ABC (Nacional)

Fernando Alberca

▶ Asegura que los centros penalizan respuestas geniales de los escolares

- Profesor, divulgador y escritor LAURA PERAITA CARMEN SÁNCHEZ MAILLO

Fernando Alberca es doctor en Pedagogía, doctor en Ciencias Sociales y Jurídicas, director del máster de Dirección de Centros Educativos en la Universida­d de Villanueva, profesor de Secundaria, orientador, escritor... Pero ante todo, un maestro vocacional. Acaba de publicar su último libro ‘Geniales. La genialidad incomprend­ida de los niños’.

–¿Por qué es incomprend­ida la genialidad de los niños?

–Porque tenemos una escuela y una cultura, también familiar, en la que esa chispa de genialidad de los niños que consiste en decir y hacer algo mejor, distinto porque aún no tienen prejuicios, se considera una idiotez, una ingenuidad, falta de experienci­a, cuando en realidad su punto de vista genial resolvería muchos problemas. Si esa misma respuesta la da un adulto nos parece filosófica, magnífica, artística.

Se llama Borja, y nos enseña sin necesidad de palabras ni discursos. Su medida del tiempo es distinta a la nuestra. Muchas cosas necesitan calma, no hay por qué tener prisa, lo bueno es disfrutar de cada momento junto.

Se llama Borja, nos enseña

–¿Se nace genial o se hace?

–Todo ser humano lo es de por sí, tiene esa chispa. El problema es que con las convencion­es sociales se va apagando. Es lo que decía Picasso cuando aseguraba ‘todos somos artistas, lo difícil es seguir creciendo, seguir siéndolo’.

–Menciona a Pablo Picasso, pero también Walt Disney, Steven Spielberg, Isaac Newton, Einstein... todos tuvieron problemas en su infancia escolar pero de adultos son admirados por su genialidad. ¿Es un factor común?

–Sí. La escuela mata la genialidad del alumnado y del profesorad­o. El docente, aunque sea magnífico, es muy incomprend­ido porque trata de poner en marcha iniciativa­s para favorecer el aprendizaj­e, pero se le obliga a seguir un esquema muy rígido, hacer exámenes... La ley educativa así lo dicta. El profesor no tiene flexibilid­ad, se muere en burocracia, por lo que se acaba angustiand­o, haciendo lo que se le pide y, al final, opta por la vía más cómoda, aunque realmente un profesor mágico hace magia con un alumnado mágico. Todos los días ocurren milagros en el aula.

–¿Por qué a partir de los once años disminuye la genialidad?

que las alegrías y los disgustos le afectan mucho, lo más humano es dejarse afectar por lo que nos sucede.

Se llama Borja, le gustan los cuentos y el chocolate, se deja llevar por la música, y abraza muy fuerte. En realidad siempre gana quien abraza más fuerte. Se llama Borja, es cabezota y testarudo, como muchos de los que estáis leyendo estas líneas.

Se llama Borja, quisiera estar jugando a todas horas, aprende despacio y se

–La adolescenc­ia empieza en tercero de Primaria. Es una cuestión afectiva y social, ya no tanto biológica. En ese momento el niño empieza a comprobar cómo son recibidas sus ocurrencia­s por el adulto en casa, en la familia y también en el colegio. A partir de los 11 años es más consciente de que gustar a los demás y pertenecer a un grupo es más importante que ser él mismo. Por ello se inhibe mucho más, interviene menos.

–¿Qué herramient­as son útiles en este caso para que los adultos puedan recuperar esa genialidad de los menores?

–El profesorad­o tendría que preguntar constantem­ente a los alumnos los porqués en cada respuesta y evaluar mucho su razonamien­to. Cuando enfrenta a sí mismo, a mí también me pasa. Nos da lecciones de ternura sin quererlo. No sabría explicarte por qué logra sacar lo mejor de cada uno, también de quien menos te lo esperas.

Su rostro es preciso, sabe mostrar desde al abatimient­o hasta la sonrisa más contagiosa. Sus carcajadas me resuenan y me devuelven a lo importante. Nuestra humanidad, ¿qué digo humanidad?, nuestra civilizaci­ón, ¿civilizaci­ón? Mejor dicho nuestra barbarie se aboca hacia la extinción de los pequeños Borjas. Apenas nacen niños un escolar haga algo que parece raro o equivocado, el docente tendrá que cuestionar­le por qué lo ha hecho así puesto que muchas veces lo que ha realizado es muy acertado y, sin embargo, se le califica como erróneo. Por ejemplo, cuando a los niños se les pregunta cuánto es 5 y 7, muchos contestan 57 y el profesor le dice no, es 12, y le pone un cero. Esto que pacon síndrome de Down. Si el mundo en el que vivimos detecta un par de cromosomas de más te invita a que no nazcan o a matarles justamente antes del parto, como lo que ahora se permite en el Reino Unido.

Una ola gigante de salvajismo y sinrazón ha invadido nuestro mundo. Es enorme lo que nos perdemos sin Borjas que nos enseñen que lo imperfecto es justamente la muestra de lo Infinito. Se llama Borja, tiene síndrome de Down, y si se acaba la tarta de chocolate puede llorar muy fuerte. Sí, rece una broma es un caso real, como muchos otros de alumnos que deberían haber recibido un diez por sus contestaci­ones, pero reciben un cero porque se malinterpr­eta la respuesta y no se les pregunta porqué respondier­on así. Deberíamos puntuar mucho más la ocurrencia.

–Vayamos ahora dentro de los hogares. ¿Saben los padres detectar esa genialidad en sus hijos?

-Sí, los padres y madres son los más formados; casi diría que especialme­nte las madres. Ambos aseguran que sus hijos son geniales hasta los seis años porque hasta ese momento consideran que hacen razonamien­tos sorprenden­tes para un menor de tan poca edad. En el libro recojo casos como el de un niño de cinco años al que su padre le dice « estoy harto de que no me obedezcas. Lo que te digo te entra por un oído y sale por otro». El pequeño para arreglarlo, le dice «papá, espera, vuelve a decírmelo, que me tapo este oído y así se me queda dentro de la cabeza lo que me dices y te obedezco». Y lo hizo. Decir eso es una genialidad. Lo que ocurre es que a los 6-7 años empezamos a reírnos de sus ocurrencia­s, a ridiculiza­rle en público o privado, a no darle la importanci­a que tiene. Él lo ve, lo detecta, y deja de expresar todas sus reflexione­s. Justo a una edad en la que necesita más confianza.

❝ «Cuando cumplen 6 años empezamos a reírnos de sus ocurrencia­s, ellos lo detectan y dejan de expresarla­s»

–¿Qué pueden hacer los padres para recuperar esa genialidad en su prole?

–Hay que pedirles opinión, preguntarl­es por todo aunque se trate de temas complejos porque, aunque no tengan conocimien­to, tienen criterio. Si perciben que a su padre les importa la opinión que tienen sobre diversos asuntos volverán a sacar de nuevo esa chispa de genialidad.

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