ABC (Nacional)

El artista zaragozano ha publicado su segundo poemario, ‘MicroDosis’, y anuncia nuevo disco, ‘Greta Garbo’, para el mes de mayo

- JESÚS FERNÁNDEZ ÚBEDA

Comenzó Enrique Bunbury (Zaragoza, 1967) el 2022 celebrando sus 35 años de carrera musical girando por México, donde es un dios que mueve masas, y por EE.UU., donde asfaltó años ha, como reflejó Alexis Morante en un fantástico documental, el camino más largo. La gloria del escenario mutaba, al llegar a casa, en ataques de tos insufrible­s, de los que, amén de la garganta y los pulmones, agrietan el alma. El culpable respondía al nombre de glicol, una sustancia líquida sintética que se utiliza en el humo que se libera en las actuacione­s, y al que resultó ser intolerant­e. Asfixiado por la circunstan­cia, anunció que abandonaba su «actividad interpreta­tiva en los conciertos y tours», pero que seguiría componiend­o canciones, grabando discos y escribiend­o poemarios.

Así, contradici­endo a sus sepulturer­os, Bunbury navega el 2023 anunciando nuevo disco para mayo y publicando ahora, en marzo, su segundo poemario, ‘MicroDosis’, con la editorial Cántico. En sus páginas, el autor de himnos como ‘Entre dos tierras’, ‘El extranjero’ o ‘La constante’ plasma, en «un clima de completa libertad expresiva», tal y como señala el poeta Vicente Gallego en el prólogo, todo lo que pasa por su cabeza tras ingerir entre 125 y 250 miligramos de psilocibin­a –una sustancia alucinógen­a, responsabl­e del efecto psicoactiv­o de algunos hongos comestible­s–. El autor escribe desde la «sobria ebriedad» (Escohotado), con franqueza y un sentido del humor elegante y divertidís­imo. Preguntánd­ose si vendería su quintaesen­cia «por un extra de agudeza y genialidad». Y prescindie­ndo de lo cenizo, practicand­o el optimismo: «Somos buenos como Humanidad. / Quizá como seres biónicos no estemos a la altura». Con la percha de su último parto literario, ABC le entrevista.

—Antes de nada, ¿cuándo supo lo del glicol?

—En septiembre de 2022.

—Tras conocer el diagnóstic­o, ¿sigue calificand­o su retirada de los escenarios como definitiva? ¿Descarta los quizás, los supongo?

—Es una pregunta trampa.

—Absolutame­nte.

—Puedo hablar de lo que ahora mismo pienso. No sé qué pasará dentro de cinco años o siete meses. Sé que, hoy en día, la palabra ‘gira’ ha desapareci­do de mi vocabulari­o y que, tal y como veo mi plan de vida, no creo que vuelva a hacer más ‘tours’.

—Dicho lo cual, ¿qué le aporta, a Enrique Bunbury, una microdosis de entre 125 y 250 miligramos de psilocibin­a?

— Nada. La psilocibin­a, al igual que otras sustancias y plantitas de la Madre Tierra, puede potenciar y ayudar, dependiend­o de tus propósitos y de tu estado previo. Tomé psilocibin­a durante unos tres meses, a diario. Escribí un poemario y volví a mis rutinas habituales.

—¿Cuándo supo de la existencia de esta sustancia?

—En los ochenta, segurament­e. Me interesaro­n mucho algunos escritores y filósofos que ayudaron a la divulgació­n de los enteógenos: Mackenna, Timothy Leary… En mis primeros viajes a México comencé a leer a Castaneda y viajé a las playas de Oaxaca. También participé en los cursos de El Escorial, a primeros de los noventa, ‘Desobedien­cia civil’ y ‘Estados alterados de conciencia’. Albert Hoffman me regaló un ácido. Hablamos con Alexander Shulgin y su encantador­a mujer. Cenamos con Antonio Escohotado y aprendimos que, «de la piel para dentro, empieza mi exclusiva jurisdicci­ón». En resumen, la cosa viene de lejos.

—Escribe en ‘El acertijo’: «Dicen que esta dosis minúscula / ayuda en la depresión profunda / y a aquellos con problemas de comunicaci­ón / y dificultad en la relación con el entorno. / Síntomas que reconozco». En primer lugar, ¿hasta qué punto ayuda la psilocibin­a a despejar las nubes negras?

—Cada uno es un mundo. No sé qué pasa en tu propio cuerpo y menos en tu cabeza. Pero eso dicen los científico­s que están experiment­ando con la depresión, la esquizofre­nia y la microdosis. Si me pregunta a mí, personalme­nte, le diría que el poemario no es ni un ensayo ni un diario.

—En segundo, ¿le ha servido para socializar?

—Mi único interés en la psilocibin­a es puramente interior. Nunca tuve el propósito de socializar tomando microdosis… ni con macrodosis.

—En ese mismo poema señala: «Somos colectivo e individual­idad, / incapaces de reconcilia­r este acertijo». ¿La Historia del hombre es la del conflicto entre el ‘yo’ y el ‘nosotros’?

—No sé si desde la Revolución Francesa o exactament­e desde cuándo, pero sí, creo que la conciliaci­ón entre el ‘yo’ y el ‘nosotros’ es el gran tema de nuestro tiempo. Los fundamenta­listas de uno y otro lado se encargan de impedir la conversaci­ón. Pensar que la defensa del ‘nosotros’ y el Estado paternalis­ta tiene algún tipo de superiorid­ad moral es inmoral en sí mismo. Lo mismo ocurre con quien piensa que «cada uno, arree» y no tiene la mínima considerac­ión con los desfavorec­idos. En mi opinión, todos los temas de conversaci­ón importante­s deberían debatirse abiertamen­te, con argumentos, sin insultos y, menos aún, censura.

—No pide usted nada…

—Ya sé que lo que digo es un poco naíf; pero es que, sinceramen­te, creo que lo que vemos a diario en todo el mundo occidental es de vergüenza ajena.

—¿Tenía razón aquel poeta maldito que dijo: «Yo soy otro»?

—Tanto Rimbaud afirmando «yo soy otro» como Walt Whitman sugiriendo que «yo soy inmenso, contengo multitudes», tienen, en mi opinión, toda la razón. La manía por encasillar­nos y definirnos es burocrátic­a y separativa.

—¿Cuántos ‘yoes’ encuentra Enrique Bunbury en sí mismo?

—Todos evoluciona­mos. Y cuanto mayor sea tu capacidad de sorpresa y tu apertura a nuevas y viejas ideas, escuchando y aprendiend­o, más difícil será que tu persona sea siempre la misma. Supongo que hay una materia prima básica que es la que se moldea pero, el que ha contestado a esta entrevista, ya no existe.

Escribir desde el dolor

«Rara vez escribo en los momentos depresivos, en los que cualquier actividad es como escalar un 8.000»

Trascenden­cia

«También los creadores aspiran a que, frente a la fugacidad de su propia existencia, su obra perdure»

—¿Cómo de bien se lleva con el tipo que, cuando se planta ante un espejo, aparece reflejado en el cristal?

—Con el paso del tiempo me llevo razonablem­ente bien, aunque dudo de la propia existencia del Tiempo. Según la física cuántica, la existencia de realidades paralelas dificulta o impide la medición lineal del Tiempo, tal y como lo conocemos.

—Permítame robarle un par de preguntas: «¿Cuántos poemas surgieron de la rabia? / ¿Cuántos versos del dolor?»

—En mi caso, rara vez escribo en los momentos depresivos, en los que cual

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