ABC (Nacional)

HIJOS, BODAS Y CALABAZAS: OCHO AÑOS DE CENAS EN ‘FIRST DATES’

De Sobera a la leyenda de los actores, analizamos el éxito del programa más visto de Cuatro

- LUCÍA CABANELAS

Con ‘First dates’ puede pasar como con los ojeadores de Hollywood, que un día te paren por la calle o te escriban en redes sociales y te pregunten si quieres encontrar el amor delante de las cámaras. Casi nunca se rechaza una oportunida­d así, quizás porque al amor cuesta encontrarl­o de pie y es menos escurridiz­o si lo graban. «Es un programa de televisión y como tal cabe todo», explica Isabel Navarro, directora de casting del espacio. La hemeroteca confirma sus palabras. Por el restaurant­e de ‘First dates’ han pasado desde el bajista de Taburete a Elizabeth Duval, gente que buscaba curar la soledad y otros que ni iban a comer ni a buscar el flechazo, sino la fama. «Hay todo tipo de perfiles. La sociedad ha evoluciona­do muchísimo, es mucho más abierta. Nosotros nos adaptamos a los tiempos, buscando la representa­ción de todos los colectivos que se están generando últimament­e, maravillos­os, que nos abren a un nuevo tipo de gente, diferente», explica Navarro.

Ocho años en antena dan para mucho. En ‘First dates’ se entra –casi siempre– soltero, pero nunca se sabe cómo se sale. Si corriendo despavorid­o –haberlos, hailos–, si entonados, por la bebida o la tontería, o enamorados. Algunos, en un arranque de galantería de los de antes, pagan la cuentan pensando que tirar de cartera puede suavizar el portazo; otros ni siquiera se molestan: ¿no hay igualdad? Pues toma dos tazas. Los hay, claro, que ni se sientan, aunque las cifras no mienten: el 60% de los participan­tes acepta, al menos, un segundo encuentro. Después, Dios dirá. Las cámaras ya no están para grabarlo.

Por el programa presentado por Carlos Sobera han circulado más de 19.000 solteros y al menos el doble de rumores. Que si el ‘staff’ lleva pinganillo, que si la mayoría son actores... Se olvida la gente que la realidad casi siempre supera a la ficción, por eso no hay guión que escriba algunas de las más de 9.500 citas que se han terminado emitiendo en Cuatro. « Existe la leyenda de que traemos a actores, pero eso es porque la gente no acepta la realidad que le rodea y necesita buscar una excusa, una coartada. No se creen que haya gente así. Pues señor, señora, son así, le guste o no le guste. Esta es la España que tenemos y no es una España mala, es una España buena», reconoció Sobera en una entrevista a ABC por el anterior aniversari­o. o.

Cristian y Cristina se conocieron eron en el programa piloto de ‘First dates’, ates’, hace ya ocho años, y la primeraa impresión fue mala. Ella había pedido dido a un español, que fuera menor dee 35 años y no tuviera barba. Y le planantaro­n un argentino con todo lo conontrari­o. Aún así, el ‘antimatch’, como mo lo llama el equipo de ‘casting’, dio sus frutos: salieron de la manoo y no tardaron en casarse y tener un hijo, Romeo, al que le ponen a ve-veces la cita televisada pero de moomento, dicen, «no entiende nadaa».

Lo que empezó mal, mejoró a las horas. «El vino acompañó, a las diez de la mañana grabando o la ‘cena’...», cuentan. Él la con- quistó porque fue «un caballerit­orito», y pidió que le cambiaran el platoo porque la salsa llevaba queso y ella no lo aguanta. Terminaron con el estómago vacío pero el corazón muy lleno. Al final les invitaron a irse: «Nos sacaron la cuenta y nos dijeron: ‘Venga chicos, ya os podéis ir’», ríen. Fue la única indicación que les dieron. Eso y que fueran al baño a comentar la cita. «Fuimos nosotros mismos y ya está», sostienen. Y en su caso fue suficiente.

Por dinero

Con Raúl las cosas fueron diferentes. «Ni me arrepiento ni tampoco lo recomendar­ía. La notoriedad momentánea de gente que lo vio no me hizo ni poca ni mucha gracia, fue bastante indiferent­e», asegura. Le tocó ‘cenar’nar’ en el último turno del día, a las cinco de la tarde, y admite que «nunca» se lo creyó ni tuvo «confianza» en encontrar el amor, aunque reconoce que él, que fue en «2017 o 2018», no es «el público de ‘First dates’», le «aburre». De su cita tiene poco que decir, salvo que «no concluyó en nada fluido ni asociativo», pero sí recuerda a otros con los que coincidió y admite que había de todo. «Uno yo creo que iba por el dinerín, era poco lo que se cobraba pero era algo, y la otra sí se sintió bastante mal por el resultado y por el trato que recibió. A otras dos personas, más ‘influencer’, ‘chonis’ y tal, les encajó más el formato, se lo pasaron bien, se gustaron y segurament­e se volvieron a ver después», relata.

Con esas tiene que lidiar el equi

Cristian y Cristina se conocieron en el primer programa, se casaron y tienen un hijo, Romeo

popo ded ‘casting’, responspon­sables de filtrar y toreartor a los que persiguen el espectácul­o. «La gente que viene por hacer el ‘show’, a promociona­rse y no a enamorarse, no nos gusta. Nosotros nos lo tomamos muy en serio. Otra cosa es que aparte de venir a enamorarse, tengan una personalid­ad arrollador­a, un perfil maravillos­o y puedan hacer su ‘show’», matiza Navarro.

La única concesión de ‘First dates’, que no mentira, llega al final del programa con los hipotético­s futuros de las citas, licencias poéticas que, sin embargo, llevan mucho trabajo y esmero del equipo detrás de las cámaras. Sobera decía que era «poesía», «una forma muy bonita, alegórica, sobre el futuro inmediato que le espera». Los que lo han vivido, lo desmienten. Como Cristina, que recuerda la suya y se ríe con el desacierto: «Pusieron: ‘No volvieron a verse porque Cristina descubrió que los besos sabían a queso’. Dijeron que no iba a haber segunda cita. Querían la rima fácil y no, ya ves».

El ‘casting’, factor clave

«LA GENTE QUE VIENE PARA HACER EL ‘SHOW’, A PROMOCIONA­RSE Y NO A ENAMORARSE, NO NOS GUSTA. NOSOTROS NOS LO TOMAMOS MUY EN SERIO»

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