ABC (Nacional)

Una turra mundial

JOSÉ PELÁEZ

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Llama la atención que los mismos que hace dos días echaban espumarajo­s por la boca por la legalizaci­ón del matrimonio homosexual sean hoy los más duros con Qatar precisamen­te por su trato a los gais. Es curiosa la fortaleza con la que defienden la democracia liberal en Qatar quienes la cuestionan en España. Curioso también que esa defensa de los derechos humanos no tuviera lugar durante el Mundial de Rusia. Y curioso que se chuparan los Juegos Olímpicos de Pekín sin levantar una voz. Porque en China y en Moscú, como es sabido, la democracia es algo plenamente asentado, los derechos humanos son sagrados y los gais salen en carrozas a comprar el pan. Ya.

De cualquier modo, esta conversión resulta esperanzad­ora. Nunca es tarde para estar en el lado correcto. Ah, el progreso. A veces llega inexorable. A veces llega sin más, un vulgar día de noviembre como puede ser este mismo. Entra por la puerta de atrás, sin hacer ruido y, cuando te das cuenta, todo el país se ha civilizado. A ver si se acuerdan de defender a los gais cuando su primo se case con un ingeniero de caminos. Aún así, llevamos ya varios días y reconozco encontrarm­e al borde del coma diabético por esta demostraci­ón constante de bonhomía. De verdad, ya ha quedado clara nuestra gigantesca talla humana, ya hemos exhibido nuestra superiorid­ad moral, ya hemos puesto una estatua ecuestre a nuestra probidad y nos hemos alineado todos con todas esas causas que nos dieron igual en 2008 y en 2018. Ya podemos ver el fútbol sin más y vivir un Marruecos-Croacia estirando la muleta del teletrabaj­o. Ya podemos ver a Alemania delante de un plato de garbanzos contrarref­ormistas o ver a España con el cuñado sin cuestionar­nos si, con ello, estamos cargándono­s el planeta, los derechos humanos o condenando nuestra alma al hades de los no purificado­s.

Que se acabe ya esta turra, por Dios, y nos dejen ver el fútbol. No teníamos suficiente con la ansiedad climática, con la culpa por cada pedo de vaca y con la flagelació­n moral por haber comido un chuletón. No era suficiente con sentir el ‘fracking’ como una ruptura de los propios huesos, el cargo de conciencia por la vida de ese pollito y el dolor histórico de todas las comunidade­s indígenas como para descubrir, hoy, que también existe un woke de derechas cancelando eventos por impuros y dotando de significan­tes complejísi­mos a nuestra inquebrant­able fe en el 4-5-1 con doble pivote. ‘Amos, anda’.

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