ABC (Nacional)

Risto Mejide: «Tengo un ego que no me puedo permitir»

▶ El presentado­r publica ‘Dieciséis notas’, una novela sobre cómo Bach rehizo su vida en diecisiete meses

- BRUNO PARDO PORTO

Risto Mejide (Barcelona, 1974) ha escrito un libro sobre Johann Sebastian Bach. ¿Qué? Una novela. ¿Quién? Risto, sí. ¿Cuándo? Los últimos tres años. ¿Cómo? Sentado. ¿Por qué? Bueno, para eso está esta entrevista, que empieza por ahí y acaba en otro sitio, como todas las entrevista­s.

«¿Bach? Me ha flipado toda mi vida. Llevo desde los catorce años tocando el piano, me ha acompañado siempre. De hecho, tengo dos Steinway. Uno blanco y uno negro. Uno aquí y otro en Barcelona. Hay gente que hace meditación, yo toco el piano. Y en cuanto empiezas a tocar el piano, uno de los primeros autores que te encuentras es Bach», dice Risto, con gafas de ver y ‘ Dieciséis notas’ (Grijalbo) sobre la mesa. Ya, pero… ¿y qué más? «Para mí, Bach era un tío aburrido. Alguien que se había dedicado a componer y punto. Pero eso cambió hace tres años. Llegó a mis manos una biografía de Bach en la que vi que en 1720 murió su primera esposa, y que al cabo de diecisiete meses apareció felizmente casado con una mujer a la que doblaba prácticame­nte la edad. Ella tenía diecinueve años cuando se conocieron. Apenas hay documentos que nos permitan saber qué pasó entre medias. Era un buen argumento para una novela».

—¿Hasta qué punto esta novela es un espejo de su historia?

—¿Hasta qué punto las películas de Almodóvar son reflejo de su historia y de lo que ha vivido en la noche madrileña? La historia de Bach está llena de agujeros. No sabemos qué pasó en determinad­os momentos. Y uno los rellena con las cosas que sabe o que ha vivido.

—Pero esta historia no la ha elegido por casualidad.

—El libro reivindica dos cosas. Uno, el papel de Anna Magdalena Bach en la vida del genio, que fue mucho más que el de una musa. Y dos, la ingente cantidad de señalamien­tos y la deleznable discrimina­ción que sufren las parejas con diferencia de edad. Esos dos mensajes están soterrados por toda la novela, son los que me han empujado a escribir la historia.

—¿Sigue siendo un tabú hoy la diferencia de edad en el amor?

—Es tabú hasta el punto de que ni siquiera existe un término para describirl­o. O sea, si tú discrimina­s a una persona por su raza, eres un racista. Si discrimina­s a una persona por amar a alguien del mismo sexo, eres un homófobo. Si discrimina­s a una pareja por su diferencia de edad, ¿qué eres? No tienes nombre. No existe la denominaci­ón de ese tipo de discrimina­ción.

En este punto, Risto cita al CIS, que es una forma de confirmar que venía a hablar de esto, además de su libro. «En España, y estos son datos del CIS, hay del orden de dos millones de personas que tienen una relación con alguien de más de diez años de diferencia. Con esos dos millones de personas montas la ciudad más importante del país después de Madrid. Y nadie habla de esto. Y son personas que además son discrimina­das, son señaladas, reciben burlas».

—Nada más anunciar el libro, empezaron las críticas. Decían que no estaba capacitado para hablar de Bach.

—Yo no sabía que para hablar de un músico había que ser músico. Si fuera así, para hablar de un asesinato habría que ser asesino… Yo no sabía que Santiago Posteguill­o antes de ponerse a escribir tenía que haber sido gladiador. Es que me parece tan absurdo. Esa gente lo que debería hacer es cogerse el libro y leérselo. Las críticas de libros sin habérselo leído se desautoriz­an por sí mismas.

—¿Y cómo lleva esa presión?

—A mí eso me da igual: es publicidad. La gente ya sabe que no voy corto de ego. Ya sé que tengo un ego que no me puedo permitir, pero creo honestamen­te que el libro merece la pena. Es el proyecto más importante de mi vida.

—¿Es más difícil escribir que hacer televisión?

—Este es el proyecto profesiona­l más

complicado al que me he enfrentado en mi vida. Más que cualquier programa de televisión. Más que cualquier campaña de publicidad. Este libro me ha cambiado la vida antes de ser publicado. Me despertaba a las cinco de la mañana porque de repente me acordaba de algo que quería escribir. Me he pasado tres años siendo esclavo de este libro.

—¿No es lo contrario la literatura que la televisión? La literatura exige silencio y soledad, no ruido y un equipo grande.

—No, simplement­e necesitas a más gente para hacer televisión, pero al final se trata de contar historias. Cuando yo entrevisto a alguien en ‘Chester’, también busco que cuenten una historia. No lo veo tan distante, tan dispar.

—Si tuviera a Bach en el sillón de ‘Chester’, ¿qué le gustaría preguntarl­e?

—Si fue Anna Magdalena Bach la que compuso ‘El clave bien temperado’, el ‘Preludio en do mayor’. Hay un ‘paper’ publicado por Martin Jarvis en 2011 que dice que la letra de esa obra es de Anna Magdalena... Ella es una figura increíble. Con diecinueve años ya era una mujer independie­nte, cobraba lo mismo que Bach. Era una de las mejores sopranos de Europa. No necesitaba casarse con nadie. Y menos con un viudo con cuatro hijos. Pero se enamoró. Contra viento y marea, contra todo lo que le habían enseñado en casa, se enamoró de Bach.

—¿Solo necesitamo­s diecisiete meses para rehacernos?

—Supongo que depende de cada persona. Lo que está claro es que Bach fue capaz en diecisiete meses de pasar del luto a una boda.

—No está mal. ¿Y hay que estar enamorado para escribir sobre el amor? ¿O se escribe mejor desde el desamor?

—Da igual. Tienes que haber sentido amor. Tienes que saber de lo que hablas, eso sí. Pero da igual el momento vital en el que estés.

—Cita en el libro a Simone de Beauvoir: «Las personas felices no tienen historia». ¿Lo cree así?

—Absolutame­nte. No hay nada más coñazo a la hora de narrar una historia que el fuimos felices. La vida feliz no le interesa a nadie [ríe]. Se levantaba por la mañana, era feliz con su pareja, hasta que... Y ahí empieza la historia.

—Por cierto, ¿tiene recuerdo de la primera vez que escuchó a Bach?

«Este libro denuncia la ingente cantidad y la deleznable discrimina­ción que sufren las parejas con diferencia de edad»

—Fue por la radio, en Radio Clásica. Era ‘Tocata y fuga en re menor’, que es una obra muy conocida. Escuché eso y pensaba que era rock progresivo. Pensaba: ahora va a entrar una batería aquí o algo.

—¿Por qué cree que la música clásica es ajena al gran público?

«La primera vez que escuché a Bach pensé que era rock progresivo. Pensé: ahora va a entrar una batería aquí o algo»

—Porque se llama clásica. Y lo digo en serio. Ahora hablo como publicista ya: el mayor error de la música clásica es llamarse clásica. La música no es ni clásica ni moderna. La música es música.

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// ISABEL B. PERMUY Risto Mejide, retratado antes de la conversaci­ón con ABC

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