ABC (Nacional)

«Estoy cansada de que tengamos que ser la mejor trabajador­a, la mejor amiga, la mejor amante...»

- ANA I. MARTÍNEZ

En ‘ La crianza imperfecta’ (Brugera), Paola Roig, psicóloga perinatal, hace un repaso sincero, claro, certero e incluso duro pero tan realista como necesario sobre lo que implica criar. «Qué fácil es la teoría», escribe. Porque la realidad es otra.

«La maternidad –dice– supone un continuo reajuste entre lo que queremos y lo que podemos ser y hacer... Es difícil a veces entender que ‘ no siempre lo que quiero es lo que puedo’». Bajar la exigencia y la culpa es fundamenta­l en la crianza. «No somos perfectas», recuerda Roig.

–Qué bonita es la maternidad, pero al mismo tiempo hace tanto daño...

–El sistema es hostil y precario y hay que conciencia­rse que no depende de una misma. Esto es ya liberador. Una vez dado este primer paso, toca plantearse qué es lo que tú puedes hacer para no vivir con tanto sufrimient­o. Por ejemplo, pedir ayuda, tejer comunidad, quedar con otras madres y compartir aspectos de la crianza, etc. Hay opciones, lo que pasa es que vamos tan aceleradas que se nos olvida.

–‘ Yo sí renuncio’ es el epílogo del libro. Cuánto cuesta renunciar, ¿no?

–Aquí está el tema. Cuando hablo de no hostilizar­nos a nosotras mismas voy por ahí. El epílogo se llama así porque estoy cansada de que tengamos que ser la mejor trabajador­a, la mejor amiga, la mejor amante, la mejor madre... Hay que aceptar que ‘soy limitada, no llego a todo’ y hay renuncias. Pero no solo en la maternidad, sino en la vida en general. Aceptar la renuncia e integrarla suena mal al inicio pero es tan liberador decir ‘ yo, a la madre perfecta, renuncio’, ‘yo, a llegar a todo, renuncio’ y acepto que tengo límites y que llego hasta donde puedo.

–Quien juzga la crianza... ¿es un atrevido? ¿Un ignorante? Porque hasta que no lo vives, no sabes lo que es.

–Creo que hay dos cosas. Por un lado, vivimos en un momento en el que todo el mundo se atreve a opinar de todo, ya no sólo de la crianza. Por tanto, primero requiere que nosotras nos lo dejemos de tomar todo tan personal. Se nos exige mucho, estamos inseguras, no sentimos más que culpa... cualquier juicio de fuera nos viene a tocar todo este dolor. Y luego creo que nos aventuramo­s tanto a juzgar a las madres porque la crianza y la maternidad han quedado tan relegadas al hogar que hasta que no lo traspasas no te das cuenta de lo que es.

–¿Qué pueden hacer las madres para que esa culpa que siempre les acompaña puedan alejarla de sus vidas?

–Lo primero es bajar la exigencia porque esta y la culpa, para mí, van de la mano. Y también es importante diferencia­r entre lo que quiero y lo que puedo. Abrazarse a una misma es fundamenta­l en vez de estar siempre con el látigo fustigándo­se. Hay que aceptar, analizar y reparar con nuestras criaturas, que esto se nos olvida mucho. No somos perfectas. –Habla también en el libro de tomar decisiones estando informadas pero, al mismo tiempo, vivimos en un exceso de informació­n que también afecta.

–La informació­n te hace libre si sabes cómo usarla. Todas no tenemos por qué hacer BLW o colecho. La maternidad consciente trata de hacer aquello que te haga sentir cómoda, aquello que tú necesitas. Cuanto más rígidas seamos con nosotras mismas, peor para nosotras pero también para las criaturas porque perdemos el foco de la crianza. Lo digo mucho en libro: es el vínculo, esa relación especial entre madre y bebé lo que le hace crecer y desarrolla­rse.

–¿Qué se esconde detrás de esas rabietas que tienen los hijos y de los gritos que dan las madres a veces?

–Las rabietas de los hijos forman parte de su desarrollo: necesitan reivindica­rse como una persona distinta y lo hacen a través de la oposición. Tras los gritos de las madres se esconde todo: ‘ llevo desde las 08.00 horas en el trabajo, he puesto cinco lavadoras, mi pareja ni se da cuenta de que hay ropa por doblar y la cocina está sin recoger’. Ninguna madre quiere gritar a sus hijos. Pero cuando éramos pequeños, si gritábamos, nos caía una colleja y ahora de golpe queremos no gritar nada. Igual no se puede cambiar esto de golpe. Y no pasa nada. Pero puedes reparar, pedir perdón a tu criatura y decirle que ese grito tenía más que ver contigo. Hacer las cosas así es ya revolucion­ario.

–Es muy bonito lo que habla en el libro de las abuelas.... –No tiene sentido darle a tu madre la lista con las 30 normas que estableces con tu bebé en tu casa y que debe seguir cuando te lo cuida. Si ese día come golosinas... ¿qué más da? Hablamos mucho de tribu, de la necesidad de hacer comunidad, de ayudarnos... pero ‘con mi madre’ o ‘con mi suegra’ no. Volvemos a esa exigencia y a esa hostilidad hacia nosotras mismas. Vamos a ponerlo fácil.

❝ Una imagen irreal

–¿Por qué nos cuesta tanto pedir ayuda?

–Porque nos hemos creído que lo podemos hacer solas.

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