«No importa que el niño pase hambre en Madrid o Gaza. Es el mismo escándalo»
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Es difícil presentar al escocés Magnus MacFarlane-Barrow con pocas palabras. En su entorno, hablan de él con una ecuación: cero egolatría, cien por cien humildad. Trajeado para la entrevista, viene de arremangarse en la zona más catastrófica del mundo en estos momentos –Tigray, en Etiopía–, donde el fango del hambre, la guerra, la sequía y la pobreza lo empapa todo. Y se emociona al recordar a los niños que están muriendo de inanición frente a los voluntarios de su organización benéfica, Mary’s Meals (‘Las comidas de María’).
El Princesa de Asturias de la Concordia 2023 se cruzó con Bosnia. En plena guerra de los Balcanes, allí dirigió su primer jeep con ayuda humanitaria, conoció a su mujer, Julie, enfermera –«conducía camiones mejor que yo», bromea en un respiro de la conversación– y regresó 23 veces durante permisos de trabajo para entregar bienes de primera necesidad. Iba para piscicultor en su Argyll natal, pero su destino era otro.
En Malawi, en 2002, conoció a Emma, una mujer que moría de sida. Magnus preguntó a Edward, su primogénito, qué esperaba de la vida: «Tener suficiente para comer e ir al colegio algún día», contestó. Mary’s Meals ha conseguido desde entonces que 2,4 millones de ‘Edwards’ tengan un cuenco de comida y ganas de aprender. Quedan otros 60 millones, repite su fundador varias veces.
—Leemos que fue nombrado una de las cien personas más influyentes por ‘Forbes’ y es uno de los ‘héroes’ elegidos por la CNN. ¿Se siente un héroe?
—La mayoría de héroes no son conocidos. Uno de los grandes privilegios de hacer este trabajo es que paso mucho tiempo en lugares que se ven poco en los medios. Acabo de volver de Etiopía. Allí hay una monja increíble, una hermana que se llama Mary, acaba de perder a 13 miembros de su familia y sigue pidiendo por los necesitados. Ella es una heroína y conozco, como ella, a muchos.
— Mary’s Meals nace con una idea: una comida diaria producida por las comunidades locales y llevada a los colegios próximos. ¿Realmente combatir el hambre es tan sencillo?
—Sí. Nuestro trabajo es muy sencillo, pero los contextos donde estamos trabajando son muy complejos. Nos enfocamos en que no hay nada más importante, cuando hablamos de desarrollo, que asegurarnos de que comen.
—Simplificando para quien no conozca Mary’s Meals, ¿sería algo así como un plato de lentejas es una lección de Matemáticas aprendida?
—Hay 60 millones de niños que no van al colegio por hambre, están pidiendo limosna, trabajando y haciendo lo que pueden para comer. Un número similar –otros 60 millones– sí van al colegio pero no tienen nada que comer allí. No pueden concentrarse, ni aprender. Lo que aporta Mary’s Meals es muchos niños que van a clase por primera vez y facilita que se queden ahí todo el día, porque cuando un niño tiene hambre se va antes a casa. Bien alimentados es más probable que los niños tengan menos enfermedades. Esto tan sencillo que hacemos tiene muchos beneficios para el rendimiento académico.
—Agricultura local ergo escolarización local. ¿Puede haber mejor sinergia?
—Esa es la parte clave de nuestro trabajo. Cuando compramos la comida local, vemos cosas increíbles. Estimulando la agricultura local, pagando un precio justo, podemos ayudar a los agricultores a invertir y crear una economía sostenible. Le pongo un ejemplo: en Kenia encontramos a unas agricultoras increíbles. Formaban parte de una cooperativa. Tenían solamente 17 dólares para invertir en su negocio y empezaron a comprar semillas, fertilizantes... Acordamos con ellas que suministrarían comida a cuatro colegios. Hoy alimentan a 400. Tienen 60 empleados. Mary’s Meals confió en ellas, no tenían un historial financiero, pero les dio una garantía para comprar y producir.
—¿Cómo alguien que no llega a fin de mes puede donar a causas como ésta?
—Hay muchas maneras de apoyar. Una es quien comparte un poco de lo que tiene. De promedio cada comida que da