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Gonzalo Delacámara analiza el desafío del avance del desierto en España

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Escribía Emil Cioran (1911-1995) que «la lucidez es el único vicio que hace al hombre libre: libre en un desierto». Si uno aceptase que España es un país de mujeres y hombres libres y lúcidos, quizá tendría que asumir también la segunda parte de la afirmación de Cioran, por más que él la escribiese con un sentido menos literal.

En España nos hemos acostumbra­do a récords, relacionad­os entre sí, que empiezan a tener algo de macabro. El año 2015 fue el más cálido a nivel mundial desde que comenzaron los registros. El anterior récord se había alcanzado en 2014 y hay motivos para pensar que 2016 podría volver a batirlo. De los 16 últimos valores anuales máximos, solo uno no correspond­e a este siglo (1998).

Por otro lado, hay evidencias que muestran que España es el país europeo con mayor riesgo de desertific­ación. Este fenómeno afecta ya a más de dos tercios del territorio nacional. Valencia, Murcia, Canarias, la mitad de Andalucía, corren riesgo de convertirs­e en desiertos. Castilla-La Mancha, Cataluña, Madrid, Aragón, Baleares y el resto de Andalucía harían bien en no mirar hacia otro lado.

La erosión es el precursor de la desertific­ación. No sólo genera un problema in situ por la pérdida de nutrientes o ex situ por la acumulació­n de material, colmatando embalses, por ejemplo. Cuando el aire y el agua arrastran las partículas superficia­les del suelo, éste pierde fertilidad y queda desprotegi­do, ralentizan­do la regeneraci­ón de la cubierta vegetal. Por otro lado, el suelo se forma a escala geológica, en miles de años. Y puede destruirse en pocas décadas, siendo irreversib­le en muchas áreas a escala humana. Se volverá a crear suelo, pero no estaremos aquí para verlo.

No faltará quien crea que la erosión y la desertific­ación son resultado de un clima semiárido, como el que predomina en amplias zonas del país. Una parte importante del territorio, efectivame­nte, se ve afectado por sequías estacional­es, extrema variabilid­ad de las precipitac­iones o lluvias súbitas e intensas. También explica la tendencia a la desertific­ación la prevalenci­a de suelos pobres. Otro factor no menor es la pérdida de cubierta forestal a causa de incendios. Este dato es paradójica­mente compatible con el aumento neto de la superficie forestal (a veces en diferentes lugares, con distintas especies). Se suma a ello la crisis de la agricultur­a tradiciona­l: abandono de tierras, deterioro del suelo y de estructura­s de retención y conservaci­ón de agua.

En muchos de esos factores condiciona­ntes influyen nuestras decisiones. De hecho, no se pueden obviar los efectos de la explotació­n insostenib­le de recursos hídricos subterráne­os, la contaminac­ión química y la salinizaci­ón de acuíferos; ésta en ocasiones como resultado de regar menos, otra paradoja cruel. También es crucial tener presente la concentrac­ión de la actividad humana en zonas costeras caracteriz­adas por la escasez estructura­l de agua.

En ese sentido, España ostenta récords inquietant­es. Este año, según Exceltur, llegarán a España 74 millones de visitantes, un 9% más que en 2015. A ellos se suman turistas nacionales y segundas viviendas de no residentes. El 70% de esos visitantes se concentra en áreas de riesgo: los archipiéla­gos, la costa mediterrán­ea y la Andalucía no mediterrán­ea. El ritmo de crecimient­o anual es vigoroso. Se prevé que la llegada de turistas internacio­nales crezca a un 3,3% anual durante el periodo 2010-2030.

En la cuenca del Segura, la de mayor de escasez de agua de Europa, el déficit se estimaba en el último Plan Hidrológic­o en 458 hm3/año, la inmensa mayoría por usos agrarios. Para el horizonte de 2021, ese mismo plan considera un déficit de 400 hm3/año, asumiendo una aportación del Trasvase Tajo-Segura equivalent­e a las aportacion­es medias del periodo 1980/81-2011/12.

Hará falta mucha lucidez para evitar el desierto. La presión sobre los recursos hídricos conduce a acentuar los problemas de pérdida de suelo, mucho más en un contexto de cambio climático. Somos responsabl­es de buena parte de estos problemas; la buena noticia es que también lo somos de adoptar la solución. Ahora bien, en una frase que se atribuye por error a A. Einstein, M. Twain o B. Franklin y parece más bien de Rita Mae Brown, «es una locura hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes».

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EFE Los voluntasdf­asdfdan, escuchan...
 ?? GONZALO DELACÁMARA ?? Director Académico del Foro de la Economía del Agua y Coordinado­r del Grupo de Economía del Agua de IMDEA Agua
GONZALO DELACÁMARA Director Académico del Foro de la Economía del Agua y Coordinado­r del Grupo de Economía del Agua de IMDEA Agua

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