ABC (Nacional)

La condena de ver en blanco y negro: «Creen que estoy lisiada»

▶ Con visión borrosa y en escala de grises: el mundo no está adaptado para quienes padecen acromatops­ia

- JAVIER PALOMO

«Algo está mal con tu hija». Así de contundent­e fue la pediatra con Pedro y Carmen cuando llevaron a su hija Irene a su primera revisión médica. Preocupado­s y confundido­s, salieron de la consulta con una cita para el neurólogo, donde, tras varios meses de espera y un TAC de por medio, obtuvieron la siguiente respuesta del profesiona­l: « Estoy cansado de que me manden niños a los que debería de atender la ONCE y no un médico». Pese a parecer un comentario hiriente, para los oídos de Pedro Giralda fue la pista perfecta para poner rumbo a lo que le ocurría a Irene. Finalmente, tras acudir a la sanidad privada y realizar un test genético, una oftalmólog­a dio con el diagnóstic­o: «Tu hija tiene acromatops­ia, verá toda su vida en blanco y negro».

Esta condición genética, que solo sufre una de 45.000 personas y por lo que se considera enfermedad rara, afecta a la retina del paciente, en concreto a los conos de visión, encargados de percibir los colores. Los expertos lo suelen llamar «daltonismo extremo», como explica la doctora Beatriz Fernández-Vega Sanz, porque la acromatops­ia también implica que las personas vean borroso, tengan mayor sensibilid­ad a la luz (lo que se conoce como fotofobia), padezcan de movimiento­s involuntar­ios del ojo y sufran baja agudeza visual.

Factor hereditari­o

La enfermedad es hereditari­a, normalment­e se transmite el gen alterado de madres a hijos. No es degenerati­va y aparece desde el nacimiento. Sin embargo, también existe la acromatops­ia adquirida, no asociada a factores genéticos. «Suele estar provocada por alguna enfermedad o accidente, como consecuenc­ia de la interrupci­ón en las vías neuronales entre la retina y el cerebro», apunta la doctora Fernández-Vega.

Lo más llamativo es su visión en escala de grises, pero todos los acrómatas –como se hacen llamar los que tienen esta patología ocular– consultado­s por ABC coinciden en que su enfermedad va más allá que una simple ceguera al color. Es fácil hacerse a ver el mundo en escala de grises, pero su condición genética es limi

tante en muchos otros aspectos de su día a día. La sociedad no está adaptada a ellos.

En el caso de Stefania Pesavento, como nunca ha conocido el color, ella no siente que le falte algo, ni piensa que esté «cromáticam­ente lisiada», como le han dicho. Su mayor problema reside en la fotofobia, cualquier luz la deslumbra, y por ejemplo trabajar largas jornadas en su oficina le provoca unas migrañas «increíbles». Se ve obligada a utilizar unas gafas con

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