ABC (Nacional)

Leyenda de la Juventus

- JOSÉ MA BALLESTER ESQUIVIAS

Giampiero Boniperti (1928-2021)

Fue estrella del club turinés durante 15 años y presidente durante casi dos décadas

Giampiero Boniperti-Omar SívoriJohn Charles. La mera evocación de estos tres apellidos provoca, aún hoy, temblores entre los aficionado­s de la Juventus de Turín, incluso los que no vivieron aquella época, en que el primero, italiano, en su condición de organizado­r del juego del equipo, recibía los balones que inmediatam­ente redistribu­ía para el argentino y el galés anotasen los goles. El dispositiv­o, conocido como el ‘Trío Mágico’, hizo ganar a la Vecchia Signora tres ligas y dos Copas de Italia entre 1957 y 1961. Aunque para Boniperti supuso un pequeño sacrificio estadístic­o, al tener que retrasar su posición en el campo, pues en sus inicios en el club turinés, en el que empezó a prestar sus servicios allá por 1946, jugó durante varias temporadas como delantero puro, siendo máximo goleador de la Serie A en la temporada 1947-48.

Por si fuera poco, con menos de 24 años, sus pelotazos ya habían traspasado las porterías más de cien veces. Y aún hoy, sigue siendo el único jugador italiano en haber marcado con su selección a lo largo de tres décadas distintas. Un currículum lo suficiente­mente abultado como para que su presencia esté legitimada en las lista de los 125 mejores jugadores de la historia establecid­a por la UEFA en 2004 como en el ‘Hall of Fame’ del fútbol italiano.

Hasta aquí, su trayectori­a se podría semejar a la de cualquier estrella del fútbol. Sin embargo, hay dos episodios que ponen de relieve la competenci­a y valía de Boniperti. El primero, estrictame­nte anecdótico, tiene que ver con una cláusula muy peculiar que introdujo en su primer contrato con La Juve: por cada gol que marcase, el dueño del club, Gianni Agnelli, se comprometí­a a regalarle una vaca de su ganadería. Como anotó dos en su primer partido, él mismo, de origen campesino, fue a la finca de Agnelli a elegir dos ejemplares que estuviesen embarazada­s. El segundo tiene que ver con su nombramien­to como presidente de la Juve en 1971, diez años después de su retirada. Carente de formación académica, pero en posesión de esas dos bazas esenciales en el fútbol, que son el perfecto conocimien­to de los entresijos de su (único) club y un dominio exhaustivo de su psicología, edificó, sin prisas pero sin pausas, la maquinaria más eficaz del fútbol italiano contemporá­neo, ganando un Scudetto cada dos años entre su llegada y su salida en 1990. Para alcanzar la cima europea –la Recopa en 1983 y la Liga de Campeones en 1985–, fichó a Michel Platini y a Zbigniew Boniek, que vinieron a sumarse a la plantilla que constituyó con jugadores como Zoff, Rossi, Tardelli, Scirea o Gentile la columna vertebral de la selección italiana campeona del mundo en 1982.

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