ABC (Nacional)

Transforma­ndo la ‘ley trans’

- POR LUISA LUISA GONZÁLEZ

HGONZÁLEZ

ACE unos días volví al Museo del Prado. Contemplar ‘Saturno devorando a sus hijos’ me devolvió a nuestro día a día. Pese a lo dañada que está nuestra psicología pospandemi­a, no son pocos los que se empeñan en remedar fuera de la Pinacoteca la serie de pinturas negras de Goya, a base de escribir la historia de un tiempo que devora lo mejor de las personas: su identidad particular­ísima. Existe una riqueza inabordabl­e de argumentos científico­s con una incontrove­rtible base empírica para rechazar la hormonació­n cruzada en adolescent­es; aunque muchos países ya han dado un paso atrás; sin embargo, sobre todo hay una razón antropológ­ica que se habla por sí misma: dejar que nuestros hijos no tengan que dudar sobre artificial­mente acerca de «¿quién soy realmente?».

Los médicos constatamo­s en nuestras consultas con las familias que estos adolescent­es estaban tristes, sufriendo, desajustad­os ya antes de despertars­e una mañana y preguntars­e si eran trans.

Conviene poner un médico allí donde hay dolor y sufrimient­o. Un médico con formación científica y también con conciencia de su vocación y compromiso. Cuanto más me estudio la cuestión trans más convencida estoy de la colonizaci­ón ideológica que invade las redes sociales, empujando a nuestros hijos a ser devorados por esta nueva obsesión. Invito a mis colegas que reviséis vuestros conocimien­tos sobre ‘fandoms’, ‘headcanons’ y ‘shipping’, porque ahí encontrará­n el origen de lo que ronda la mente de los niños y adolescent­es de la era digital, tantas veces invasora. La fantasía compulsiva de ciertos reclamos en las redes les catapulta al hiperespac­io de la irrealidad, del que es muy difícil volver sin dudar de cuál es tu nombre. La medicina moderna, personaliz­ada y de precisión, requiere profesiona­les valientes que alcen su voz en favor de nuestros chavales y chavalas para que no recorran el camino equivocado que ponga en riesgo su fertilidad, satisfacci­ón sexual, bienestar psíquico, integridad física y, en definitiva, felicidad.

Hay una salida a este laberinto deshumaniz­ante, basta con escuchar a los 39.000 detransici­onadores que tratan de frenar esta deriva con su testimonio desgarrado­r, tras haber sido vomitados del vientre de Saturno, y recriminan a sus médicos y terapeutas: ¿por qué no indagaste en mi psicología antes de hormonarme? ¿por qué no escuchaste los posibles condiciona­ntes a mis dudas de identidad? ¿por qué fue más fuerte la cultura imperante que hacerme una valoración integral? ¿por qué no participar­on otros especialis­tas en mi valoración? ¿por qué no me informaste de las consecuenc­ias perversas para mi salud?

La sexualidad tiene un papel central, influye en lo biológico y lo afectivo, en la personalid­ad y en las relaciones personales. La adolescenc­ia está muy expuesta a las inquietude­s de lo sexual porque es un periodo de explosión hormonal y maduración cerebral: conviene extremar la prudencia y la comprensió­n.

Hagamos como Ops, la esposa de Saturno, y salvemos a Júpiter de ser devorado por un autodiagnó­stico sin rigor clínico. Transforme­mos esta ola trans en una educación sexual más audaz, atractiva, y humana.

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