Del notario para irse a defender el indulto
Miles de empresas se han ido de Cataluña debido a los actos irresponsables y delictivos impulsados y protagonizados por los políticos a los que Pedro Sánchez se dispone a indultar. Si en Cataluña hay exiliados, esos son los empresarios que, por falta de seguridad jurídica, tuvieron que mover su sede social y fiscal a Madrid, Aragón, Valencia
o Andalucía. Para las más de 5.000 empresas que se han ido de Cataluña, lo que sucedió en Barcelona en otoño de 2017 no era un simulacro, como dijo la sentencia del TS; iba muy en serio. De otro modo, Naturgy, el Banco Sabadell y Abertis seguirían en Barcelona.
Entre las compañías que se fueron, dos de ellas son mucho más que una empresa; son un símbolo de todo lo bueno que tiene, o tenía, la catalanidad: esfuerzo, constancia, innovación, globalidad. Una es Codorniu, la Sociedad Anónima más antigua de España. La otra,
La Caixa, la única entidad financiera que tras la Guerra Civil canjeó pesetas republicanas por pesetas de Franco en valor 1 a 1.
Puede parecer asombroso que los mismos que han sufrido en primera persona las consecuencias de los actos de Junqueras, los ‘Jordis’ o Forcadell sean los que ahora aplauden su excarcelación política, pero en realidad no es nada sorprendente. Que las élites catalanas apoyen al nacionalismo no es noticia: cuando era presidente de Fomento del Trabajo, Gay de Montella defendió el concierto económico. Además, todas las organizaciones sociales, económicas y deportivas sin excepción suscribieron el editorial conjunto contra el Tribunal Constitucional cuando éste dictó una sentencia mesurada y jurídicamente impecable sobre el Estatuto de Autonomía de 2006. Así que si el Círculo
de Economía apoya los indultos, todo sigue como siempre. Cataluña es ese lugar maravilloso donde se apoya el indulto a Junqueras mientras se firma la convocatoria del consejo de administración de tu empresa, hoy en el Paseo de la Castellana.
El poder político y el poder económico en Cataluña son y han sido una misma cosa. La aquiescencia, colaboración entusiasta y financiación blindó las victorias, una detrás de otra, de CiU, alimentó luego a ERC, y miró con sonrisa condescendiente y paternalista a la CUP. Años de palmaditas en la espalda, transferencias para financiar campañas y peticiones de favores dieron pie a la escalada independentista… Hasta que llegó septiembre de 2017 y los mismos que apoyaron al nacionalismo y dieron carta de naturaleza al ‘procés’ llamaron a Rajoy para que, a
toda prisa, promulgara un decreto que les permitiera mover sus sedes sociales sin pasar por la junta de accionistas, sólo con el acuerdo del consejo de administración. En aquellos días, había cola en el notario para llevarse empresas a la hasta hacía poco despreciada España, que ofrecía seguridad jurídica, solidaridad frente a la deriva totalitaria del independentismo y futuro. Hoy nadie quiere acordarse, pero en aquellos días lo de la independencia iba en serio, y ninguno de los socios del Círculo de Economía quería que su empresa quedara fuera de la UE.
Pero las élites catalanas no aprendieron nada, ni tomaron nota de las consecuencias de su apoyo cerrado al nacionalismo. Han vuelto a lo de siempre, porque en realidad son lo mismo que los políticos: nacionalistas antes que empresarios.