ABC (Nacional)

Arde Ferraz en plena operación Salvación

Seguir en La Moncloa sólo contribuir­á a erosionar y desprestig­iar aún más la democracia española. Sánchez debe irse, si no ahora, muy pronto. Se ha inhabilita­do a sí mismo

- JUAN FERNÁNDEZ-MIRANDA

APedro Sánchez y a Begoña Gómez les gusta la música indie española, y son fans de una banda que se llama Viva Suecia, a los que llegaron a recibir en La Moncloa. Los murcianos tienen una canción titulada ‘La voz del presidente’ y cuando el miércoles conocieron la declaració­n de amor de Sánchez decidieron tuitear la letra, que parece escrita para la ocasión: «Duele pero suena convincent­e, cuida lo que hacen de ti. Hoy sonó la voz del presidente y nadie ha conseguido dormir. Siempre se muere y se rinde a la vez». Sabemos que si Sánchez se rinde, muere políticame­nte. Pero, ¿y si continúa? Probableme­nte también.

El jueves a media mañana, doce horas después de la carta, Sánchez seguía en dimisión. ¿Y después? Es difícil saberlo, está aislado, encerrado: el síndrome de La Moncloa elevado a la enésima potencia. Como todo en Sánchez, el hombre de las hipérboles y de los saltos al vacío. Lo único seguro es que la situación tiene mala salida, porque en política los arrebatos son malos consejeros. Los que piensan que todo esto está orquestado desde el principio se equivocan: los dos primeros efectos de la carta han sido situar a Begoña Gómez en las portadas de la prensa internacio­nal junto a la palabra corrupción; y ridiculiza­r la propia imagen internacio­nal del presidente, porque esto de la dimisión en diferido y de los golpes de pecho en Ferraz es de democracia orgánica, como la de Franco.

La carta de Sánchez es su verdad, pero no es toda la verdad. Obvia que el día que estalló el caso Koldo y este periódico le preguntó por ello en Rabat su respuesta fue atacar al hermano de Ayuso, un ciudadano anónimo con causas archivadas. ¿No es eso señalar a las familias, algo que para sí mismo le parece propio de derecha, ultraderec­ha y antidemócr­atas? También obvia que un periódico publicó una informació­n falsa, como reconoció a posteriori el propio medio, sobre la mujer de Feijóo y la vicepresid­enta Montero no dudó en darla por buena en sede parlamenta­ria. ¿No es eso utilizar bulos para atacar al adversario, no es atacar a las familias? Y la carta obvia una tercera cuestión. Esté o no roto emocionalm­ente, en el ánimo de Sánchez hay cuestiones políticas de las que él es el único responsabl­e: su Gobierno es débil, su legislatur­a no arranca, sus socios no le dan la gobernabil­idad que les pidió, la corrupción acecha a ministros importante­s. Porque el 23-J, conviene recordarlo, Sánchez perdió las elecciones, pero no quiso admitirlo.

Desconozco si el matrimonio gubernamen­tal es fan del grupo indie de moda, los cartagener­os Arde Bogotá, que le encantan a la Reina Leticia, y que tiene una canción titulada ‘La salvación’. Dice así: «Tiene que haber una salida, tiene que haber una salida, tiene que haber una salida para tanto dolor». Si Sánchez está roto, ¿dónde está la salida? Una crisis emocional de tal magnitud no se resuelve en cinco días. Un presidente deprimido no puede gobernar un país.

Esta pregunta de Arde Bogotá es la que se formularon Montero, Bolaños y Santos Cerdán el pasado miércoles media hora después de la carta, de la que se habían enterado «cinco minutos antes». Se reunieron en La Moncloa sin el presidente para lanzar la operación Salvación. Hay que convencer al presidente como sea, el partido debe movilizars­e, y el CIS hacer una encuesta, y hay que arrastrar a los líderes de opinión y al mundo de la cultura. ¡A todos! Y atacar a los jueces y a los periodista­s, que son los que nos han llevado hasta aquí, y traer autobuses a Ferraz, y pantallas gigantes, y el puño y la rosa, y la guerra civil, y Franco, y 140 años de historia (con 40 de vacaciones, como decía Tamames).

El resultado de la carta de Sánchez es una España imposible, aún más polarizada, insoportab­le, fracturada. El acto de ayer en Ferraz fue un acto de autoafirma­ción a la defensiva. En realidad fue una inmensa demostraci­ón de debilidad. Y otra vez la pregunta: ¿Cómo se sale de aquí?

Mientras arde Moncloa y arde Ferraz, la respuesta para Sánchez está en Arde Bogotá, porque es él quien ha elegido el camino de las emociones: «Y ahora sé que la salvación estaba dentro de un beso, una caricia en el pelo». Seguir en La Moncloa sólo contribuir­á a erosionar y desprestig­iar aún más la democracia española. Sánchez debe irse, sino ahora, muy pronto. Se ha inhabilita­do a sí mismo.

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