La inminente marcha de EE.UU. precipita el caos en Afganistán
·Biden recibe a los líderes afganos en la Casa Blanca para preparar la salida, que culminará el 11 de septiembre ·Un informe de la Inteligencia de EE.UU. afirma que el Gobierno legítimo afgano no durará ni seis meses
Amenos de tres meses de la retirada definitiva de las tropas estadounidenses de Afganistán, el presidente Joe Biden se enfrenta al mayor riesgo en política exterior de toda su presidencia: el regreso de la guerrilla talibán al poder en Afganistán, 20 años después de que fuera depuesta por las mismas fuerzas armadas que el 11 de septiembre se replegaran de un país centroasiático que queda de nuevo a su suerte, abocado, si nada lo remedia, a una guerra civil.
Para tratar de lograr la unidad de las facciones democráticas de Afganistán, Biden recibió este jueves en la Casa Blanca al presidente legítimo afgano, Ashraf Ghani, y su eterno político, Abdulá Abdulá, que hoy ejerce el cargo de Alto Comisionado para la Reconciliación Nacional. La intención de Biden era unir al menos a aquellos que defienden la democracia y una estrecha relación con Washington.
El objetivo puede ser la unidad, pero ausente de ese diálogo está la insurgencia islámica de los talibanes, que gana terreno, por la fuerza, a una rapidez vertiginosa. Cuando Biden llegó al poder, heredó el compromiso de Donald Trump de replegarse de Afganistán el 1 de mayo pasado. El actual presidente alargó el plazo al 11 de septiembre próximo, cuando se cumplen exactamente 20 años de los atentados terroristas del 11-S, que provocaron la respuesta en forma de invasión de Afganistán para derrocar a los talibanes, que habían dado cobijo a los líderes de Al Qaida, incluido Osama bin Laden.
No podían llegar Ghani y Abdulá a la Casa Blanca en peor momento. En días recientes, los talibanes han ganado terreno en el norte de Afganistán, invadiendo varios distritos, algunos de ellos conquistados sin apenas pelear. Es más: un nuevo informe de la inteligencia de EE.UU. dice que el Gobierno afgano al que ambos mandatarios representan podría caer en los seis meses posteriores a la partida del ejército estadounidense, según revelaron funcionarios estadounidenses al diario ‘The Washington Post’.
Imposible ganar
Según dijo ayer la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, Biden es consciente de esos desafíos, pero los riesgos de quedarse son mayores. Psaki dijo ayer que la guerra de Afganistán es «imposible de ganar». «Nos las tenemos que arreglar con lo que heredamos, una guerra imposible de ganar que dura 20 años, con el riesgo de que si las tropas se quedaban iban a ser atacadas por esos mismos talibanes», dijo en rueda de prensa Psaki, que explicó que los únicos soldados estadounidenses que quedarán en Afganistán estarán allí para labores de apoyo a la misión diplomática en ese país, nada más. Se estima que serán unos 650, según ha revelado la agencia Ap.
Paralelamente, el Gobierno de EE.UU. ha accedido a evacuar a miles de afganos, intérpretes y empleados del ejército estadounidense en estas dos décadas de guerra. Primero estos saldrán a un tercer país, en el que aguardarán un visado de residencia norteamericano. Esos empleados del ejército de EE.UU. son perseguidos por los integristas, y tras el 11 de septiembre no contarán con la protección de las fuerzas armadas extranjeras. En este momento hay 18.000 afganos en un programa de solicitud de visados especiales, aunque la cifra final de evacuados puede ser mucho mayor.
Según cifras oficiales, hay en Afganistán 2.500 soldados estadounidenses, aunque los números reales fluctúan, y según los medios estadounidenses hay en realidad unos 4.000. En su punto álgido, en 2011, llegó a haber en ese país centroasiático 100.000 uniformados estadounidenses. Han fallecido en combate 2.400 de ellos. Barack Obama declaró el final de las operaciones de combate en Afganistán en 2014, pero la guerra, que ha matado o dejado heridos a más de 100.000 civiles, no amainó después.
Harto de lo que calificaba «guerras eternas», Trump ordenó la retirada para este año, y aceptó que EE.UU. negociara con los talibanes, algo hasta su llegada impensable. De hecho, en septiembre de 2019 llegó a invitar a la residencia de Camp David a una delegación de esa guerrilla para negociar un acuerdo de paz y poner fin definitivamente a las hostilidades, pero un ataque insurgente en el que falleció un soldado de EE.UU. truncó esos planes. El entonces consejero de Seguridad
Nacional, John Bolton, dimitió en señal de protesta, además de por otros motivos.
Negociaciones peligrosas
Unos meses después, en noviembre de 2019, Trump visitó Afganistán y se vio con el mismo presidente Ghani que este jueves estaba en Washington, a quien le comunicó la intención de negociar con los talibanes. A instancias de EE.UU., y con la mediación de Qatar, el Gobierno legítimo afgano aceptó negociar con los insurgentes islamistas, algo que no dio resultado alguno. Sobre el terreno, sigue habiendo operaciones de combate y más muertos día tras día.
Tanto Ghani como Abdulá visitaron el Capitolio antes de verse con Biden y se reunieron con influyentes diputados y senadores. «La decisión del presidente es estratégica, y la respetamos, para dar comienzo a un nuevo episodio de nuestra amistad», dijo el presidente afgano. A pesar de que la salida la decidió Trump, destacados republicanos han criticado la premura, y han advertido de la alarmante fragilidad del estado de derecho en ese país, que puede desmoronarse por el peso de los islamistas.
Durante la reunión de Biden con Ghani y Abdulá un pequeño grupo de afganos protestaba a las puertas de la Casa Blanca, pidiendo un fin a la guerra en su país y garantías de que se respetarán los derechos humanos tras la marcha de EE.UU. Sus gritos y consignas no se oían desde dentro del recinto del Ala Oeste de la Casa Blanca, donde tuvo lugar la cumbre.
Como señal de buena voluntad, sin embargo, Biden aceptó enviar a Afganistán tres millones de dosis de la vacuna contra el coronavirus, la fabricada por Johnson & Johnson.
Los talibanes, que llegaron a negociar con Trump, suman victoria tras victoria, y la guerra arrecia en el norte del país