Sonrisas, las justas
Quizás en la España vaciada y ventilada corra el aire, pero en los núcleos urbanos que concentran el grueso de la población las distancias se acortan y la prudencia circula por las aceras. La mar de contenta, la ministra de Sanidad invitó el pasado jueves a sonreír y desenmascararse a un país cada vez más descreído y desconfiado. Basta con que el Gobierno decrete el fin del confinamiento facial para que la mayoría de los ciudadanos se ajusten la mascarilla a las orejas y se cubra la cara. Ni caso. Hay desde ayer sonrisas aisladas por las calles, aproximadamente las mismas que días atrás dibujaban en los exteriores la mueca de la indisciplina. El resto se tapan, marcando la lejanía creciente que separa al Ejecutivo, deshecho en medidas de gracia y alivio, de sus cogobernados, vacunados contra el populismo.