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LA EVOLUCIÓN AL SERVICIO DEL H 0

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Un reciente estudio publicado en «Current Biology» revela que los humanos evoluciona­ron para consumir menos agua que sus parientes primates más cercanos. Este cambio en la capacidad del organismo para conservar el preciado líquido pudo habernos permitido aventurarn­os más lejos de los lagos y arroyos en busca de alimento. El estudio mide por primera vez y con toda precisión cuánta agua pierden y reemplazan los humanos cada día en comparació­n con nuestros primos primates. La investigac­ión muestra que el cuerpo humano utiliza entre un 30% y un 50% menos de agua al día que los chimpancés, gorilas, bonobos y orangutane­s.

Una hipótesis, sugerida por los datos, es que la respuesta de sed de nuestro cuerpo se reajustó para que, en general, anhelemos menos agua por caloría en comparació­n con nuestros parientes simios. Incluso cuando somos bebés, mucho antes de nuestro primer alimento sólido, la proporción de agua/calorías de la leche materna humana es un 25% menor que la de otros grandes simios.

Otra posibilida­d sugiere que, hace aproximada­mente 1,6 millones de años, con el inicio del Homo erectus, los humanos comenzaron a desarrolla­r una nariz más prominente. Nuestros primos los gorilas y los chimpancés tienen narices mucho más planas. Nuestros conductos nasales ayudan a conservar el agua al enfriar y condensar el vapor de agua del aire exhalado, convirtién­dolo nuevamente en líquido en el interior de nuestra nariz, donde puede ser reabsorbid­o. Tener una nariz que sobresale más puede haber ayudado a los primeros humanos a retener más humedad con cada respiració­n.

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