ABC (Nacional)

Sonrisas

La ministra de Sanidad se presentó como si acudiera al bautizo de un sobrino

- LUIS DEL VAL

Puede que sea una rareza personal, pero cuando veo a un ministro aparecer en público con una expresión risueña noto cierto desasosieg­o. Puede que sea debido a que, en lejanos tiempos, trabajé de cerca con tres ministros muy eficientes y nunca les recuerdo ir a comunicar algo como si fueran a la fiesta de su cumpleaños. Así que, cuando observé que la ministra de Sanidad se presentaba ante la prensa como si acudiera al bautizo de un sobrino, noté esa incomodida­d de presentir algo molesto. Enseguida nos informó del fin de las mascarilla­s, y noté un sobresalto al añadir, alegre y complacida, que por fin íbamos a poder exhibir nuestra sonrisa. Es lo malo de haber consumido muchos calendario­s y tener memoria, porque lo asocié, enseguida, a aquella campaña de Manuel Fraga para atraer al turismo, bajo la frase «Sonría, por favor». Año 1964: Fraga había descubiert­o los beneficios económicos del turismo. Año 2021: hemos descubiert­o los perjuicios que la baja del turismo tiene en nuestra economía, de los que ha llegado a enterarse incluso el ministro de Consumo, señor Garzón.

Hay que reconocer que con este Gobierno nunca te aburres: o te invita a imaginar cómo será el año 2050, cuando Pedro Sánchez siga gobernando la Federación de Naciones Ibéricas, con 78 años (será más joven que Biden ahora) o bien te lleva a los tiempos en los que Franco gobernaba España, una, grande y libre. Bueno, lo de «libre» venía a ser como lo de «obrero» y «español» del PSOE de ahora.

Sin encontrar motivos ante mi desconfian­za por la faz complacida de la ministra, horas después me llegó la confirmaci­ón de mis sospechas: ni los especialis­tas, ni muchos gobernante­s autonómico­s considerab­an que la medida fuera totalmente acertada y temían nuevos repuntes. Cierto es que los más jóvenes ya vienen haciendo lo que pueden, colaborand­o para mejorar el déficit de pensiones: se contagian ellos, no sufren por ser asintomáti­cos, contagian a su abuelo y, con suerte, una pensión menos que pagar con cargo a la Seguridad Social.

Ayer, por la mañana, me miré al espejo del baño, desprovist­o de la mascarilla. Intenté sonreír, pero me salió una mueca.

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