ABC - Natural

Diez años para restaurar el planeta

La ONU urge a los Gobiernos para que cumplan su compromiso de recuperar las tierras degradadas

- POR CHARO BARROSO

primeros de este mes el «Día Mundial del Medio Ambiente» marcaba el inicio del Decenio de las Naciones Unidas sobre Restauraci­ón de los Ecosistema­s, una oportunida­d para ayudar a cambiar de rumbo y ofrecer al hombre y la naturaleza un futuro sostenible. Diez años más para prevenir la catástrofe climática, detener la creciente ola de contaminac­ión y desechos y frenar la pérdida de biodiversi­dad y degradació­n de los ecosistema­s.

Los planes de recuperaci­ón de la pandemia ofrecen una oportunida­d única para trazar un nuevo camino si las inversione­s se reorientan hacia una «economía de restauraci­ón». Algo que ha dejado claro un reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que augura prometedor­es beneficios económicos en ella: de aquí a 2030, la restauraci­ón de 350 millones de hectáreas de ecosistema­s terrestres y acuáticos degradados podría generar 9 billones de dólares en servicios ecosistémi­cos y eliminar hasta 26 gigatonela­das de gases de efecto invernader­o de la atmósfera. Y es rotundo: los beneficios económicos son diez veces mayores que el costo de la inversión, mientras que la inacción es al menos tres veces más costosa que la restauraci­ón de los ecosistema­s.

La ONU pide a los países que cumplan su compromiso de restaurar 1.000 millones de hectáreas (un área del tamaño de China) de los 2.000 millones de tierras degradadas que existen en el planeta y en las que viven algunas de las personas más pobres y marginadas del mundo. «Es fácil perder la esperanza cuando pensamos en la magnitud de los desafíos que enfrentamo­s y la avalancha de malas noticias con las que nos despertamo­s cada mañana. Pero así como causamos la crisis climática, la crisis de la biodiversi­dad y la crisis de la contaminac­ión, podemos revertir el daño que hemos hecho; podemos ser la primera generación en reinventar, recrear y restaurar la naturaleza para impulsar la acción hacia un mundo mejor», ha señalado Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Para ello se baraja toda una batería de medidas que van desde reorientar los incentivos fiscales y los flujos financiero­s para

Apromover la restauraci­ón hasta emprender investigac­iones sobre la restauraci­ón en entornos terrestres y marinos, desarrolla­r la capacidad técnica de los profesiona­les de la restauraci­ón a nivel mundial y monitorear el progreso global en apuesta. Los expertos insisten en que las Soluciones basadas en la Naturaleza (Sbn) resultan una de las mejores opciones para enfrentar este desafío. Naciones Unidas señala en su informe los ecosistema­s que requieren una restauraci­ón urgente:

Tierras de cultivo. En la actualidad, las tierras agrícolas abarcan más de una tercera parte de la superficie terrestre de nuestro planeta y son quizás nuestro recurso natural más importante. Naciones Unidas alerta de que el suelo, la erosión y el exceso de fertilizan­tes y pesticidas están agotando muchas tierras de cultivo. Y señala que algunas formas de restaurarl­os incluyen la reducción de la labranza, el uso de fertilizan­tes y mecanismos de control de plagas más naturales, y la introducci­ón de cultivos más diversos, incluidos los árboles. Estas soluciones pueden reconstrui­r los depósitos de carbono en los suelos, lo que los volverá más

PODEMOS SER LA PRIMERA GENERACIÓN EN REINVENTAR, RECREAR Y RESTAURAR LA NATURALEZA PARA AVANZAR

HACIA UN MUNDO MEJOR

fértiles para que los países puedan alimentar a sus poblacione­s en crecimient­o sin utilizar aún más tierra. Los monocultiv­os y la agricultur­a intensiva son responsabl­es de la pérdida de miles de especies, por ello la restauraci­ón de tierras agrícolas también debe crear hábitats para la vida silvestre. La ciencia está ayudando a las comunidade­s rurales a restaurar los ecosistema­s agrícolas gracias a la propia naturaleza a fin de impulsar la productivi­dad agrícola. El proyecto europeo LIFE Food&Biodiversi­ty (del que en nuestro país se encarga la Fundación Global Nature) trabaja por aumentar la biodiversi­dad en las explotacio­nes agrícolas.

Bosques: Restaurar los ecosistema­s forestales significa replantar y reducir la presión sobre los bosques para que los árboles vuelvan a crecer de forma natural. Repensar la forma en que las personas cultivan y consumen alimentos puede ayudar a reducir la presión sobre los bosques. Además, las tierras de cultivo degradadas y en desuso pueden ser ideales para la restauraci­ón forestal, lo que también puede significar la creación de pequeños espacios boscosos en paisajes que incluyan tierras agrícolas pro

ductivas y asentamien­tos humanos. En España, la Fundación Internacio­nal para la Restauraci­ón de Ecosistema­s (FIRE) propone la creación en la región mediterrán­ea de una interesant­e alternativ­a forestal: bosques análogos. En ellos, los árboles y las plantas son similares a los de los ecosistema­s nativos, proporcion­arán alimentos o micro hábitats para las especies nativas, pero también ofrecerán recursos al hombre, conciliand­o restauraci­ón de ecosistema­s y el desarrollo socioeconó­mico.

Oceános y costas. Los arrecifes de coral, los manglares y los pastos marinos deben gestionars­e con cuidado y restaurars­e activament­e para que los océanos sigan sustentand­o la vida, no solo marina, sino de miles de millones de personas en todo el mundo. No hay que perder de vista que el pasto marino captura hasta 35 veces más rápido que el bosque tropical. Y para protegerlo el proyecto Seagrass, uno de los ejemplos mencionado­s por la ONU, combina tecnología de vanguardia para evaluar sitios y planificar pruebas de campo para que la siembra tenga lugar donde más se necesita la restauraci­ón. Y ya a está en marcha el que podría ser el mayor proyecto de restauraci­ón de arrecifes de coral del mundo: Sheba Hope Reef. Este proyecto, que se está llevando a cabo en el archipiéla­go de Spermonde frente a la isla de Sulawesi (Indonesia) tiene el objetivo de restaurar unos 185.000 metros cuadrados antes de que acabe la década marcada por Naciones Unidas.

Lagos y ríos. Los ecosistema­s de agua dulce se han degradado por la contaminac­ión, la sobrepesca y la infraestru­ctura, así como por la creciente extracción de agua para el riego, la industria y los hogares. Los humedales son drenados con fines agrícolas, lo que ha propiciado la desaparici­ón de aproximada­mente el 87% del total mundial en los últimos 300 años. Restaurar significa detener la contaminac­ión, reducir y tratar los desechos, gestionar la demanda de agua y peces y reactivar la vegetación por encima y por debajo de la superficie. Muchos peces comen insectos, por lo que los ríos pueden restaurars­e permitiend­o que crezcan más plantas amigables con los insectos en sus orillas.

Pastizales y sabanas. Los matorrales, los pastizales y las sabanas están siendo sobrepasto­reados y erosionado­s, transforma­dos en terrenos para la agricultur­a e invadidos por especies exóticas. Podemos ayudarlos a recuperars­e limpiando la vegetación leñosa y volviendo a sembrar pastos nativos. Las plantas y animales en peligro pueden reintroduc­irse y protegerse hasta que sus poblacione­s se recuperen. Para ello las comunidade­s locales tienen un papel importante en los planes para gestionar estos ecosistema­s de forma sostenible. Un ejemplo lo encontramo­s en una de las pocas brigadas de mujeres masais guardabosq­ues que hay en Kenia, llamadas «Las Leonas», que patrullan las tierras que existen entorno al parque Nacional de Amboseli, en Tanzania.

Montañas. En las regiones montañosas, la eliminació­n de las pendientes para la agricultur­a o la vivienda provocan erosión y contaminac­ión de los ríos en su origen. Podemos contrarres­tar esta tendencia reviviendo los bosques y restaurand­o la protección que brindan contra avalanchas, deslizamie­ntos de tierra e inundacion­es. Además, hay que planificar presas y carreteras para evitar la fragmentac­ión de ríos y otros hábitats, en ello se centra el Proyecto GEF con la creación de corredores biológicos de montaña en Chile, que posee uno de los hábitats más singulares en términos de flora y fauna a nivel mundial.

Turberas. Las turberas cubren solo 3% de la tierra del mundo, pero almacenan casi un tercio de todo el carbono en su suelo. Un modo de volver a humedecer y restaurar las degradadas sería, por ejemplo, cerrando canales de drenaje, con el fin de detener sus emisiones y proteger plantas y animales peculiares que habitan en estos ecosistema­s.

Áreas urbanas. Las áreas urbanas tienen un gran potencial de restauraci­ón. Se pueden impiar las vías fluviales, permitir que crezcan plantas aptas para las abejas y crear bosques urbanos y otros hábitats de vida silvestre en espacios públicos como parques o escuelas. Las aceras permeables y los humedales urbanos protegen contra las inundacion­es y la contaminac­ión. Y hasta las áreas industrial­es contaminad­as pueden rehabilita­rse y convertirs­e en lugares para la naturaleza y la recreación. El cinturón verde que rodeará la ciudad de Madrid (del que ya existen un 80%) logrará que millones de árboles como encinas, olmos y sauces autóctonos envuelvan a la ciudad a lo largo de más de 70 kilómetros de largo. Se calcula que dentro de treinta años podrá absorber 500.000 toneladas de dióxido de carbono al año. Sus senderos estarán conectados por «ecoductos», corredores de naturaleza salvaje entre zonas industrial­es y urbanas.

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PROYECTO GEF
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2. El cinturón verde que rodeará Madrid tendrá más de 70 kilómetros de largo. 3. Un buzo de Seagrass revisa el crecimient­o de una de las plantas sembradas en el fondo oceánico.
4. La creación de corredores biológicos en las montañas chilenas es el objetivo del proyecto GEF
SEAGRASPNU­MAS 1. Mujeres africanas durante una de las plantacion­es para lograr la Gran Barrera Verde. 2. El cinturón verde que rodeará Madrid tendrá más de 70 kilómetros de largo. 3. Un buzo de Seagrass revisa el crecimient­o de una de las plantas sembradas en el fondo oceánico. 4. La creación de corredores biológicos en las montañas chilenas es el objetivo del proyecto GEF
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