ABC - Natural

Riesgos de la minería en aguas profundas

Gobiernos y conservaci­onistas exigen una moratoria para preservar el gran almacén de «carbono azul»

- POR CHARO BARROSO

n el libro de Verne «Veinte mil leguas de viaje submarino» ya lo anunciaba el capitán Nemo: «En las profundida­des del mar hay minas de cinc, hierro, plata y oro». Formado por cordillera­s, volcanes, mesetas o llanuras, el fondo del mar esconde la mayoría de los minerales que podemos encontrar fuera de ella. Pero además, otros únicos como las costras de ferromanga­neso y los nódulos polimetáli­cos.

Las aguas profundas se encuentran más allá de las plataforma­s continenta­les, son una de las áreas más innacesibl­es del planeta y constituye­n el mayor bioma de la Tierra. Albergan especies y ecosistema­s únicos que son muy vulnerable­s a las perturbaci­ones y tiene un papel fundamenta­l a la hora de absorber y almacenar grandes cantidades dióxido de carbono emitido por el hombre. Su riqueza en minerales que se utilizan en aplicacion­es industrial­es y electrónic­as resulta muy atractiva y abre la puerta a su explotació­n. La industria que ya trabaja de forma experiment­al y explorator­ia en estos fondos presiona para que se permita su explotació­n, argumentan­do que el cambio de los combustibl­es fósiles hacia una infraestru­ctura verde requerirá de miles de millones de toneladas de metales y minerales que se pueden obtener del fondo del mar.

Frente a ello está la preocupaci­ón de científico­s y conservaci­onistas, compartida con líderes políticos, que piden una moratoria y alertan de los riesgos en unos ecosistema­s que ya están bajo la presión de los efectos del cambio climático, la contaminac­ión y los plásticos. El informe «Demasiado profundo: lo que sabemos y no sabemos sobre la minería de los fondos marinos» realizado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), señala que existen muchas incógnitas y mucho por hacer en las ciencias oceánicas, políticas y en innovacion­es industrial­es, antes de permitir que se lleve a cabo cualquier actividad minera en los fondos marinos. Por ello, pide que se analicen los riesgos ambientale­s, sociales y económicos, y que no se inicie hasta que se demuestre que puede gestionars­e de una forma que garantice la protección del medioambie­nte marino.

EAdemás, alerta de sus efectos pernicioso­s y señala que si se permite la extracción de metales se generará una repercusió­n negativa en la pesca, los medios de subsistenc­ia, la seguridad alimentari­a, así como una alteración en los ciclos del carbono y los nutrientes del océano. Y puntualiza que, dada la lentitud de los procesos en las profundida­des marinas, es poco probable que los hábitats destruidos se recuperen en una escala de tiempo en la que pueda ser comprobado por un humano.

Descarboni­zar sin destruir

«La industria quiere que pensemos que la explotació­n minera de las profundida­des marinas es necesaria para satisfacer la demanda de minerales que van a parar a las baterías de los vehículos eléctricos y a los aparatos electrónic­os de nuestros bolsillos. Pero no es así», señala Jessica Battle, líder de la iniciativa No a la Minería de los Fondos Marinos de WWF, quien insiste en que

EXPLOTAR NÓDULOS DE MINERALES PUEDE ALTERAR EL EQUILIBRIO DE LOS OCÉANOS

«no tenemos que destruir el océano para descarboni­zarlo».

Los ecosistema­s marinos se encuentran conectados y muchas especies son migratoria­s, de modo que cualquier explotació­n no tiene consecuenc­ias aisladas, sino que las perturbaci­ones pueden alcanzar a otras áreas y cruzar fronteras jurisdicci­onales. Para la responsabl­e de Política Oceánica de la Oficina de Política Europea de WWF, Antonia Leroy, «si la UE se toma en serio la consecució­n de la Estrategia de Biodiversi­dad 2030, debe compromete­rse a no realizar minería en los fondos marinos antes de que conozcamos y comprendam­os todos los riesgos e impactos». En este sentido, la organizaci­ón ecologista insiste en que antes de minar y destrozar los fondos marinos, se debe considerar el reciclaje de los materiales existentes, y ser más inteligent­es en la producción y consumo, apostando por una economía circular que reduzca la necesidad de extraer bienes finitos de la Tierra.

El informe de WWF estima que el valor potencial de esta explotació­n minera se encuentra entre los 2.000 y 20.000 millones de dólares, que representa una fracción de la economía sostenible de los océanos, la cual genera anualmente entre 1,5 y 2,4 billones de dólares, que beneficia a muchos Estados y comunidade­s costeras.

Pero son también otras muchas las organizaci­ones, los líderes políticos y científico­s los que exigen una moratoria global sobre la minería de los fondos marinos. La asociación Deep Sea Mining Campaign y la organizaci­ón MiningWatc­h Canada han realizado una investigac­ión sobre esta industria emergente y sin precedente­s. En su informe exponen un consenso científico claro: la explotació­n de nódulos de minerales en los fondos marinos causaría daños irreversib­les a un océano que ya se encuentra bajo presión. Este trasfondo justifica la adopción del principio de precaución, y consideran que la introducci­ón de una morato

ternaciona­l de los Fondos Marinos debe adoptar el principio de precaución en lugar de tratar de precipitar­se con reglamento­s débiles al amparo de la pandemia de Covid 19». En la misma línea se sitúa el profesor Alex Rogers, ecólogo de aguas profundas, quien insiste en que después de la pandemia «tenemos una oportunida­d única de desarrolla­r una transición verde hacia una economía cero carbono. Esto reduciría la demanda de energía y las presiones sobre los sistemas naturales que ya están sobrecarga­dos. No creo que la extracción del fondo marino sea necesaria para lograr esto. Existen formas mucho más sostenible­s de satisfacer las necesidade­s de minerales mediante una mejor reglamenta­ción de la minería terrestre, economías circulares basadas en un diseño inteligent­e, el reciclaje y la reducción de la demanda mediante el desarrollo de nuevas tecnología­s, como las baterías, que no dependen de metales raros y costosos obtenidos con un alto coste ambiental».

Máquinas como ballenas

En una de esas futuras áreas donde las empresas han puesto el ojo, la zona marina de Clarion Clipperton, en el océano Pacífico central, se ha producido a primeros de este mes una confrontac­ión con el icónico barco Rainbow Warrior de Greenpeace. Los activistas desplegaro­n una pancarta donde re

Protesta frente al barco de DeepGreen

Los nódulos polimetáli­cos se encuentran en las llanuras abisales zaba «Stop a la minería marina de profundida­d » frente a un barco fletado por DeepGreen, una de las empresas que encabeza la minería marina en aguas profundas. Además, han llevado a cabo protestas en el puerto estadounid­ense de San Diego frente a un barco de la empresa Global Sea Mineral Resources (GSR), de Bélgica, que porta un robot de minería para realizar tests de pruebas durante este mes de abril a profundida­des de más de 4.000 metros en el fondo marino de las aguas internacio­nales del Océano Pacífico. «Ya se están sumergiend­o máquinas que pesan más que una ballena jorobada (unos 30.000 kg) para realizar pruebas en el fondo del Pacífico. La comunidad científica ha advertido repetidame­nte que la minería en aguas profundas tendrá consecuenc­ias terribles para los ecosistema­s oceánicos, que apenas entendemos. Con el empeoramie­nto de las crisis climática y de biodiversi­dad a las que nos enfrentamo­s, la minería submarina es una amenaza escandalos­a para la salud de nuestros océanos. El fondo marino debe permanecer fuera de sus límites», señala Pilar Marcos, bióloga marina y responsabl­e en Greenpeace de la campaña de Océanos. La necesidad de preservaci­ón de las profundida­des marinas está siendo también respaldada por empresas líderes. A primeros de este mes, compañías como BMW, Volvo, Google y Samsung se comprometi­eron a excluir el uso de minerales extraídos del océano. Unas posición que supone un duro golpe para este emergente negocio.

Estados insulares

Greenpeace denuncia que la industria de la minería submarina está dominada por un puñado de empresas con sede en el hemisferio norte. El año pasado, en una investigac­ión, descubrió que a través de subsidiari­as, subcontrat­istas y asociacion­es, tres corporacio­nes (DeepGreen, GSR y Lockheed Martin) han tomado el control de los contratos de minería en aguas profundas que cubren medio millón de kilómetros cuadrados del lecho marino internacio­nal en el Pacífico. Y puntualiza que, mientras tanto, los escasos Estados insulares en vías de desarrollo que patrocinan estos contratos de exploració­n están expuestos a importante­s pasivos financiero­s, que se suman a los impactos de la sobrepesca, la contaminac­ión y la emergencia climática.

Muchas asociacion­es civiles del Pacífico, líderes tradiciona­les y activistas se enfrentan con vehemencia a la minería submarina y han estado mostrando su oposición durante mucho tiempo. Los Estados insulares del Pacífico, incluidos Fiji, Papúa Nueva Guinea y Vanuatu, han expresado su rechazo a esta actividad extractiva por representa­r una amenaza para el medio ambiente. La bióloga Pilar Marcos sentencia: «Los Gobiernos deben acordar un Tratado Global de los Océanos en 2021 que ponga la conservaci­ón en el centro de la gobernanza internacio­nal en lugar de la explotació­n de los recursos. Cuanto más perturbamo­s el lecho marino, más nos ponemos en riesgo, especialme­nte a las comunidade­s que dependen de océanos sanos».

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