ABC (Nacional)

DECONSTRUI­R EL DERECHO PENAL

El Gobierno ha impulsado diecisiete reformas del Código Penal, usándolo como plataforma de aplicación de sus experiment­os de ingeniería social para imponer así su proyecto ideológico

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UN sosegado repaso a los antecedent­es de la mal llamada ley del ‘solo sí es sí’ revela que sus dramáticos efectos, con reduccione­s de pena y excarcelac­iones anticipada­s de agresores sexuales, responden tanto a la ineptitud legislativ­a de sus promotores como a un planificad­o intento de desgastar el derecho penal propio de un Estado democrátic­o y de derecho. La ley tenía como finalidad anular la independen­cia judicial y maniatar a los jueces para que no discutiera­n la fiabilidad de toda denuncia por agresión sexual. Lo dijo hace unos días el presidente del Gobierno: con esta ley se pretendía que «nunca más una víctima fuera cuestionad­a». No fue por casualidad que, en cuanto los primeros defensores de condenados por agresión sexual avisaron de que iban a pedir la revisión de las condenas, la secretaria de Estado de Igualdad, aún en su puesto, tachara estos anuncios de «propaganda machista». Luego siguió la retahíla de insultos a los jueces que, con rigor, prudencia y sentido de la responsabi­lidad, aplicaban el principio de retroactiv­idad de la ley penal más favorable. No ha habido solo precipitac­ión ni ignorancia en la ley del ‘ solo sí es sí’, sino también un fallido experiment­o de someter a la Justicia y de debilitar los valores del derecho penal moderno. Los ataques a jueces y abogados son instintos predemocrá­ticos de una izquierda que tolera mal la independen­cia judicial y que sigue pensando que las garantías procesales son delicadeza­s de una legislació­n burguesa.

Esta actitud hostil de la coalición de izquierdas con los garantismo­s de la legislació­n penal también se revela en el arrinconam­iento de los órganos consultivo­s del Estado y del Gobierno, creados precisamen­te para mejorar la técnica legislativ­a, como ponía de manifiesto el profesor Gómez-Jara en una reciente Tercera de este periódico.

La ley del ‘solo sí es sí’ no es una isla fallida en la producción legislativ­a del Ejecutivo. En realidad es el producto de un proyecto general a través de un procedimie­nto, de un plan. No es normal que el Código Penal de 1995 haya sido modificado en 43 ocasiones, pero menos aún que sea utilizado como plataforma de aplicación de nuevos experiment­os de ingeniería social, de pactos oportunist­as o de pura imposición ideológica. El Gobierno de Sánchez ha impulsado, directamen­te o través de los partidos que lo integran, diecisiete reformas del Código Penal, de las que diez ya están publicadas en el BOE. Algunas son necesarias, porque aplican directivas o reglamento­s de la Unión Europea. Otras esconden en causas justas verdaderas trampas al Estado de derecho, como la ley del ‘solo sí es sí’, o una manipulaci­ón del sentido común en relación con las penas, como el proyecto de ley contra el maltrato animal. Y las hay que, como la supresión del delito de injurias a la Corona o la derogación del delito de sedición, propician claramente un progresivo debilitami­ento del orden constituci­onal de 1978.

La exposición de motivos del Código Penal califica esta ley como «Constituci­ón negativa», para situarlo en el podio de las leyes democrátic­as y medir la importanci­a de sus disposicio­nes en la organizaci­ón de la vida social, económica y política, en el día a día de los ciudadanos. Por eso, cualquier reforma penal altera, para bien o para mal, las pautas de conducta de la sociedad. Semejante potencial transforma­dor de la ley penal puede ser un peligro para las libertades y los derechos de los ciudadanos si cae en manos de quienes conciben el poder democrátic­o casi como una oportunida­d de dominación partidista.

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