobar que en La Barceloneta hay barra libre y cómo la playa amanece convertida en un vertedero de plástico y otros desperdicios que, además, pone en su sitio el compromiso real de Colau con el medioambiente, una vez que la alcaldesa ha declarado la ‘sostenibilidad’... pero del botellón.