Ai Tsunoda: «Nunca he tenido eso de ‘buah, voy a los Juegos’»
▶ A sus 21 años, la catalana es una de las grandes esperanzas del judo español en París en -70kg
Ai Tsunoda (Lérida, 2002) nació ya con el kimono puesto, como quien dice. La suya es la cuarta generación de una larga estirpe de judocas por las dos ramas de su árbol genealógico: la materna, de origen francés, y la paterna, japonesa. Ella, sin embargo, será la primera en pisar el olimpo en los Juegos de París 2024, pero aún así le rechina escuchar que es una versión mejorada de sus progenitores: «Solo pienso que se me ha dado bien», responde con humildad. Este viernes se hacía con el bronce en el Campeonato de Europa, en Zagreb (Croacia) tras ceder en semifinales ante la local Barbara Matic, actual número uno del mundo. En el combate por el tercer puesto del podio se impuso a la portuguesa Joana Crisostomo.
Dos veces campeona del mundo en la categoría júnior, consiguió su primer oro en la categoría absoluta en el Grand Slam de París hace justo un año, lo que prácticamente le sellaba el billete para los Juegos. Pese a lo extraordinario que resulta para cualquiera de los mortales clasificarse para una cita olímpica y pese a que en su cabeza hace tiempo parecía imposible, lo califica como algo «cotidiano». «Nunca he tenido eso de ‘ buah, voy a los Juegos’». Porque las medallas fueron llegando y con ellas los puntos que la sitúan ya en el octavo puesto del ranking mundial. «Fue algo progresivo y un día miré y dije: ‘Ah, pues ya estoy dentro’».
Aunque lo vive con ilusión, tiene los pies en el suelo y la cabeza en su sitio. «Nosotros siempre decimos que París es parte del camino, no es una meta. Pero es súper importante y estoy trabajando para ganar el oro. No digo: ‘vivo para ir a París’».
De Lérida a Japón
En este «nosotros» están sus padres, también excompetidores y los encargados de llevar a Tsunoda a lo más alto desde un gimnasio en Lérida que abrieron el mismo año que nació su primogénita, allá por 2002: el Dojo Lleida. ¿Por qué allí? ¿Pasaban por allí? «Pues fue un poco así», responde entre risas. «Lérida es una ciudad bonita, ni muy grande ni muy pequeña. Vivimos a unos 20 kilómetros rodeados de melocotoneros y se está muy bien», explica.
Su padre, Go Tsunoda, dejó la competición cuando salió de Japón y lleva años trabajando en el equipo técnico de federaciones internacionales. Condujo la selección inglesa de judo en los Juegos de Londres 2012 y la portuguesa en los Juegos de Río 2016. Ahora es miembro del equipo técnico de la federación rusa. Por su parte, Céline Roustant siguió compitiendo hasta hace solo una década alzándose incluso como campeona de España absoluta en 2011, y es ahora quien la entrena y el espejo en el que se mira. « Es una figura que… cuando pienso lo que hace digo: es que no puedo hacer menos que ella. Me da mucha fuerza».
Es precisamente ella la que se desplaza todos los meses a Japón, donde Ai decidió marcharse hace un año para estudiar una carrera de Artes Marciales en la Universidad de Tokai. «He ido para hacer judo. Para poder entrenar y estudiar, porque allí en Japón los entrenos se hacen en la universidad, es muy diferente a cómo funciona aquí, es más como en EE.UU. Son muy importantes los clubes de las universidades». Pese a vivir allí, nunca se ha planteado competir con Japón: «Soy española», zanja con una sonrisa perenne.
Allí su vida consiste en entrenar y estudiar. «Me levanto, estiro y desayuno. Después, estudio si hay clase, hago entrenamiento físico, estudio, hago judo ya por la tarde y luego voy a casa, como y, muy importante –recalca–, llamo a mis padres». Esto se repite día tras día y si algo falta, no es la llamada a su familia, para hablar del día y también de su deporte. « El judo es nuestra vida», asegura.
Pero no solo de ellos, también de su abuelo Makoto, que aún vive en Japón y con quien sigue compartiendo vídeos de sus combates: «Mi abuelo es una parte muy importante de mi judo», asegura. Pero antes que él, su bisabuelo también llegó a practicarlo, aunque ha sido Ai quien ha llegado a lo más alto de la competición.
Su hermano, su ‘sparring’
Ahora, a miles de kilómetros de casa y acostrumbrada a las órdenes de sus padres, sigue necesitando su exigencia. «Yo no me empujo estando sola y siempre he entrenado con ellos, nadie me conoce mejor que mis padres » . Ellos, explica, son los que le hacen salir de su zona de confort y volver a centrarse. «Mi madre viene una vez al mes. A veces voy yo a España o nos encontramos en un punto medio cuando hay alguna competición. Por ejemplo, si hemos ido a un Grand Slam en Bakú nos encontramos allí y luego cada una se vuelve para Japón y para España».
Su hermano Yu, que ahora tiene 14 años, es su ‘uke’ –sparring–, a quien se lleva a los torneos siempre que puede. «Aprovecho estos últimos meses para entrenar con él, que luego se va a poner muy grande», dice entre risas. Todo queda en familia, reconoce. «Somos una familia peculiar, hablamos mucho y hacemos todo juntos». Y lo hacen, además, en cuatro idiomas: «En casa hablamos francés de base y español, pero cuando hablamos de judo se hace en japonés», explica, y añaden algo de catalán, por lo que en muchas ocasiones las palabras que surgen de tal cóctel de lenguas son cuanto menos pintorescas.
Aunque París está ya en el calendario, su cabeza está aún en el Mundial que se celebra en mayo en Abu Dabi. Después, habrá tiempo de mirar a los Juegos, donde se estrena tras coger el testigo de María Bernabéu en la categoría de -70kg tras su retirada hace dos años. Ai ya hizo historia al convertirse en la primera española en lograr subir a lo más alto del cajón en un mundial cadete. Desde entonces no ha dejado de cosechar éxitos y quien sabe si volverá a hacer historia y romper la maldición del judo nacional con una medalla olímpica 24 años después.
Ai Tsunoda
Judoca seleccionada en -70kg
«París es parte del camino, no una meta, pero muy importante y trabajo para ganar el oro»
«Mi madre viene a Japón una vez al mes y cuando hay campeonatos quedamos allí»