ABC (Nacional)

Una querella muy azulgrana

- SALVADOR SOSTRES

La querella presentada por Estrada Fernández ha obligado a la Fiscalía a concluir precipitad­amente su investigac­ión sobre el caso Negreira. Los policías no podrán interrogar a más testigos ni profundiza­r en los documentos que obran en su poder. El juez Joaquín Aguirre, del juzgado número 1 de Barcelona, que por su alta carga de trabajo no destaca por su celeridad, se hará cargo del asunto.

Tres son las ventajas que obtiene de golpe el Barça con esta querella teórica y exclusivam­ente motivada para defender las buena prácticas en el fútbol: la primera es que el caso se queda en Barcelona, la segunda es que las partes tendrán acceso a las pesquisas –Fiscalía podía obrar sin ataduras ni dar explicacio­nes–, y la tercera es que el club gana tiempo, por la tremenda lentitud de los juzgados. Bajo el aparente ataque de una querella el Barça consigue un terreno de juego mucho más propicio.

Los presuntos pagos de la primera presidenci­a de Laporta y de Sandro Rosell han prescrito, y el único presidente penalmente afectado es Josep Maria Bartomeu, que en una entrevista de Sergi Font en ABC adujo en su defensa haberle «cortado el grifo» a Negreira, lo que técnicamen­te es cierto, pero también cínicament­e, porque sólo lo hizo cuando cesó como vicepresid­ente de los árbitros.

El F. C. Barcelona será acusado por Fiscalía como persona jurídica, pero aunque los pagos de Laporta en su anterior etapa como presidente hayan prescrito, si Bartomeu y el Barça son condenados, el club podría verse condenado no sólo a una multa económica sino al cese temporal y parcial de su actividad, como por ejemplo estar un año sin competir en Europa.

Lo oportuna que al Barcelona le resulta la querella de Estrada ha disparado todas las sospechas. Cuesta creer que algo tan favorable a los intereses del club sea fruto de la casualidad, o de la simple voluntad del exárbitro, aunque no hay pruebas que sugieran lo contrario. Una vez más, lo que sucede alrededor del Barça no tiene una explicació­n clara pero tiene unos beneficiar­ios muy concretos. Siempre como si fuera algo imprevisto y ese punto de victimismo que al principio era un sentimient­o sincero y luego se descubrió el potencial que tenía como negocio. Nunca hay un rastro fácil de seguir, pero al final el ratoncillo siempre logra escapar, en el último suspiro, de la trampa.

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