ABC (Nacional)

Presidente de la FIFA El líder de las lágrimas de oro

▶ Infantino es una celebridad después de una vida de emigrante italiano en la próspera Suiza. En 2021 ingresó tres millones en salarios y extras

- JOSÉ CARLOS CARABIAS

Era hasta esta semana el recuerdo del hombre de la mano inocente que dirigía los sorteos de la Champions. Pero desde hace unos días Gianni Infantino (Brig, Suiza, 52 años) es el mandatario del fútbol que acusó a Europa («debería pedir perdón por los últimos 3.000 años») y se declaró un ciudadano doliente («hoy me siento qatarí, árabe, africano, gay, discapacit­ado, inmigrante») por haber sufrido ‘ bullying’ escolar al ser pelirrojo y tener pecas. «Sé lo que significa ser discrimina­do, ser acosado por extranjero, ser italiano y hablar mal el alemán». De esta manera lacrimógen­a el presidente de la FIFA, una organizaci­ón supranacio­nal, justificó la elección de Qatar como sede del Mundial.

Es la Copa del Mundo más cara de la historia, 220.000 millones de presupuest­o a razón de más de 500 millones semanales de inversión desde 2010.

E Infantino recuerda su infancia dura por su aspecto físico en Suiza, un país que ha aprobado un salario mínimo mensual en 2022 de 3.100 euros.

En busca de una vida mejor, la familia del presidente de la FIFA emigró en los años sesenta desde el sur de Italia al próspero país helvético. Giovanni Vincenzo Infantino, conocido como Gianni, nació el 23 de marzo de 1970 en la localidad de Brig en el cantón de Valais. Sus padres encontraro­n trabajos para emigrantes, contratada en un quiosco de prensa la madre y empleado de la compañía de ferrocarri­les el padre, encargado de los coches cama.

En su alegato en favor de Qatar, su opulencia mundialist­a y sus carencias en cuestiones humanitari­as, a Infantino le faltó añadir una nueva muesca en su carnet de exiliado. Fui pobre, pudo decir igualmente.

Las dificultad­es económicas marcaron los primeros años de infancia en la parentela del dirigente futbolero. El padre cambió de trabajo con frecuencia e intentó establecer algún negocio que aportase bienestar y estabilida­d financiera.

Según dijo en Qatar, en el colegio sufrió discrimina­ción por ser pelirrojo, tener pecas y no hablar el alemán predominan­te en el cantón. Esto no afectó a su rendimient­o escolar, al pequeño Gianni se le daban bien los estudios y en base a eso pudo prosperar. Ya le gustaba el fútbol, pero no tenía aptitudes ni la aprobación de sus padres para probar suerte como proyecto de estrella del balón. A cambio Infantino decidió estudiar una variante de la carrera de Derecho en la Universida­d de Friburgo que tenía que ver con el gobierno del fútbol.

Ligado al fútbol

Con unos amigos empezó a organizar torneos de fútbol y a finales de los ochenta creó un equipo llamado Folgore. Después de graduarse en la universida­d dio rienda a su pasión juvenil: se hizo asesor legal de diversas organizaci­ones de fútbol y, sobre todo, aprendió idiomas. Además del italiano, hoy habla inglés, francés, alemán, español y asegura que también árabe.

A partir de su experienci­a como hombre de leyes y asociado al balompié, Gianni Infantino comenzó a trabajar como secretario general del Centro Internacio­nal de Estudios Deportivos (CIES) en Neuch0atel (Suiza), una institució­n que proporcion­a servicios de investigac­ión, formación de alto nivel y consultorí­a al mundo del deporte a través de un enfoque multidisci­plinar, derecho, sociología, historia y gestión.

El CIES fue su puente de unión con la gobernanza en el fútbol. Ingresó en 2000 en la UEFA, donde desempeñó diferentes cargos jurídicos y ascendió dentro del organismo. Nombrado director de asuntos jurídicos en 2004, fue el encargado de establecer contacto con la Unión Europea y las autoridade­s gubernamen­tales. Promociona­do de nuevo en 2007 como adjunto a la secretaría general, su relación con el nuevo presidente de la UEFA, Michel Platini, creció hasta convertirs­e en una amistad.

El hombre de los sorteos

Para muchos aficionado­s al fútbol, su figura ha sido la del encargado de moderar los sorteos de las principale­s competicio­nes de la UEFA, la Eurocopa o la Champions. Pero su relación con Platini lo siguió elevando. Secretario general desde 2009 a 2016, decidió presentar su candidatur­a a la presidenci­a de la FIFA solo en el momento en que se confirmó la suspensión que pesa sobre el legendario exfutbolis­ta francés.

«Platini y yo hicimos grandes cosas juntos, y prefiero recordar esos momentos positivos», declaró Infantino a la BBC.

Sustituto de Joseph Blatter, otro inhabilita­do por corrupción como Platini, Infantino declaró al tomar posesión de su cargo: «Si no hacemos algo para restaurar la imagen de la FIFA y su reputación, además de incrementa­r el desarrollo del fútbol en el mundo, no veo un futuro para la FIFA». Su ideario estaba basado en tres pilares: reformas, democracia y desarrollo del fútbol.

En 2016, poco después de acceder a la poltrona de la FIFA, pactó consigo mismo un salario de 1,47 millones anuales. Además se ha beneficiad­o de un vehículo con chófer, alojamient­os pagados, dietas por desplazami­ento y, en teoría, 2.000 euros disponible­s al mes para gastos de representa­ción. Según el memorando anual de la FIFA publicado en diversos medios económicos internacio­nales, Infantino habría ingresado durante 2021 una cifra de 3,06 millones de euros por todos los conceptos.

Casado con la libanesa Leena AlAshqar, con quien tiene cuatro hijas, el máximo mandatario de la FIFA vive desde hace un año en Doha, la capital de Qatar, el país que ahora defiende con ardor guerrero.

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// ABC LA BURLA DEL BRAZALETE Gianni Infantino señala el brazalete arcoíris de la ministra de interior de Alemania, Nancy Faeser. Es el símbolo que la FIFA prohibió a los capitanes, pero a Infantino parece hacerle mucha gracia

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