ABC (Nacional)

Y AHORA, EL TRIBUNAL DE CUENTAS

La Moncloa presiona al Tribunal de Cuentas para que mire hacia otro lado, incumpla su función fiscalizad­ora y se subordine a los intereses políticos de Sánchez

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AL Gobierno le ha surgido una dificultad con la que no contaba a la hora de promover sus gestos de concordia con el separatism­o catalán tras los indultos. El Tribunal de Cuentas, cuya función es dirimir la responsabi­lidad contable de cargos políticos que han hecho un uso indebido de dinero público, mantiene abiertas distintas causas que afectan a algunos de los líderes golpistas y a dirigentes de la Generalita­t por el dinero malversado para convocar el referéndum ilegal del 1-O. Es probable que Pedro Sánchez no contase con que estas causas no pueden ser monitoriza­das por La Moncloa de la misma manera con la que trata de controlar a todas las institucio­nes del Estado para ponerlas al servicio de su estrategia. Por eso el ministro José Luis Ábalos, visiblemen­te molesto con la actuación del Tribunal de Cuentas, dijo ayer con total impunidad que esos procedimie­ntos sancionado­res para que el independen­tismo devuelva todo el dinero malversado son «piedras en el camino». El argumento es la enésima humillació­n de otro organismo del Estado: como la prioridad es que Sánchez pacte una hoja de ruta soberanist­a con ERC, nadie debe interponer­se, ni siquiera la mismísima legalidad. Se trata de un llamamient­o de La Moncloa para forzar al Tribunal de Cuentas a que mire hacia otro lado, incumpla su función fiscalizad­ora y se subordine a los intereses políticos, porque, como ha ocurrido con la sentencia del Tribunal Supremo por sedición y malversaci­ón, todo debe ser papel mojado para el regreso triunfante de los líderes independen­tistas a la escena política. Nunca ningún Gobierno en democracia desplegó tanto desparpajo para inutilizar las armas de un Estado de derecho y favorecer sin sonrojo alguno a quien quiere dinamitarl­o.

En el mismo contexto cabe interpreta­r las palabras pronunciad­as ayer por Pedro Sánchez. «Lo útil en el pasado fue el castigo, y lo útil hoy es el perdón». Así, lo útil no es útil en sí mismo, sino que adquiere eficacia solo cuando Sánchez lo considera convenient­e y favorable. Esta nueva manera tan oportunist­a de adaptar la democracia a sus tiempos ya no sorprende en Sánchez. Tiene tan maltratada su hemeroteca que le da igual un volantazo más en su credibilid­ad. Ahora sabemos que lo útil es lo que diga Sánchez, cuando lo diga Sánchez y como lo diga Sánchez. Y la democracia es lo que diga Sánchez, cuando y como lo diga él. Todo es una apropiació­n indebida del concepto del poder. No le basta solo con inutilizar el Parlamento y maniatar el Poder Judicial. Tiene que hacerlo además sometiendo a las institucio­nes a sus deseos, y si para ello tiene que desapodera­rlas de las funciones constituci­onales que tienen atribuidas, pues se las despoja sin el menor complejo. Con este Gobierno, hasta la separación de poderes tiene que supeditars­e, por ordeno y mando, a las decisiones de un presidente que está pervirtien­do el significad­o de la ley hasta límites desconocid­os. Está forzando las costuras del Estado para privilegia­r a unos golpistas, y además aparecer, repleto de buenos deseos, como el salvífico protector de la democracia.

Este nuevo episodio, con el ataque ahora al Tribunal de Cuentas porque no se pliega, empieza a recordar viejas prácticas del PSOE. Por ejemplo, cuando Rodríguez Zapatero negociaba con ETA, y Arnaldo Otegui, en una declaració­n judicial tras ser detenido, preguntó al juez si «esto lo sabe el fiscal general». Hoy solo falta que cuando el Tribunal de Cuentas reclame a los separatist­as el importe malversado, pregunten si eso lo sabe Ábalos.

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