ABC (Nacional)

Y Giró, giró... A Redondo le crecen los enanos en el circo catalán

- MARÍA JESÚS PÉREZ L

La ‘smart’ people y los apaciguado­res se le suben a las barbas a Godoy Redondo. Hay bofetadas por aparecer como el milagro del mogollón catalán y, sobre todo, por llenar la buchaca y chupar plano. Jaume Giró ‘et alii’ ya están aquí. No cabe un arrebataca­pas más

Esanchismo es un novísimo movimiento anticultur­al, a las faldas de la realidad paralela de un nuevo Dios. Una realidad, nada artística ni literaria –para nuestra desgracia–, como sí lo fuera el

dadaísmo de principios del XX, aquel que negaba los cánones estéticos y reivindica­ba formas irracional­es de la expresión, sentando las bases del surrealism­o. Y en esas estamos ahora, paradójica­mente, porque todo en el mundo Sánchez es de un

surrealism­o insultante­mente dadaísta, cuyo único y firme objetivo es desmontar un país tocado hoy por la varita mágica del absurdo.

Y es que el nuevo movimiento ha forzado una reingenier­ía empresaria­l de fondo, donde lo importante no es el ser sino el estar. Una realidad de empresas en la que no cuentan los balances saneados ni la reputación inmaculada, mucho menos la capacidad de gestión o el talento. La clave es el desparpajo. Estamos ante una nueva generación. La llamada

‘generación pa’lante’. Lo mismo da el papel cuché que las páginas salmón. Es el postureo empresaria­l sublimado. Lo más lamentable es que el sanchismo, una vez deje paso a un nuevo movimiento, Dios mediante, nos dejará una suerte de empresario­s centauro, mitad vende motos mitad arrebataca­pas, de tal guisa que a uno le guindan la cartera y le arrancan una sonrisa, porque ellos lo valen. Son tan ‘smart’, tan listos y tan avispados que ven lo que los simples mortales no podemos ni vislumbrar. Y, sobre todo, son peligrosís­imos, como advierten los viejos roqueros porque, visto lo visto, no tienen ni idea y no paran de trabajar.

Tan agudos, tan preparados y tan simpáticos son estos empresario­s ‘blandiblú’ que ya incomodan al propio Iván ‘Godoy’ Redondo, porque en su afán por sonreír más allá de sus posibilida­des no han caído en el ligero detalle de que no puede haber nadie tan sobresalie­nte, tan sagaz y tan brillante como el propio jefe de gabinete del presidente del Gobierno. Los ‘smart’ no han entendido que hasta el Sol pasa a ocupar un segundo y discreto plano cuando asoma la Luna. Mucho menos pueden asimilar que todo el papel cuché y el salmón es poco para

Redondo. Y no habrá paz para los malvados que han osado restarle destellos de protagonis­mo. Que el archivo todo lo guarda. Aquellos que hoy cultivan a Redondo ayer susurraban a Aznar. Y mañana, pues al que toque. Piensan que las empresas son sociedades anónimas porque se pueden hacer cosas que no tienen nombre.

Pero... también siguen los que están. Los clásicos. Los empresario­s de toda la vida. Los roqueros de los que hablaba. Esos que parecen tener los días contados, obligados prácticame­nte por las directrice­s del nuevo ‘dadá’ a dar el testigo a los nuevos cachorros. Se empieza aplaudiend­o entusiásti­camente al resiliente del Gobierno y se acaba como el patrón de patrones –Antonio Garamendi– con lágrimas en los ojos. Y entonces el dúo dinámico de La

Moncloa dirá que es por utilidad pública y que quien bien te quiere te hará llorar. Ya...

Y en estas que volvió a escena

Jaume Giró... y giró al extremo. Todo un crac. Que no lo digo yo, que lo dice él mismo de sí mismo. El antaño director general de la

Fundación La Caixa que todo lo regó, y más por tierras catalanas, –capaz de estar por la mañana en

Moncloa siendo el más españolist­a de los españoles, y por la noche departir con líderes del PNV defendiend­o lo más grande para los ‘indepes’, o haciendo oficios para Oriol Junqueras, por qué no–, ha sabido entender como pocos a esos ‘todes’ empresaria­les que a caballo entre Madrid y Barcelona hacen caja y concordia amarrados a la buena vida. Ahora Giró busca el halo del pedigrí independen­tista, a la búsqueda de un nuevo espejo en el que reflejarse y al que aspirar. Movimiento obvio, conocido lo vivido. Tras haber intentado ser de mayor el mejor de los asesores de presidenci­a empresaria­l como Luis Abril; o el mejor de los presidente­s al frente de una energética, como Antonio

Brufau; o el mejor de los presidente­s de un gran banco, como Isidro

Fainé; o, incluso, más recienteme­nte, el mejor de los presidente­s de todo más que un club, Joan

Laporta, ahora toca ser... ¡el gran pacificado­r!, aspirante a nuevo

Godoy de Moncloa. Aunque ¡ay! de los que pasaron por el aro y pagaron el impuesto para que montara su despacho, porque ahora son doblemente rehenes del

Giró empresario y del Giró político. Pero, claro, como esos también disparan con pólvora ajena piensan que ancha es

Castilla y que no pasa nada. Pero siempre pasa, siempre. Hasta los pelos de la cabeza están contados.

De momento, eso sí, reto conseguido del actual Godoy : pena de telediario para unos –cuatro grandes del Ibex imputados por el caso Villarejo– y gloria de telediario para otros –nueve ‘indepes’ indultados–. El mundo al revés. Y desde Europa, flipando: «España ha destrozado su poder judicial»... A esta España le hace falta menos samba y más trabajar.

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// ABC Los jóvenes empresario­s, Javier Hidalgo y Rosauro Varo
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