El ‘aizkolari’ expiatorio
▶ En dos días ha tomado forma el ‘koldismo’, que es una fascinación y a la vez repugnancia por un personaje de proporciones colosales, andar desgarbado y gesto poco considerado. Alguien dirigido por apetitos primarios que emerge a los titulares de los fon
Febrero nos ha traído almendros en flor, agricultores con tractor sobre los céspedes de las medianas y a Koldo García, la mano derecha de Ábalos y presunto comisionista de una supuesta trama de cobro de mordidas en la compra de mascarillas durante la pandemia. En dos días ha tomado forma el ‘ koldismo’, que es una fascinación y a la vez una repugnancia por un personaje de proporciones colosales, andar desgarbado y gesto poco considerado, alguien dirigido por apetitos primarios que emerge a los titulares de los fondos de la política de mi Españita que creíamos olvidada para siempre. Hablo de un tiempo que ahora recuerdo con melancolía en el que –ay–, los políticos eran gentes más o menos moderadas de las que teníamos que proteger solamente la cartera, y no estos locos de ahora que nos van a llevar a todos a la locura, la miseria y el desastre, siempre desde posiciones bien aseadas y depuradísimos códigos éticos.
De aquella dimensión antigua se viene Koldo García al que siempre conocimos como Koldo a secas, pues a Koldo lo conocía todo el mundo. Ahora se glosa un currículum que empieza de puerta de una discoteca con efluvios de pachuli y madrugada de neones, la protección a concejales en tiempos de ETA, una concejalía en un pueblo de Navarra, la apuesta por un tal Sánchez, la asesoría del ministro de Transportes y un puesto en el consejo de Renfe.
A Koldo lo conocíamos como a un ser mitológico, un ‘ basajaun’, señor de los bosques del PSOE y poseedor de las verdades de aquel universo ciertamente ‘creepy’. Venía con ese aura gigante y contradictoria de cortador de troncos españolista, de bruto noblote, y si cerramos los ojos se aparece custodiando los avales de Pedro Sánchez, entrando en el aeropuerto por los orinocos nocturnos del sanchismo cuando lo de Delcy y presentándose diciendo que venía de parte del ‘Papa’, haciendo esto o lo otro. Cuando nos enteramos del escándalo de las presuntas comisiones en operaciones en las que participaron varios presidentes autonómicos, sus excompañeros del PSOE arquean las cejas y no se lo pueden creer, pero esa política siempre necesitó a ese tipo de hombres, pringados a los que tentaba con cebos tan antiguos como la posesión de
Koldo García, ayer, tras declarar ante el juez
no sé cuántas viviendas en Alicante. Siempre existieron los machacas de partido que hacían lo que nadie quería hacer con ese aspecto patibulario para después comerse el marrón como si todo hubiera sido cosa suya. Aquí es donde se explica perfectamente el Koldo malo al que cuelgan los marrones como al banco malo que compraba los pisos que nadie quería y se va narrando su epopeya inversa en base a supuestos ‘puticlubes’ y juergas en habitaciones de hoteles con puertas tras las que se oyen risas de mujeres y se perfilan escenas de tiempos del destape más o menos fantásticas –no lo sé, pues no estuve–, que convierten al personaje en el perfecto ‘aizkolari’ expiatorio. Todo esto lo engrasa un cierto esnobismo y anda la gente haciéndose preguntas sobre la meritocracia y el acceso a la función pública, pues no se explican cómo se puede pasar de ser cortador de troncos a consejero de Renfe. Me estoy acordando de Juan Belmonte al que preguntaron cómo un banderillero suyo había terminado de gobernador civil en Huelva y respondió: «Degenerando, degenerando». *
Meritocracia
Se preguntan ahora cómo se puede pasar de ser cortador de troncos a consejero de Renfe