LA DÉCADA DE LA RENATURALIZACIÓN
Si veinte años no es nada, como decía en su tango Gardel, habría que pensar si diez serán suficientes para poner remedio a la degradación que el hombre ha provocado sobre los ecosistemas. Esperemos que sí. Naciones Unidas ha dado el pistoletazo de la salida a una década que tiene el firme propósito de restaurar a gran escala las tierras degradadas o destruidas como medida de probada eficacia para luchar contra el cambio climático, mejorar la seguridad alimentaria, el suministro de agua y la biodiversidad. La degradación de los ecosistemas terrestres y marinos socava el bienestar de 3.200 millones de personas y tiene un coste cercano al 10% del PIB mundial anual en pérdida de especies y servicios ecosistémicos.
Aunque la situación de partida no es fácil y tenemos por delante todo un reto, podemos seguir teniendo guardada -como el decía el intérprete argentinouna esperanza humilde: las investigaciones demuestran que más de 2.000 millones de hectáreas de paisajes degradados en el mundo cuentan con potencial para la restauración. Y para ello, nada como la apuesta por Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN) combinadas con todo tipo de intervenciones y potenciadas por la tecnología. El rewilding, entendido como la renaturalización de zonas abandonadas para impulsar economías locales basadas en la natureza es otra de las grandes bazas. O, por qué no, apostar por poblados formados por brigadas de teletrabajadores conservacionistas, que defiende Benigno Varillas, biógrafo de Félix Rodríguez de la Fuente.
Una renaturalización unida a lo que se conoce como Biolítico: un cambio de paradigma entroncado con el Paleolítico, cuando los animales domésticos y el hombre eran seres libres, nómadas, integrados en el fenómeno evolutivo de la vida. Eso sí, ahora con toda la tecnología necesaria para conservar y enseñar estos espacios al mundo. «Volver» a ecosistemas sanos y en equilibrio, no marchitos, donde siga siendo «todo un soplo la vida».