«En España nos falta la perspectiva internacional porque seguimos mirándonos el ombligo»
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Intelectuales confusos «Se esperan ideas nuevas, interpretaciones sólidas, pero en cambio se ofrecen recetas ingeniosas»
Autocrítica destructiva
vimos en una cultura fea?
—No cabe duda de que nuestra sociedad no es ‘La escuela de Atenas’, de Rafael, una cosa tan hermosa y tan brillante. En el libro engarzo la historia de España en la cultura y el arte universal que añora la belleza. Creo que la cultura española no hace falta defenderla; está integrada con naturalidad plena en esa historia. España tuvo un Renacimiento muy potente que incluso se dejó ver en la conquista americana. Siempre me gusta contar que, cuando Humboldt terminó su viaje por la América española, llegó a Filadelfia y se quedó asombrado de la pérdida de nivel. Aquello le pareció un pequeño pueblo comparado con México y Lima... Y eso que Humboldt tampoco era particularmente favorable a lo español…
—¿Qué le debe la Europa renacentista a España?
—Ha habido una polémica absurda en el sentido de que en España no hubo Renacimiento. Y eso lo sostienen incluso autores tan dignos como Azorín. Pero no es cierto. Basta con visitar algunas ciudades como Salamanca, Úbeda o Baeza o contemplar tantas maravillas del arte renacentista en España que son extremadamente notables. Incluso hay un buen número de pensadores españoles del siglo XVI, que está bastante ignorado en estos tiempos. Mi tesis es que hay un Renacimiento en España a la altura perfectamente de Francia y por delante de Inglaterra o de Alemania.
—¿El pensamiento español se quedó luego atrás?
—Eso parte de la vieja polémica sobre si con la decisión de Felipe II de prohibir el estudio en universidades no católicas se cerró el país a las ideas. ¡Hombre, nunca es bueno, desde luego, cerrar las fronteras al estudio! Pero también hay que recordar que el tiempo de Felipe II es el tiempo de la Biblioteca de El Escorial y de personajes como Arias Montano, del que hablo en el libro y está ignorado.
—¿España es un país implacable con su historia?
—Los españoles tenemos muchas virtudes y algunos defectos, entre otros que siempre creemos que todo lo malo nos pasa solo a nosotros y que a los demás les va muy bien. Por formación y por gusto, soy enormemente viajero y tengo mucha relación con colegas de otros países. Las críticas que aquí hacemos ellos también se las hacen. Nos falta la perspectiva internacional porque seguimos mirándonos el ombligo y con una especie de necesidad de ser reconocidos en el mundo de la alta cultura. La realidad es que estamos perfectamente integrados y que incluso hemos mejorado mucho en hacer la historia nosotros. La historia de España la escribieron durante mucho tiempo los hispanistas, a los que les debemos mucho. Pero ya empezamos a tener una magnífica historia hecha por españoles con la plenitud de la perspectiva que eso da.
—¿Se ha producido un cortocircuito en la educación clásica?
—Hay una necesidad de reforzar los contenidos básicos, sobre todo en las enseñanzas medias, que es al final la clave. Es necesario básicamente hacer una cosa un poco kantianas: situar a los estudiantes en el espacio y el tiempo. Una persona tiene que saber que primero va Grecia, luego Roma, luego la Edad Media, luego el Renacimiento... Y tiene que saber dónde está Singapur y dónde está cada autor. No somos náufragos del tiempo. Esta generación es igual de buena y de entusiasta que cualquier otra, pero paulatinamente se ha ido notando una pérdida de conocimientos sustanciales. Eso hace difícil transmitir entusiasmo.
—Es una sociedad que se considera muy libre, pero en el fondo tiene muchas restricciones. Subvenciones, autocensura, presiones políticas, linchamiento en redes...
—La gente del pasado se ilusionaba cada mañana pensando en la libertad, en cómo crear una obra de arte, un edificio maravilloso... Era una sociedad que estaba descubriendo la libertad. La nuestra piensa que ya está todo ganado. Aparte, hay una dependencia muy grande en España y en todas partes de la cultura como prolongación de la política. Por mi experiencia como responsable en temas de gestión cultural del Estado, los poderes públicos tienen que dejar en libertad a los artistas y al público. No hay nada peor que orientar o exigir un determinado planteamiento ideológico o artístico. Sin libertad no hay cultura. Si el artista no es valiente, si se acomoda al ambiente, a las masas, pues al final no va a hacer nada importante. Todos los grandes artistas han sido valientes.
—Al respecto del Mundial de fútbol, ha surgido un debate sobre si hay pueblos que moralmente están capacitados para dar lecciones a otros. ¿Todas las culturas son igual de respetables?
—No se debe dar nunca lecciones a nadie, pero no todas las culturas han producido una misma idea de libertad, ni una misma idea de derechos humanos, ni de respeto a la mujer. En nombre de peculiaridades culturales, no se puede admitir la sumisión de la mujer. Otra cosa es que también Europa tenga sus pecados que la hacen vulnerable a un discurso crítico. Pero objetivamente hablando, es mejor la libertad que la tiranía. Y la civilización occidental ha avanzado más en el terreno de la libertad que otras. Se debe ofrecer como modelo y ayuda, aunque, eso sí, no se debe imponer la libertad. La frase más terrible de la historia de las ideas políticas es aquella de Rousseau que decía que el que «está en contra de la voluntad general está equivocado y, por tanto, hay que obligarle a ser libre». Somos las sociedades menos injustas de la historia. Es difícil que la condición humana pueda alcanzar una sociedad perfecta.