Cuando la solidaridad se paga con la vida
Por desgracia, el asesinato de la cooperante española María Hernández este viernes en un ataque en Tigray (Etiopía) es extraño pero no único. En los últimos treinta años, un total de catorce compatriotas han perdido la vida mientras viajaban por el mundo ayudando a los más necesitados. La mitad de ellos murieron en África (tres en Ruanda, uno en Mozambique, otro en Guinea Ecuatorial, uno más en Marruecos, y María Hernández Matas, ayer en Etiopía); cuatro perecieron en América (dos en El Salvador, uno en Colombia y uno en Perú) y dos en Europa (Bosnia y Chechenia). La penúltima víctima solidaria fue la fisioterapeuta Lorena Enebral, perteneciente al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que fue asesinada en Afganistán en 2017. La joven, de 38 años, «independiente, bienhumorada, animosa e infatigable», fue abatida a tiros por un hombre sin identificar en un centro médico de la organización en la ciudad norteña de Mazar-e-Sharif.