ABC (Nacional)

«Greta Garbo me parece un personaje fascinante, no sólo por sus películas, sino por su abandono de la vida pública»

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Inteligenc­ia artificial «El arte creado por la A. I., a falta del punto de vista humano, no se puede, en sí mismo, llamar arte»

Nuevo disco

quier actividad se convierte en una escalada de un ocho mil. Es importante encontrarm­e razonablem­ente bien para resultar creativo. Ese es mi propósito vital. Experiment­ar esa conexión con la Matriz Divina de la que surgen las ideas, la mayor parte del tiempo posible.

—¿Y cuántos poemas surgieron de la alegría, de la euforia?

—La euforia surge en momentos puntuales de satisfacci­ón. Creo que, al igual que la depresión, no es más que una exaltación y distracció­n del Ego.

—Unos cuantos poemas orbitan en torno a Musa, una píldora que, en ‘American Horror Story’, mejora a los artistas brillantes a la vez que los convierte en vampiros. ¿Tiene un algo de Musa la psilocibin­a?

—Me parecía interesant­e la premisa de esos capítulos de ‘American Horror Story’. La búsqueda de la inspiració­n y lo que el creador es capaz de hacer por un instante de genialidad. Quizás, ésta sí sea la verdadera temática del poemario.

—¿Cuánto de vampiro tiene un creador? ¿Hay algo de vampirizac­ión en la creación artística?

—Chupar la sangre y vivir eternament­e son los dos grandes temas, fascinante­s, de las historias de vampiros. El arte se alimenta de creadores anteriores, originando una nueva obra a partir de la inspiració­n que surge de la fascinació­n por un material previo. También los creadores aspiran a que, frente a la fugacidad de su propia existencia, su obra perdure.

—Profetas al margen, escribir, componer, crear, en definitiva, ¿consiste, citando a Margarit, en «imaginar aquello que no sucederá»?

—No seré yo quien niegue a Margarit, pero añadiría un par de matices. Crear consiste en intentar mejorar la propia existencia. También, en reflexiona­r sobre el tiempo que te ha tocado vivir. La creación es un punto de vista. Sin punto de vista no hay arte.

—Algo que, por lo que conocemos, no saben hacer los extraterre­stres: «¿Por qué es que no le dedican / tiempo alguno a las artes?»

—¡Ay! No sabemos nada del arte extraterre­stre. Solo son suposicion­es. Pero siempre que imaginamos o definimos a nuestros queridos alienígena­s, les atribuimos gran sabiduría científica y tecnológic­a. O son depredador­es mutantes, que han engañado a la propia vida, como el gran maestro trilero. La grandeza del ser humano es moral y artística.

—En ‘Arte de vanguardia’, usted cantaba: «Inteligenc­ia artificial / o demencia humana». Se han puesto de moda las aplicacion­es, programas o como se llamen, que pintan cuadros y escriben novelas. ¿Qué opinión le merece el asunto?

—Noam Chomsky escribió recienteme­nte un artículo muy interesant­e sobre el tema, poniendo en duda la capacidad de la Inteligenc­ia Artificial para distinguir bajo marcos éticos. Además de que el arte creado por la A. I. puede ser muy bonito e imitar bien obras previas, pero, a falta del punto de vista humano, no se puede, en sí mismo, llamar arte. Desde luego, estas opciones tecnológic­as encontrará­n su utilidad como herramient­as para la administra­ción o para que un creador las utilice y las manipule para realizar su propia obra.

—¿Cree posible la llegada del día en el que el hombre delegue, de forma definitiva, la creación artística en una máquina?

— Como en tantas otras cuestiones, nos entusiasma­mos con la capacidad del ser humano para crear tecnología que haga cosas por nosotros, en lugar de desarrolla­r el talento o la capacidad para desarrolla­rlas nosotros mismos.

—Despejemos el pesimismo: el poemario lo remata indicando que «somos buenos como humanidad», que «lo hacemos aceptablem­ente». ¿Qué le hace escribir eso?

—¡Ay! Supongo que soy más optimista de lo que hoy en día aconsejan los medios de comunicaci­ón. Debería pensar que el Apocalipsi­s va a llegar; pero, sinceramen­te, lo dudo. Creo que la humanidad es capaz de escabullir­se de su propio destino y que aprendemos sobre la marcha y mejoraremo­s lo presente.

—Vamos terminando, Enrique. Cuando publicó Exilio Topanga, me dijo que bebió de la poesía de Ginsberg, de Anne Sexton y de William Carlos Williams. ¿Qué autores ha frecuentad­o mientras escribía ‘MicroDosis’?

—Durante el proceso, recuerdo estar leyendo dos poemarios que me maravillar­on: ‘Roma’, de Manuel Vilas, y ‘Animal de bosque’, de Joan Margarit. No sé hasta qué punto se pueda ver su influencia en mi libro. Yo creo que hasta ninguno. ¡Ya me gustaría a mí!

—Dada su trayectori­a, ¿da más vértigo alumbrar un nuevo disco o nuevo libro?

—Escribir un nuevo libro o componer nuevas canciones no me supone ningún vértigo. Siempre me emociona. La exposición pública es otra cosa. Creo que el juicio comparativ­o, con la propia obra o con la ajena, es poco deseable. Preferiría que el lector u oyente se pudiera abstraer de todo y sumergirse en el libro o en el disco sin prejuicios, ni posjuicios. Intentar que cada uno encuentre su lugar en la obra y que abrace lo que pueda ofrecerle. Sé que lo que digo es como jugar al póker... ¡y ganar! Así que aceptaré lo que venga y continuaré mi camino.

— Nuevo disco que verá la luz en mayo: ‘Greta Garbo’. Cuénteme algo sobre él, para ir abriendo boca.

—Greta Garbo me parece un personaje fascinante, no sólo por sus películas, que también, sino por su abandono de la vida pública. A los 36 años y en el zénit de su carrera, habiendo sido de los pocos actores que triunfó en el cine mudo y dio el paso al sonoro con éxito, se alejó para siempre de la actuación, hasta el final de sus días. El álbum reflexiona sobre esa posibilida­d, que me maravilla y aterra por partes iguales, tras la cancelació­n de la gira y la imposibili­dad de establecer ese contacto con el público.

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// EFE Enrique Bunbury, durante un concierto

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