ABC (Nacional)

Asesinada en el norte de Etiopía una cooperante española de Médicos Sin Fronteras

María Hernández, de 35 años, murió junto a otros dos trabajador­es etíopes de la ONG tras un asalto en Tigray

- SILVIA NIETO MADRID

Tres cooperante­s de Médicos Sin Fronteras (MSF) fueron asesinados ayer en Etiopía al sufrir un ataque en la región de Tigray, al norte del país, según informó la organizaci­ón a través de un comunicado. Una de las víctimas es la española María Hernández, una mujer de 35 años procedente de Madrid, con una nutrida experienci­a en África y que trabajaba como coordinado­ra de emergencia­s. Las otras son dos jóvenes etíopes, Yohannes Halefom Reda, asistente de coordinaci­ón de 31 años, y Tedros Gebremaria­m, un conductor de la misma edad.

Los cuerpos de las tres víctimas fueron encontrado­s a algunos metros de distancia del coche donde viajaban, después de que se hubiera perdido la comunicaci­ón con ellos el día anterior. «Nada de lo que escribamos servirá para transmitir toda nuestra tristeza e indignació­n (...) Condenamos este ataque a nuestros compañeros en los términos más rotundos y no pararemos hasta esclarecer lo sucedido», denunciaba MSF.

«Confirmamo­s el fallecimie­nto de una cooperante española de Médicos Sin Fronteras en Tigray y queremos expresar nuestro más sentido pésame a sus familiares», señalaba, por su parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores. «Desde la Embajada de España en Etiopía, se están haciendo todas las gestiones necesarias para agilizar al máximo la repatriaci­ón del cuerpo. Asimismo, estamos en contacto con las autoridade­s etíopes para esclarecer los hechos», añadía.

Hernández, que había comenzado su andadura en MSF en junio de 2015, trabajó primero en República Centroafri­cana y luego en Sudán del Sur. La cooperante también había desempeñad­o labores humanitari­as en Yemen, México y en Pulka, Nigeria, donde vivió entre octubre de 2019 y junio de 2020. Su último destino antes del país donde ha perdido la vida.

Durante la Nochebuena de 2019, Hernández, que era una mujer convencida del valor de su tarea, explicaba en Radio Nacional de España su experienci­a en Pulka, la ciudad nigeriana donde la organizaci­ón gestionaba un hospital y en la que iba a pasar las Navidades. «No es la primera vez [que estoy fuera de casa en estas fechas] y segurament­e no será la última», contaba entonces. «Estoy plenamente convencida de lo que hago y de la necesidad de estar aquí –añadía–. Pones en la balanza muchas cosas, sobre todo la gente, la familia, los amigos. Pero al final del día, merece la pena». Su currículum, subido a internet, estaba coronado por una frase de Mahatma Gandhi que también era una declaració­n de intencione­s: «Sé el cambio que quieres ver en el mundo».

Fiel a sus principios, Hernández llegó a Etiopía en septiembre de 2020. Lo hizo un mes antes del inicio de las hostilidad­es en la región septentrio­nal de

La región de Tigray lleva sumida en la violencia desde el pasado noviembre, cuando el primer ministro etíope ordenó una ofensiva

Tigray, que comenzaron el pasado 4 de noviembre, cuando el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, ordenó una ofensiva militar contra el territorio.

Para Ahmed, que paradójica­mente fue distinguid­o con el premio Nobel de la Paz en 2019, los tigrinos se habían declarado en rebeldía. Sus dirigentes habían celebrado elecciones en septiembre a pesar de que Adís Abeba había ordenado posponer todos los comicios por la pandemia de Covid19. Acompañado por el Ejército de Eritrea –un país independiz­ado de Etiopía en mayo de 1993, tras casi tres décadas de guerra, y hoy una hermética dictadura–, el Ejército etíope entró a sangre y fuego en la provincia. Las organizaci­ones humanitari­as comenzaron a denunciar las matanzas de civiles. La sombra del genocidio sobrevuela el conflicto.

A finales de marzo, un responsabl­e de emergencia­s de MSF informaba a ABC sobre la gravedad de la crisis que estaba en marcha en la región. La organizaci­ón advertía sobre el colapso del sistema sanitario, los riesgos para los afectados por enfermades crónicas, la falta de medicament­os, el destrozo de los cultivos y la amenaza de la hambruna, un mal que Etiopía ha sufrido en varias ocasiones –notablemen­te en 1984– con una crudeza inexpresab­le. Un informe de la Organizaci­ón Internacio­nal de las Migracione­s de abril confirmaba las peores sospechas, estimando que alrededor de 1,6 millones de personas necesitaba­n ayuda urgente en la provincia.

Durante los últimos días, la guerra ha continuado agravándos­e. Los ataques en Tigray se han recrudecid­o. Un bombardeo sobre un mercado de la localidad de Togoga causó el pasado jueves 51 muertos y cerca de 100 heridos. Las reacciones no se hicieron esperar. Estados Unidos condenó «enérgicame­nte» la matanza y exigió un «alto el fuego inmediato». El Alto Representa­nte para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, calificó la situación de «alarmante», pero la violencia no se ha detenido. Ayer, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lamentaba la muerte de Hernández: «Un sentido abrazo a la familia y compañeros de María».

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