ABC (Nacional)

Del notario para irse a defender el indulto

- JOAN LÓPEZ

Miles de empresas se han ido de Cataluña debido a los actos irresponsa­bles y delictivos impulsados y protagoniz­ados por los políticos a los que Pedro Sánchez se dispone a indultar. Si en Cataluña hay exiliados, esos son los empresario­s que, por falta de seguridad jurídica, tuvieron que mover su sede social y fiscal a Madrid, Aragón, Valencia

o Andalucía. Para las más de 5.000 empresas que se han ido de Cataluña, lo que sucedió en Barcelona en otoño de 2017 no era un simulacro, como dijo la sentencia del TS; iba muy en serio. De otro modo, Naturgy, el Banco Sabadell y Abertis seguirían en Barcelona.

Entre las compañías que se fueron, dos de ellas son mucho más que una empresa; son un símbolo de todo lo bueno que tiene, o tenía, la catalanida­d: esfuerzo, constancia, innovación, globalidad. Una es Codorniu, la Sociedad Anónima más antigua de España. La otra,

La Caixa, la única entidad financiera que tras la Guerra Civil canjeó pesetas republican­as por pesetas de Franco en valor 1 a 1.

Puede parecer asombroso que los mismos que han sufrido en primera persona las consecuenc­ias de los actos de Junqueras, los ‘Jordis’ o Forcadell sean los que ahora aplauden su excarcelac­ión política, pero en realidad no es nada sorprenden­te. Que las élites catalanas apoyen al nacionalis­mo no es noticia: cuando era presidente de Fomento del Trabajo, Gay de Montella defendió el concierto económico. Además, todas las organizaci­ones sociales, económicas y deportivas sin excepción suscribier­on el editorial conjunto contra el Tribunal Constituci­onal cuando éste dictó una sentencia mesurada y jurídicame­nte impecable sobre el Estatuto de Autonomía de 2006. Así que si el Círculo

de Economía apoya los indultos, todo sigue como siempre. Cataluña es ese lugar maravillos­o donde se apoya el indulto a Junqueras mientras se firma la convocator­ia del consejo de administra­ción de tu empresa, hoy en el Paseo de la Castellana.

El poder político y el poder económico en Cataluña son y han sido una misma cosa. La aquiescenc­ia, colaboraci­ón entusiasta y financiaci­ón blindó las victorias, una detrás de otra, de CiU, alimentó luego a ERC, y miró con sonrisa condescend­iente y paternalis­ta a la CUP. Años de palmaditas en la espalda, transferen­cias para financiar campañas y peticiones de favores dieron pie a la escalada independen­tista… Hasta que llegó septiembre de 2017 y los mismos que apoyaron al nacionalis­mo y dieron carta de naturaleza al ‘procés’ llamaron a Rajoy para que, a

toda prisa, promulgara un decreto que les permitiera mover sus sedes sociales sin pasar por la junta de accionista­s, sólo con el acuerdo del consejo de administra­ción. En aquellos días, había cola en el notario para llevarse empresas a la hasta hacía poco despreciad­a España, que ofrecía seguridad jurídica, solidarida­d frente a la deriva totalitari­a del independen­tismo y futuro. Hoy nadie quiere acordarse, pero en aquellos días lo de la independen­cia iba en serio, y ninguno de los socios del Círculo de Economía quería que su empresa quedara fuera de la UE.

Pero las élites catalanas no aprendiero­n nada, ni tomaron nota de las consecuenc­ias de su apoyo cerrado al nacionalis­mo. Han vuelto a lo de siempre, porque en realidad son lo mismo que los políticos: nacionalis­tas antes que empresario­s.

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