«Los adolescentes tienen que entender que los padres no son sus amigos» José Antonio Luengo
Psicólogo y decano del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid ▶ El experto recuerda a las familias que hay que entender también que el paso a la adolescencia «es muy delicado»
Hay que hacer algo, y de manera urgente, con los jóvenes. No todo lo que les pasa es culpa de ellos porque están en la llamada edad del pavo. «Los adultos deberíamos pensar de una vez sobre el mundo que dejamos a los pies de nuestros niños, niñas y adolescentes para que crezcan y construyan su identidad», escribe José Antonio Luengo, psicólogo y decano del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid en su libro ‘ El dolor adolescente’ (Plataforma Actual).
Luengo trabaja también en la Unidad de convivencia y contra el Acoso Escolar de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. Recibe llamadas o cartas desgarradoras.
—Dice en el libro que «no miramos bien a los adolescentes». ¿Cómo les vemos?
—Lo primero que quiero decir a los padres y madres es que les comprendo en la dificultad de educar porque bastante difícil lo tenemos. Cuando hablo de la mirada me refiero a que tenemos que hacer un esfuerzo para entender que el paso de la infancia a la preadolescencia y adolescencia es muy delicado y complicado. Entraña riesgos y dificultades porque cambia tanto el cuerpo como la mente en muy poco tiempo. Tenemos que ser muy pacientes y muy sensibles con estos cambios.
—¿Eso se traduce en que hay que darles todo?
—Hay que seguir diciendo ‘no’, hay que marcar normas, rutinas o disciplinas. Lo que tenemos que hacer es ponernos en su lugar. En muchas ocasiones, están peleados con el mundo porque no se reconocen a sí mismos entre tanto cambio. Mirémosles mejor a la cara, digámosles que estamos con ellos, que sabemos que se van a equivocar y que vamos a entrar en colisión a veces. Seamos también un buen ejemplo para ellos y sobre todo hagámosles entender que nuestra responsabilidad es buscar un equilibrio en sus vidas. Tienen que entender que no somos sus amigos, que somos sus padres o sus madres, pero que les miramos con ternura incluso cuando se equivocan.
—¿Qué percepción tienen los jóvenes del suicidio?
—Hay que decir que la mayor parte de los jóvenes están bien y van a estarlo. Pero hay otros que entran en un bucle de gestión psicológica y emocional que nos alerta. Por lo que me cuentan, la mayoría de las autolesiones no son suicidas, sino que tienen más un componente ansiolítico de rebajar la ansiedad.
—¿Llegan a normalizar estos comportamientos?
—Sí. En este sentido, hay una cosa muy importante: el proceso de identificación. Es decir, el hecho de que nuestros hijos se identifican con nosotros porque somos buenos modelos. Por tanto, si generamos adecuados contextos de relación y de confianza, en los momentos malos, nos hablarán y nos pedirán ayuda y con ésta llegará la solución.
—Cuando recibe la llamada de que un menor ha intentado quitarse la vida en el centro escolar... ¿Cómo lo afronta?
—Con dolor. Lo importante es acompañar y dirigir, ayudar a encontrar una dirección correcta a las personas que se han visto impactadas por algo así. Probablemente es una de las cosas más dramáticas que puede haber. En estos casos, es vital que todos saquemos lecciones.
— Otro de los asuntos que analiza es que se protege a los hijos en exceso.
—Hay unos niveles de protección muy saludables, pero cuando nos pasamos, evitamos que los hijos desarrollen mecanismos de afrontamiento autónomo e independiente ante las dificultades para que sepan llevar mejor la adversidad. Y esto tiene riesgos porque la vida te enseña el malestar a la primera de cambio. Es un problema porque nuestra sociedad adora el concepto de felicidad y lo plantea como algo obligatorio.
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Un papel primordial «Los padres han de buscar el equilibrio en las vidas de sus hijos»