El 30% del agua que se bebe en el sureste ya es desalada
La sequía que Alicante y Murcia arrastran desde hace cuatro años es la más larga en cuatro décadas y pone en jaque a la llamada «huerta» de Europa
El embalse de la Pedrera, en Alicante, bajo mínimos uena parte de los alicantinos y murcianos beben ya un 30% de agua desalada cuando abren sus grifos, a falta de trasvases del Tajo al Segura, ya que la sequía ha dejado los dos pantanos de los que se nutre este acueducto por debajo del caudal mínimo pactado en 2013 por cuatro autonomías y el Gobierno central: 420 hectómetros cúbicos de reserva.
El suministro en los hogares está garantizado, aseguran tanto desde la Mancomunidad de Canales del Taibilla, que desde Cartagena abastece a cerca de tres millones de personas en casi un centenar de municipios en territorio murciano y alicantino, como desde la compañía Aguas de Alicante y el grupo Hidraqua. A pesar de que la sequía arrastrada durante cuatro años se ha convertido en la más larga de las últimas cuatro décadas –hubo una más extrema en 1995, pero duró solo seis meses– y de que se ha lanzado una consigna urgente a los ayun-
Btamientos para que implanten medidas de ahorro de agua, pronto podría recurrirse todavía más a la desalación, ampliando la producción en Torrevieja (la planta más grande de Europa, pero que requiere de una prometida y costosa línea eléctrica), Valdelentisco, Águilas y otras en la provincia de Alicante. Incluso se ha puesto sobre la mesa el proyecto de construir alguna más.
No obstante, poner a funcionar a toda máquina este recurso aparentemente ilimitado tampoco parece la panacea absoluta, porque el proceso genera salmueras que acaban filtrándose en el terreno y ya han dado algún susto en zonas de una riqueza natural como el Mar Menor. La escasez hace que al regar se utilice agua desalada que, aunque siempre tiene que ir mezclada con la no desalada, tiene más proporción de sal.
En este entorno paradisíaco con dos mares separados por la emblemática Manga, se proyectan humedales artificiales – uno de 180.000 metros cuadrados– y harían fal- ta conducciones e infraestructuras de bombeo de aguas salobres. Desde el año pasado se mide el grado de turbidez del agua de la que es la laguna salada más grande de Europa, un problema de algas y suciedad que se había disparado el verano anterior y se logró corregir. Aunque no se debía exclusivamente a la salmuera, sino a los nitratos procedentes de los fertilizantes que se usan en la agricultura y las altas temperaturas, esa proporción mayor de sal en el agua de riego en el Campo de Cartagena también había influido, según la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE).
En el plano económico, los regantes de Alicante, Murcia y Almería protagonizaron el pasado 7 de marzo una manifestación en Madrid porque han empezado a renunciar a plantar cosechas ante el sombrío panorama sin trasvases del Tajo desde mayo del año pasado y está en jaque la llamada por muchos «huerta de Europa». Más al norte, en la cuenca del Júcar también se aplican desde hace meses restricciones al riego, en este caso en Valencia.
El presidente de la Federación Nacional de Organizaciones de Regantes (Fenacore), Andrés del Campo, ilustra con un dato la importancia de este sector: cada hectárea de regadío en España produce como seis hectáreas de secano y con el 15% de la superficie agraria útil se genera más del 60% de los alimentos. Por eso, considera «inadmisible» optar por la otra opción de cultivar sin riego, cuando cada año existe más demanda de frutas y hortalizas.
La esperanza para los afectados está en el Pacto Nacional del Agua y el reparto de este recurso.
EL SUMINISTRO EN LOS HOGARES NO PELIGRA, PERO SÍ EL REGADÍO