EL «CLIMAEXIT» DE TRUMP HACIA EL PASADO
En los días transcurridos desde que Donald Trump realizara su controvertido anuncio de abandonar el Acuerdo de París de lucha contra el cambio climático, ni un solo país ha mostrado interés en unirse a Estados Unidos en lo que muchos consideran una carrera hacia el pasado. Mientras el presidente norteamericano deshojaba la margarita, casi 40 ciudades de su país se habían comprometido ya a ser 100% renovables en 2035, incluida Pittsburgh, la ciudad del acero a cuyos votantes, y no a los de París, dijo Trump que se debía para tomar su decisión. El alcalde de Pittsburgh, Bill Peduto, decía momentos después en su cuenta de Twitter que «podía asegurar que seguiría las directrices del Acuerdo de París por nuestros ciudadanos, nuestra economía y nuestro futuro». Y es que ciudades y empresas están comprometidas con la transición hacia una economía baja en carbono, porque «las tecnologías renovables ya son competitivas por sí mismas y porque los ciudadanos demandan también calidad en el aire que respiran, en el agua que beben… todo ha cambiado», afirma Teresa Ribera, directora del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales. Algunos analistas avisan de que Trump no será capaz de revertir una caída del coste de la energía eólica y solar y que su idea de estimular la producción de carbón puede dejar al país atascado en el pasado, mientras Europa, Asia y Oriente Próximo persiguen una revolución renovable. Los líderes de los grandes emisores se han apresurado a decir que el Acuerdo de París no va a renegociarse, pero con un actor tan importante fuera de juego tendrá que ser revisado. Las próximas elecciones americanas, en noviembre de 2020, quizás reviertan la situación o, como confían muchos analistas, el mercado acabe antes por hacer que EE.UU. se reconcilie con París y el resto del mundo.