El humo ciega tus ojos
Bolaños es un paso más en la propaganda porque tiene algo de hipnotizado o de hipnotizador
Como si no fuera bastante la cortina de humo del Mundial, las Industrias Propagandísticas, parte creciente del PIB español, dedican la semana a debatir sobre lo único debatible cuando Sánchez pacta con sus socios: la oposición.
El miércoles, en La Sexta, Ferreras sacaba un ‘ barómetro’ sobre qué estilo de oposición se prefiere, si el de Ayuso o el de Feijóo, pues Abascal ni se considera. El resultado no puede asombrar: prefieren la oposición de Feijóo. A continuación, pasaron al escrutinio del diputado navarro Adanero, cuyo sentido del antagonismo tampoco gusta. Sacaron a Bolaños, ‘indignado’ porque se hablara de las víctimas de ETA, que aquí víctimas solo hay de la guerra y del machismo. Luego le entrevistaron, dos tazas de Bolaños. De alguna forma, es un paso más en la propaganda porque con sus ojos fijos tiene algo ya de hipnotizado o de hipnotizador: «El PP en la oposición es un partido antisistema», dijo.
¿En qué consiste entonces la oposición? Lo explicó Ferreras al día siguiente, glosando las palabras de Carla Toscano. «Los diputados, que tendrían que estar para ayudar…». No para representar a sus votantes sino para echar una manita al Gobierno, que ya lo controla todo y necesita además controlar la oposición.
Las palabras de Toscano sobre Montero gustarán más o menos, pero son, objetivamente, la única forma que tiene Vox de salir en los medios. Pagando el precio, eso sí. Para Ferreras se trató de un «ataque miserable a las mujeres»; para un experto o ‘pundit’, «una salvajada prepolítica que deshumaniza» (aunque qué hay más humano que lo sugerido por Toscano…); para Sánchez es «hooliganismo» y para la diputada Zaida Cantera, «puro nazismo» (¿algo que decir, Embajada israelí?). La afectada, Montero, lo consideró «violencia política» y otros «violencia machista». Y así, con estas palabras, demostraban el espíritu de su ley, que es igualar por abajo «las violencias». Si todo es violencia machista, hasta el punto de hacerse víctima la ministra, la auténtica violencia contra la mujer (que aumenta) queda difuminada por comparación. Luego la ley no es un error, claro que no.