Urge proteger el 30% del planeta
Las reservas de la biosfera son laboratorios naturales para avanzar en modelos de sostenibilidad y economías más verdes
nos en idéntica proporción. Si se juntan todas las reservas de la biosfera tenemos 7 millones de kilómetros cuadrados, que es la superficie de Australia y corresponde al 6,5% de la superficie terrestre, mientras el 1,5% está estrictamente protegida. El 30-10 es la visión, la estrategia y podemos alcanzarlo en diez años. Costa Rica tiene el 52% de su territorio y España el 14%.
R. M. Nos une que estamos en lo que se considera la sexta extinción masiva de especies. A diferencia de las cinco anteriores, esta vez la causante es la especie humana. Es un mal plan no arremangarse. Debemos poner medidas a la sobreexplotación de recursos, a las especies invasoras, a lo que se llama pérdida de hábitats. Y sobre todo, a la contaminación y la emergencia climática, que con la pandemia nos hemos olvidado un poco.
M. B. La biodiversidad indica el estado de calidad de vida de un territorio. Metafóricamente es igual que cuando el médico nos pide una analítica: la biodiversidad son los hematíes, el colesterol, etcétera. Esta dimen
ranza de vida. Consumimos per cápita unas 30.000 kilocalorías diarias, de las que 4.000 son para el metabolismo y 26.000 en movilidad y terciario. Este modelo es malo.
–¿Qué experiencia aporta la gestión de las reservas de la biosfera al Green Deal europeo?
– M. C.G. Lo más importante es que antes las reservas de la biosfera parecían de gente mayor y ahora hay mayor sensibilidad juvenil. En Alemania, Reino Unido y Portugal han hecho estudios que concluyen que por cada euro de inversión, el rendimiento es entre 7 y 10 euros.
R. M. La UE se debe poner las pilas para que Europa sea un territorio neutro en emisiones en 2050. Está bien ponerse metas a largo plazo y de esta envergadura. Las reservas las visualizamos como territorios de experimentación, como living labs, con las partes ambiental, social y económica para experimentar y avanzar en modelos más sostenibles bien entendidos.
M. B. Si el sector inversor no actúa no habrá cambios estratégicos en las nuevas economías que tienen que surgir. Veo que el sector energético y el de automoción enseguida se han puesto en el discurso y están actuando desde el punto de vista del márketing y del negocio. El mayor riesgo viene de las emisiones y el modelo de combustión es clave. –¿Sin justicia ambiental no puede haber justicia social? – R. M. Iniciamos una tesis doctoral sobre este tema. Si las áreas naturales protegidas son territorios que proclaman una mejor justicia social o es al revés. Juntamos por primera vez el mapa de las áreas naturales protegidas del mundo con el mapa de la justicia ambiental o Environmental Justice Atlas (EJAtlas), que lo coordina el doctor Martínez Alier. La idea es ver dónde están los principales focos de injusticia y ver qué rol juegan las áreas de protección.
M. B. La injusticia ambiental y su relación con la injusticia social es evidente e inseparable. Cuanta más degradación y desatención con el entorno y los modelos de producción, más pobreza. Los fenómenos migratorios también tienen relación y la movilidad climática la veremos intensificada.
–¿Qué éxitos de las reservas se pueden trasladar al resto de la sociedad?
– M. C.G. Ligar la posible zona protegida con el desarrollo sostenible son dos caras de la misma moneda. Fue el mensaje básico de la reunión de Río del 92. Por ejemplo, si quieres descarbonizar Menorca, la sociedad debe utilizar menos derivados fósiles y usar otras energías. Un car sharing de coches eléctricos para turistas y la población todo el año sería un cambio de conciencia.
M. B. Falta alfabetización ambiental, capacidad de entender. En conocimiento del medio natural cualquiera de nuestros abuelos sabía más que nosotros de plantas y animales, aunque no supieran ni escribir. Hay que recuperar ese conocimiento general. En España, el problema es el vaciado del mundo rural, que es clave para la sostenibilidad.