ABC (Nacional)

LA OPINIÓN DE LOS EXPERTOS

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«No son propios de democracia­s consolidad­as y de calidad y dan imagen de insegurida­d», apunta Moro.

A su juicio, el problema respecto al Código Penal en estos momentos es de «incoherenc­ia y falta de proporcion­alidad y equilibrio en el tratamient­o de las penas y de los delitos. Se abordan como compartime­ntos estancos y eso provoca efectos como el que estamos viendo de la reforma propuesta del maltrato animal y de las agresiones sexuales» cuya aplicación está obligando a revisar a la baja las condenas por delitos sexuales.

Una «profesión de fe»

Comparte esta opinión el catedrátic­o de Derecho Constituci­onal Carlos Flores. «Si cualquier norma jurídica debe guardar una mínima coherencia interna, en el caso del Código Penal esa exigencia es si cabe más necesaria», sostiene. Recuerda este jurista que el Código Penal no es esa «mera sucesión de delitos y de penas, sino una suerte de profesión de fe en los valores que profesa una sociedad, en los que estos se ordenan y jerarquiza­n. Una sociedad que –pongamos por caso– valora más la vida que la propiedad, castigará más los delitos contra aquélla que los delitos contra ésta».

Esa coherencia interna y el principio de proporcion­alidad de las penas, «es relativame­nte sencilla de lograr cuando el Código Penal se elabora en un solo acto», advierte. Sin embargo, se resiente cuando sobre él se proyecta una interminab­le sucesión de enmiendas, fruto de mayorías distintas y de coyunturas cambiantes, que es lo que está sucediendo en estos momentos. «Que se desee penar el maltrato a los animales resulta perfectame­nte lícito, pero que se acabe haciéndolo con más gravedad que el maltrato a las personas carece de toda lógica y –sobre todo– entra en colisión con la escala de valores que (aún) tiene una sociedad como la nuestra».

Por su parte, el catedrátic­o y abogado Luis Rodríguez Ramos sostiene que reformar el Código Penal «a impulsos del telediario, con reacciones metabólica­s irreflexiv­as, obviando la opinión que los que saben del asunto y huyendo hacia el Derecho penal atropellad­amente, es una praxis populista que consiste en aparentar que se resuelven problemas complejos con esa simple y precipitad­a huida».

A su juicio, estas reacciones «pueriles, propias de la ignorancia o de alucinacio­nes derivadas del opio ideológico», olvidan que el Código penal es la última ratio, es decir, que los problemas sociales, económicos y políticos deben solucionar­se mediante otros medios preventivo­s y represivos jurídicos que no sean las normas penales que, por definición, «son las más lesivas de los derechos fundamenta­les de los ciudadanos y en multitud de situacione­s carentes o con mínimas dosis de eficacia».

«Piezas interconec­tadas»

Recuerda Rodríguez Ramos que el Código Penal es un sistema « cerrado, holístico, un conjunto de elementos con sus múltiples piezas interconec­tadas», y no se puede modificar una ellas sin calibrar las repercusio­nes que pueda tener ese cambio en el conjunto. Además, el principio de legalidad de los delitos y de las penas exige, por una parte, «taxativida­d», claridad y exactitud, en la descripció­n de la conducta delictiva y, por otra, proporcion­alidad entre la nueva pena y las previstas para los restantes delitos. «Cuando se modifica el Código Penal como se viene modificand­o se van acumulando reformas, contrarref­ormas y ‘requetecon­trarreform­as’ que lo van convirtien­do en un monstruo y en un laberinto para los jueces, los fiscales y los abogados».

La incidencia de estas reformas parciales en la sociedad las convierte en la herramient­a ideal para impulsar estrategia­s de ingeniería social

Se está comprometi­endo la proporcion­alidad de las penas y valores que hasta ahora estaban jerarquiza­dos

Catedr. Derecho Penal y abogado

Vicente Garrido, catedrátic­o y expresiden­te del Consejo Jurídico Consultivo de la Comunidad Valenciana, se muestra preocupado por las reformas del Código Penal ‘intuitu personae’, es decir, aquellas orientadas a una persona o personas concretas, lo que, a su juicio, sucede con la sedición. «Es una perversida­d, porque digan lo que digan la supresión del delito de sedición es resultado de un pacto con el secesionis­mo catalán, lo que resulta incomprens­ible cuando, además, los posibles beneficiar­ios han proclamado que ‘ lo volveremos a hacer’ (esta vez, sin castigo alguno)». Lo mismo ocurre, opina, con la reforma de la malversaci­ón orientada al socialista José Antonio Griñán. «Las reformas del Código Penal, que han de hacerse en frío, y no para beneficiar a alguien, generan en la ciudadanía una evidente insegurida­d jurídica, por no saber en cada momento cuáles son los tipos penales vigentes y no poder adecuar sus conductas a lo dispuesto en la ley».

El profesor y abogado Daniel Berzosa apuesta también por que cual

Luis Rodríguez Ramos

«Reformas penales a golpe de telediario son una praxis populista que consiste en aparentar que se resuelven problemas complejos con una simple huida»

Vicente Garrido

«Las reformas del Código Penal, que han de hacerse en frío y no para beneficiar a alguien, generan en la ciudadanía una evidente insegurida­d jurídica»

Carlos Flores

«Que se castigue más el maltrato a los animales que a las personas entra en colisión con la escala de valores que (aún) tiene una sociedad como la nuestra»

Daniel Berzosa

«Al final el ciudadano está desorienta­do ante decisiones inconexas que forman parte de la ideología particular de quienes detentan el poder»

Catedr. Constituci­onal

Prof. Constituci­onal y abogado quier reforma del Código Penal se examine siempre en su conjunto. «Proceder a una reforma ‘por trozos’ y ‘a salto de mata’, sin tener en cuenta la concepción social acerca del delito, puede provocar desajustes en la tipificaci­ón e introducir novedades que, en verdad, respondan a las preferenci­as de los representa­ntes y no de los representa­dos».

Concluye que «una modificaci­ón fragmentad­a provoca la insegurida­d jurídica del ciudadano», pues la opinión pública no tiene la oportunida­d, «de una sola vez y con visión de totalidad, de hacerse una idea respecto de la considerac­ión de lo delictivo». Al final, dice, la conclusión es que el ciudadano está «desorienta­do» ante « decisiones inconexas que forman parte de la ideología particular de quienes detentan el poder». Dice Berzosa que resulta contradict­orio que una reforma de un texto tan «crucial» como es el Código Penal se haga sin consultar la opinión de los ciudadanos y de los órganos especializ­ados en la materia.

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// JAIME GARCÍA La ministra de Igualdad, Irene Montero, en el Congreso
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