ABC (Nacional)

El toreo caro de Aguado y Morante en hora punta

Pablo desoreja a un estupendo ‘Carcelario’ y el La Puebla arranca una oreja de ley a un toro muy informal

- ROSARIO PÉREZ GRANADA

Al filo de las ocho de la tarde, en plena hora punta, subía el precio de la Fiesta. La tarifa alta vino de la mano de Pablo Aguado, con un caro toreo en época de búsqueda llana y valle. Suya fue la máxima expresión de finura y pureza, esa que no se vende, con un toro ideal para su estilo. ‘Carcelario’ llevaba escondido en su bautismo la libertad que solo da el arte donde se vive y se muere de verdad. Qué nobleza y qué clase la del ejemplar de Matilla, con el que soñó verónicas y se ciñó en una escultura a Chicuelo. Tras la buena lidia de Iván García y con la cuadrilla desmontera­da en banderilla­s, brindó al público.

Maravillos­o el comienzo por bajo, buceando en la embestida. Remaban suspiros de Lorca en el mar de sus doblones, con ‘Carcelario’ obediente en su infinita calidad. Aguado, a la vera de las rayas, acompañó al ralentí por el pitón derecho y descorchó la naturalida­d de los elegidos en sus zurdazos. Con el pecho ofrecido, toreó con un gusto exquisito y ahondó en otro ayudado rodilla en tierra, con la firma ‘aguadista’. De frente y a pies juntos los siguientes naturales, a lo Manolo Vázquez, con un pase de pecho de majestuosa verticalid­ad. Y con la rodilla postrada puso el broche, tan distinto. Brotaron los gritos de «¡torero, torero!» tras el espadazo y cayeron dos orejas de justicia.

Como el recibo de la luz

Y si valiosa resultó aquella faena, cara como el recibo de la luz que nos espera fue la de Morante rondando las ocho y media. Qué manera de torear, someter y exprimir a su toro, que nada tuvo que ver con el anterior. Muy trabajoso fue ‘Veraneante’, al que veroniqueó con el arrebato del arte. Pocos apostaban por el animal, salvo su lidiador, con más lírica que dramática, como la Granada que soñaba una obra imposible. Pero lo imposible llegó, pese a la nula clase y a los cabezazos del corretón ‘Veraneante’, tan informal. Todo lo puso el de La Puebla, con la técnica de los privilegia­dos y detalles de la más pura sevillanía. Obedecía a sus toques, eso sí, y cuando se vio sometido en una soberana tanda diestra emprendió la huida. Pero Morante, dispuestís­imo y con enorme valor, lo cosió por alto en la otra punta y continuó con la torería que más al alza cotiza. Si se sentiría a gusto que hasta le sonó un aviso... La oreja tuvo peso y la gente celebró el premio entre ovaciones,

Manzanares, muy valiente y meritorio en un lote con mucho que torear, perdió el premio por su desacierto con su arma más letal

gritos y esa bandera de España que ondea sin complejos Morante.

Poco había podido hacer antes con el sobrero. Si el titular ‘Ateo’ hizo perder la fe, el remiendo, más ofensivo y destartala­do, a la defensiva siempre, tampoco la devolvió. Tras quitarle las moscas a la antigua usanza, se fue a por la espada entre el desencanto. El cante grande estaba por arrancar.

Se comía el capote el segundo, herrado con ese número 28 divino de la divisa salmantina y de la familia de los ‘Derribados’. Manzanares, que brilló a la verónica, regaló una trinchera con mucho sabor en la apertura y le concedió distancia media con la mano de escribir. Repetía el toro de sus apoderados y la emoción trepaba por los tendidos. Se centró en el pitón derecho, por donde viajaba codicioso y la emoción se palpaba gracias a su entrega. La técnica y el empaque se conjuntaro­n ante un rival nada fácil, al que cuajó una sometedora última tanda, con la muleta a rastras y un trébol de pases de pecho que encandilar­on. El pinchazo en la suerte de recibir frenó la petición y todo quedó en saludos. Por menos se han dado trofeos en esta feria...

A chiqueros regresó el quinto, sustituido por uno de Daniel Ruiz, otro rival con bastante que torear y que transmitió en las telas de un firme Manzanares. La figura de Alicante lo entendió de maravilla y, después de unas poderosas series, se relajó en largos muletazos, lentificad­o aquel pectoral. Valentísim­o, aguantó las miradas de este escarbador ‘Lechón’, al que llevó muy tapado. Tampoco se amilanó mientras el animal se revolvía en los de pecho, pero el acero volvió a llevarse el triunfo.

Había ganas de ver a Aguado en el sexto, al que García sopló un soberbio par. De nuevo anduvo torerísimo, ahora con un toro medio, que le permitió dejar garbosos destellos hasta que se aplomó. El toreo caro ya había sido: suyo y de Morante, con distintos lotes, pero ambos en hora punta.

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// MIKA ZARCAS Pablo Aguado, torerísimo rodilla en tierra con el tercer toro, ‘Carcelario’
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// M. ZARCAS Morante de la Puebla

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