Un siglo de conservación
La aprobación en diciembre de 1916 de la Ley de Parques Nacionales permitió la protección de nuestros espacios naturales, esquilmados por la Desamortización
«¿NO HAY SANTUARIOS PARA EL ARTE? ¿POR QUÉ NO HA DE HABERLOS PARA LA MADRE NATURALEZA?»
En mayo de 1916, mientras la Primera Guerra Mundial acapara las portadas de los periódicos de la época, aquí en España se presentaba una proposición de ley relativa a la creación de los Parques Nacionales. El impulsor y defensor de esta iniciativa en el Senado fue Pedro Pidal, marques de Villaviciosa de Asturias (1870-1941). «Un castillo, una torre, una muralla, un templo, un edificio, se declara Monumento Nacional para salvarlo de la destrucción. ¿Y por qué un monte, excepcionalmente pintoresco, con sus tocas de nieve, sus bosques seculares, su fauna nacional y sus valles paradisíacos, no ha de ser declarado Parque Nacional para salvarlo de la ruina?... ¿No hay santuarios para el Arte? ¿Por qué no ha de haber santuarios para la Naturaleza, para la Madre Naturaleza?», argumentaba Pidal ante sus compa- ñeros de Cámara, como consta en el diario de Sesiones de las Cortes. Dos meses más tarde se aprueba la «escueta» Ley, de tres artículos, pero de importancia trascendental. El primero para anunciar la creación de los Parques. El segundo para definirlos y el tercero que designa al ministro de Fomento para reglamentarlos de acuerdo con sus dueños. Esa Ley de Parques Nacionales, una de las primeras del mundo dedicada a esta figura de conservación, estuvo vigente hasta 1957.
El impulso de Pidal
Amante de la naturaleza como pocos en su época, en 1904 Pedro Pidal alcanza fama internacional por ser el primero en coronar la cima del Naranjo de Bulnes. Viajero infatigable está familiarizado con el tratamiento de los bosques en países de gran tradición, como Alemania, donde se inspiran los ingenieros de Montes españoles de la época. «Como dicen los alemanes, los bosques que cubren la montaña son los principales depósitos de agua del Continente. La política forestal siempre ha sido el primer capítulo de la política hidráulica», explicaba en el Senado para defender la ley de 1916. Visitó también Estados Unidos «donde tuvieron su origen los parques nacionales», en 1872, con la creación de Yellowstone.
Su petición no era algo aislado, sino canalizadora. Otras muchas voces reclamaban la necesidad de actuar en defensa de nuestros bosques, gravemente comprometidos después de la Desamortización, que favoreció un aumento de la superficie cultivada en detrimento del monte. El paso a manos privadas de millones de hectáreas de montes, que acabaron talados y roturados, supuso un inmenso daño al patrimonio natural español.
El geólogo Eduardo Hernández-Pacheco colaboró con Pidal. También fue decisivo el ingeniero de Montes Andrés Avelino Armenteras, al que Pidal cita en su discurso: «La gran verdad que expresaba elocuentemente nuestro distinguido ingeniero de montes cuando decía en el Ateneo de Madrid que la mejor garantía de la feracidad [fertilidad] del valle está en los bosques que cubren las