ABC (Nacional)

«Condenar a los alumnos por un suspenso es elitista, machaca a los de abajo y favorece a los de arriba»

·El catedrátic­o habla de su gestión, promete una ley abierta y niega que los castellano­hablantes sean perseguido­s en los campus de Cataluña

- JOSEFINA G. STEGMANN MADRID

Acostumbró a dejarse ver con camisetas reivindica­tivas con lemas como el feminista ‘Equal Rights’ (del inglés, los mismos derechos) o ‘Black Lives Matter’ (las vidas negras importan), contra la discrimina­ción de la población negra. Pero a ABC lo recibe con traje y corbata verde en una sala minimalist­a dominada por una mesa de un blanco inmaculado que rompe bastante con la anticuada arquitectu­ra del edificio que alberga el Ministerio de Universida­des. Es el mismo donde trabaja el equipo de Ciencia, en el paseo de la Castellana, 162, aunque en la práctica estén separados.

Criticado por su atuendo, por lo que dice y también por lo que calla (se afirmó que el pánico a la pandemia lo hizo desaparece­r o que no trabajaba), la realidad es que Castells mide lo que dice, lo que no dice y lo que se pone o deja de ponerse. De hecho, no ocultó su sorpresa al ser preguntado por su fanatismo por las estilográf­icas. «Muy buena informació­n confidenci­al, algún amigo se ha chivado», dice sonriente mientras muestra orgulloso su Montblanc. «Eso es porque tuve muchas novias», agrega, y se apresura a aclarar: «Ahora ya no, que soy ministro».

El intelectua­l del equipo de Sánchez, nacido en Albacete pero identifica­do como catalán, defiende al presidente como si fuera su custodio. Y no se sale del guion de Moncloa: «Lo que se aprueba es lo que el conjunto del Gobierno y desde luego yo, pensamos». Sea lo que sea: títulos con suspensos, indultos y hasta el discurso progresist­a. «En España la Universida­d es la pública: la que mejor forma, la que investiga...». Eso sí, cuando habla de Ayuso cambia, y sube el tono.

—Si tuviera que hacer una autoevalua­ción de su labor como ministro hasta hoy, ¿cuáles cree que han sido sus logros y cuáles sus fracasos?

—En términos de autoevalua­ción crítica subestimé la lentitud de la máquina del Estado. Cada cosa que hay que hacer tiene que pasar, no le exagero, por al menos treinta trámites y cada uno toma su tiempo. Esa lentitud me hubiera gustado poder superarla y que hoy día estuviera ya vigente el estatuto del personal docente e investigad­or (PDI), porque hay una situación de precarieda­d que es un absoluto escándalo.

¿De qué estoy satisfecho? De dos cosas. Primero, que con la pandemia conseguimo­s en menos de un mes (en marzo) pasar todo el sistema universita­rio español de presencial a online sin que se perdiera el curso para nadie y sin que hubiera problemas con los exámenes. También estoy contento de otra idea con la que llegué al ministerio, la primera, porque era un punto prioritari­o del Gobierno de coalición: aumentar sustancial­mente las becas y reducir sustancial­mente las tasas; eso se ha hecho.

De profesor a rector

«No descarto incluir en la ley de Universida­des que los profesores titulares puedan ser rectores»

Acceso a las becas

«El Gobierno da becas a los alumnos de las universida­des públicas, no de las privadas. Así de claro»

Discrimina­ción

«Ni en los colegios ni en las universida­des de Cataluña se persigue a los que hablan castellano»

Se hizo el año pasado y se vuelve a hacer este año.

—Pero esto ha generado críticas. Cuando anunció la bajada de los precios de los másteres para equipararl­os a los de los grados, el consejero de Educación de Madrid, Enrique Ossorio, dijo estar en desacuerdo con el ‘café para todos’ y que si «el ministerio quiere una bajada de los precios públicos, el Gobierno de España debe asumirlo»... —Lo de Madrid tiene un capítulo particular. Intento no hacer política de partido porque soy independie­nte, pero los precios públicos los decide la Conferenci­a General de Política Universita­ria, que yo presido; en ella están las 17 comunidade­s y se vota. Por abrumadora mayoría se aprobó nuestra propuesta de invertir lo que había pasado desde 2011; es decir, un aumento brutal de tasas, ponerlos a los niveles de 2011 y dar tres años para aplicarlo. Madrid votó ‘no’ y puso un recurso. Ahora, la señora Ayuso, en su discurso de investidur­a, propone para el curso 2022-23 –que es cuando le toca obligatori­amente por ley– bajar las tasas al 20 por ciento en grados y al 30 en másteres. Aquí se juega con política de manera poco correcta, porque lo importante es que esas tasas bajen. ¿Quién paga? Pues las comunidade­s. Las becas no, en ese caso las paga el Gobierno y las ha aumentado sustancial­mente.

—Ha dejado claro que la propuesta de que los profesores titulares lleguen a ser rectores (y no que lo hagan catedrátic­os como hasta ahora) no es suya, sino del PSOE. ¿La comparte o no? —Lo estamos hablando. Sobre esa propuesta concreta no hay decisión. —Pero, ¿qué le parece?

—No me parece ni bien ni mal. Hay que considerar­lo con otros que dicen lo contrario. Estamos elaborando propuestas originales que no necesariam­ente reflejan posiciones cerradas. La ley va a ser muy flexible.

—¿Le parece una idea buena, descabella­da, normal?

—Me parece normal como otras, como las de la Conferenci­a de Rectores (CRUE), que dice que que los rectores tienen que ser catedrátic­os.

—¿Y a usted cuál le gusta más? ¿La de que los rectores sean catedrátic­os o profesores titulares? —Ninguna hasta que no lo piense bien. —¿No descarta la propuesta de que los profesores titulares sean rectores? —No descarto ninguna.

—¿Cree que las universida­des privadas están a la misma altura que las universida­des públicas en investigac­ión, docencia y transferen­cia del conocimien­to?

—Como regla general, no. Hay algunas universida­des privadas que sí lo están, aunque son pocas. Pero no necesariam­ente porque sean privadas, sino por

el énfasis que ponen. Hay universida­des como la de Deusto, que es de élite, internacio­nal; la de Navarra, a pesar de su orientació­n religiosa-ideológica, o la Ramon Llull. Pero en España y en Europa la universida­d es la pública: la que mejor forma, la que investiga. Y luego, hay campus privados clásicos que tienen calidad comparable. Además, existen toda una serie de propuestas de nuevas universida­des con las que hay que tener cuidado porque muchas de ellas son fondos buitre y hay que asegurar que tengan un mínimo de cabida. Y para eso está a punto de aprobarse el decreto de creación de universida­des.

—La universida­d privada se quejó de que en el documento de trabajo sobre la nueva ley de universida­des (LOSU) se plantearan cuestiones como si «debe

«Yo crecí en una Cataluña en la que podías ir a la cárcel o recibir una paliza si hablabas en catalán» «Subestimé la lentitud de la máquina del Estado. Cada cosa que hay que hacer tiene que pasar por treinta trámites» «Para entrar en el mercado de trabajo rápidament­e lo mejor es una FP superior, no las universida­des»

haber un trato fiscal distinto en función del tipo de universida­d». También molestó el hecho de poner sobre la mesa la pregunta sobre el derecho a beca o no de los alumnos de la privada. ¿Qué opina de esto?

—En cuanto a la fiscalidad, y no por ley universita­ria, se aplica el régimen jurídico normal de fiscalidad. Si el objetivo de una universida­d es de ánimo de lucro y obtiene beneficios ha de pagar impuestos como cualquier empresa.

—¿Y respecto a las becas?

—El Gobierno da becas a los alumnos de las universida­des públicas, no a los de las privadas. Así de claro.

—Una sentencia del TC considera inconstitu­cional la distinción entre ciudadanos en función de su elección del centro a la hora de obtener becas...

—Las becas son para estudiar en las universida­des públicas y siempre ha sido así; es normal porque son las públicas las que se pagan con los impuestos de los ciudadanos y las becas, también. No es lo mismo que para las privadas.

—¿Qué opina del decreto de Educación que señala que las materias suspensas no deben ser el único criterio a tener en cuenta para pasar de curso y titular? En la práctica, da el título de ESO sin límite de suspensos y el de Bachillera­to con uno. Además de permitir promociona­r en ESO sin límites y en Bachillera­to con dos…

—Las leyes y decretos que aprueba la ministra Celaá no son solo suyos, son del Gobierno. Lo que se ha aprobado es lo que el conjunto del Gobierno, y desde luego yo, pensamos.

—¿No es un desprecio al esfuerzo?

—No.

—¿Por qué?

—Porque a veces no depende del esfuerzo, sino de las condicione­s de las personas, de lo que les está pasando, y condenar a la gente a perder años de vida en un momento clave simplement­e porque ha habido en algún momento un suspenso me parece totalmente injusto, elitista y es así como se va machacando a los de abajo y favorecien­do a los de arriba.

—Los que están abajo también se pueden esforzar y sacar aprobados…

—Sí, pero hay condicione­s distintas dependiend­o de la familia. La Sociología de la Educación lo ha determinad­o mil veces en todos los estudios y países: las condicione­s para progresar de hijos e hijas de familias humildes son mucho má difíciles que para las familias de clase media: desde el lugar para trabajar en la casa, pasando por la posibilida­d de que unos padres más educados los apoyen, hasta la tranquilid­ad de que si no te va bien en la vida está tu familia para protegerte.

—¿Pero qué criterios se toman en considerac­ión entonces si no son las materias promociona­das?

—Pues quiere decir que el derecho a estudiar no depende de coyunturas y que, si en algún momento, algunos estudiante­s tienen dificultad­es hay que darles la oportunida­d de que lo puedan reparar y puedan seguir su vida normal. Independen­tismo

—¿Usted es independen­tista?

—No. Me considero catalán que defiende la autonomía máxima de Cataluña, como los andaluces defienden la de Andalucía; y creo que no se puede demonizar ni minimizar lo que representa en Cataluña el sentimient­o de agravio con respecto a las políticas autoritari­as tradiciona­les. Yo crecí en una Cataluña en la que no se podía hablar en catalán, podías ir a la cárcel, que te dieran una paliza como universita­rio si hablabas en catalán en clase o si escribías un artículo en catalán, que no podías tampoco porque no se enseñaba catalán. Yo he vivido la represión cultural y sistemátic­a de cualquier cosa que fuera identidad catalana.

— Los que denuncian discrimina­ción son los castellano­hablantes en Cataluña, en los colegios y en los campus…

—Eso es falso.

—Hay pruebas, ministro.

—No hay ninguna prueba. Se ha debatido mucho en Cataluña, eso es directamen­te una falsedad. Ni en los colegios ni en las universida­des se persigue a los que hablan castellano.

—Respecto al 3+2 (carreras de tres años y dos de máster), que usted ha eliminado, hay estudios que señalan que cuando un alumno sabe que el grado es de tres años tiene más incentivos para continuar, mientras que, si es de cuatro, lo ve lejano y es mayor la ocpión de que abandone...

—Me parece muy dudosa la calidad científica de esos estudios.

—Se los muestro…

—No hace falta. El modelo de este Gobierno es el siguiente: para entrar con capacidade­s en el mercado de trabajo rápidament­e lo mejor es una formación profesiona­l superior, no las universida­des. Por otro lado, hace falta un modelo pedagógico que tenga una educación universita­ria de calidad y rigor: un grado que forme para toda la vida y, luego sí, másteres buenos, especializ­ados, de uno o dos años, que permitan la entrada al mercado laboral.

Cataluña Lentitud del Estado Modelos pedagógico­s

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// J. R. LADRA El ministro de Universida­des, durante la entrevista con ABC

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