ABC (Nacional)

Chalamet sobrevive a Johnny Depp y a la corrección política

▶ El joven actor protagoniz­a ‘ Wonka’, una nueva película sobre el origen del popular chocolater­o

- LUCÍA CABANELAS

mitancias con la película ‘Strómboli’ de Rossellini, a De la Iglesia le comentaron que, tras un robo, los cacos se quedaron atrapados en la Puerta de la Villa. Y en una mente como la de De La Iglesia se transformó en la metáfora idónea de pueblo cerrado, que lo será en la ficción, no en la realidad.

Trabajo y alegría

Eneko Garizábal pasea por la casa mata que es, en el serial, la residencia de Montaner, la veterinari­a. «Me parece una serie muy innovadora, pero muy típica de Álex». En la Puerta de la Villa, Estela Moreno, que se conoce «las localizaci­ones» al dedillo, recrea un momento/clímax de la serie. Entrando al pueblo, el alcalde, que además es panadero, José Enrique Reque, no miente: «Esto da trabajo, alegría. Os dejo que estoy haciendo atasco. Yo, muy contento. No ves que son de prensa». Y el panadero munícipe se va alegre hasta la Puerta de la Villa. Ya en la hora de comer, hay que volver a Los Soportales. Y allí Pedro es el dueño, el anterior alcalde, y el ‘cicerone’ Arribas enseña el rodaje del anuncio de la Lotería de Navidad que se grabó en el pueblo. Se agotó el número, y eso porque hubo una expendedur­ía de quita y pon.

«No os vayáis sin conocer el castillo» y a su guarda y conservado­r. Guillermo Riquelme, que, aparte de haber sido extra, reconoce que de «doscientas personas que lo visitan cada semana, sesenta preguntan por la serie». Enseña la puerta con clavos, elemento defensivo de los pocos que quedan en Castilla. Se rememora otra vez a José Luis Cuerda, y él y Rubén Arribas regalan al alimón el título. «Pedraza, del cielo de Cuerda al infierno de Álex de la Iglesia». Y en el mismo recinto, la Fundación Zuloaga. En el lugar donde creó y recreó su Castilla.

Parece que ha pasado una eternidad desde que Timothée Chalamet despidió a Matthew McConaughe­y en ‘Interestel­lar’, pero en realidad no ha sido tanto. En una década, el actor ha crecido a lo alto y en prestigio y, aunque sigue siendo igual de imberbe, ya poco queda de aquel desconocid­o que casi debutaba a las órdenes de Christophe­r Nolan en 2014. Convertido en una de las grandes promesas de Hollywood, con un currículum en el que ya figuran Woody Allen, Wes Anderson, Adam McKay o Greta Gerwig, despide 2023 con el reto mayúsculo de hacer olvidar a Gene Wilder y Johnny Depp como la versión adolescent­e de Willy Wonka. «Me intimidaba la idea de interpreta­r a Willy Wonka porque es un personaje muy querido, pero a las cinco páginas del guion, vi lo inteligent­e que era esta versión sobre la historia de cómo Willy se convirtió en el Wonka que conocemos. La historia está justificad­a. Es pura imaginació­n», cuenta el actor sobre la película de los orígenes del chocolater­o, en cines desde ayer.

Extravagan­te chocolater­o

Su joven chocolater­o canta, baila y derrocha un sinfín de muecas que honran la personalid­ad extravagan­te del personaje que legó su famosa fábrica a Charlie Bucket; también dirige un red clandestin­a de venta de bombones en una ciudad condenada a probar solamente el cacao aburrido de un cartel del chocolate que opera desde el subsuelo de una catedral custodiada por un obispo y 500 monjes adictos al dulce manjar.

Wonka y su grupo de desarrapad­os se mueven por las alcantaril­las, montan y desmontan tenderetes itinerante­s y ordeñan a una jirafa, porque la leche de vaca es demasiado normal para elaborar unos bombones cuyo ingredient­e secretos son lágrimas de un payaso ruso que ponen a volar a quien los prueba. Su sueño no es elaborar el mejor chocolate, sino encontrar la fórmula perdida de su madre.

«‘ Wonka’ es una especie de arma de doble filo porque es desalentad­or seguir los pasos de un gran narrador como Roald Dahl, que escribió estos personajes extraordin­arios y perdurable­s. Parece fácil, pero nosotros sabemos cuánto cuesta. Lo bueno de trabajar en el universo de otra persona es que te subes a sus hombros y te permite jugar con todas sus ideas», explica el cineasta Paul King, al timón de esta adaptación inspirada en la obra del escritor tras su éxito con el oso ‘Paddington’.

En ‘ Wonka’ se mantienen los decorados dignos de la imaginació­n más desbordant­e, pero también hay una atmósfera dickensian­a que amenaza con estrangula­r el gran optimismo del que goza un Wonka con bastón y sombrero pero todavía por hacer, que comienza a dar sus primeros pasos en un mundo ambientado veinticinc­o años antes de los acontecimi­entos de ‘Charlie y la fábrica de chocolate”. En ‘ Wonka’ se mata a la gente por sobredosis de chocolate y se castiga a los soñadores que no saben leer a trabajar en la lavandería de un hostal de mala muerte. El gozoso entusiasmo de Wonka tiene trabas a la altura, con una Olivia Colman metida a villana. «Como está basada en el universo de Roald Dahl, el mundo no es un lugar amable, cálido y acogedor, pero Willy Wonka no acepta un no por respuesta y se propone cambiar las cosas, que sean como deberían ser», asegura King.

Los oompa-loompa, sin embargo, no son como los imaginó el autor de ‘Matilda’, porque la corrección política actual censura que se relacione a unos enanos que custodian el cacao en una isla imaginaria con África. Con ánimo caricature­sco, Hugh Grant, colmo del esnobismo británico, encarna aquí a uno de estos seres de baja estatura adictos al chocolate. Para que no haya lugar a equívocos, al oompa-loompa de Grant, que tiene la canción más pegadiza, lo discrimina­n sus homólogos por ser más diminuto que el resto, tiene el pelo verde y la piel naranja.

Quejas de Hugh Grant

Y mucho CGI, motivo de disgusto para alguien que enamoró a Julia Roberts de forma analógica en ‘Notting Hill’. «Ha sido miserable, horrible», dice el actor sobre el proceso para convertirs­e en un personaje que terminará siendo ayudante de Wonka, pero que aquí lo persigue por haberle robado cacao. «Llevas una especie de corona de espinas, es muy incómodo. Hice un gran alboroto al respecto. Es un proceso incomprens­ible, te ponen una especie de casco de bicicleta, tienes correas alrededor. Hay 16 cámaras diferentes en tu cara. Yo no sabía dónde estaba, lo que estaba pasando. Lo hice lo mejor que pude. Y dos meses después me dijeron: ‘¿Puedes venir y hacerlo de nuevo?’. Y dos meses más tarde, otra vez. Y así durante dos años. No podría haberlo odiado más», se queja el intérprete. «Es muy divertido hacer el tonto. Me gusta todo eso. Cantar y bailar. Bueno, debe ser divertido pero mucho de eso lo hace el animador. Todavía no sé dónde termino yo y dónde empieza el animador», bromea Grant.

Lo que cala, al final, no es el ilusorio mamotreto por el que el Wonka de Chalamet salta y trepa, sino el subtexto de una historia en la que sobre todo se sueña, porque toda gran idea empezó como un sueño. Y como toda fábula,‘ Wonka’, por supuesto, tiene moraleja: «Es una película sobre la familia y la impresión duradera que nuestras familias dejan en nosotros y el tipo de familias que formamos por el camino», sugiere King. En el mundo de Willy Wonka, el chocolate engorda solo a los malos, pero las ideas, que surgen siempre con un ‘Ah’, se subrayan, por si acaso.

«Me intimidaba la idea de interpreta­r a Willy Wonka, pero a las cinco páginas del guion, vi lo inteligent­e que era esta versión», dice Chalamet

Timothée Chalamet, protagonis­ta de ‘ Wonka’

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