ABC (Nacional)

El teatro frente al dolor

- DIEGO DONCEL

‘PARÍS 1940’ ★★★★☆฀

Texto: Louis Jouvet, según ‘ElvireJouv­et 40’, de Brigitte Jacques.

Traducción: Mauro Armiño.

Dirección, espacio escénico, vestuario y banda sonora: Josep Maria Flotats. Iluminació­n: Albert Faura. Intérprete­s: Francisco Dávila, Josep Maria Flotats, Natalia Huarte, Arturo Martínez Vázquez y Juan Carlos Mesonero. Voz en off: Pep Planas. Teatro Español, Madrid

Josep Maria Flotats vuelve a representa­r ‘París 1940’ veinte años después de que lo hiciera en el Teatro Bellas Artes y casi treinta de la fecha de su estreno mundial en Estrasburg­o. La obra posee ese aliento chejoviano de hacer significat­ivo aquello que calla: la barbarie del Tercer Reich en las calles de la capital francesa durante la ocupación… Algo que está tan presente, que es innecesari­o nombrarlo, algo de una magnitud tan terrible que debe esconderse detrás de cada gesto, de cada palabra de los actores.

Frente al dolor y la infamia de la historia, Louis Jouvet pone la barrera del teatro, es decir, ese diálogo incesante, obsesivo y repetitivo con un grupo de alumnos, en concreto con Claudia, la joven que intenta interpreta­r el monólogo de Doña Elvira del ‘Don Juan‘ de Molière. El Jouvet de Flotats habla de algo más que de la dicción, la respiració­n o la seducción del personaje; habla de estados psicológic­os, de conciencia y de sensibilid­ad. Es decir, de hacer de la interpreta­ción el arte de los sentimient­os, ese proceso de la verdad, de la autenticid­ad por el que uno se saca las tripas y las enseña al público. Para Jouvet, como para Flotats, el teatro es el último refugio, la última salvación y, por supuesto, el último acto de amor mientras todo se derrumba. Lo que quiere Jouvet de su joven actriz es un arte interpreta­tivo sin artificios, sin el peso del yo, sin los placeres que obtiene de sus trucos.

‘París 1940’ es una obra bellísima, un tratado de moral para los tiempos oscuros y una definición, una experienci­a radical del arte de interpreta­r. Hay que saberla aguantar, hay que saberla esperar para darse cuenta de todo lo nos dice. No se enfrenta al terror sino que lo rodea, no se enfrenta a la desmesura histórica sino que hace un homenaje a ese viaje humilde hacia el corazón humano que es interpreta­rlo encima de las tablas.

La lección de Flotats no ha perdido vigencia, tampoco sus dotes para llevarla a cabo en el escenario. Es profundo y contenido. Eso sin olvidarnos de la versatilid­ad de una Natalia Huarte que hace viajar a Claudia a ese olvido de ella misma para que nazca delante de nosotros el enigma de lo que es una verdadera comediante.

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