ABC - Natural

Paisajes cortafuego­s

Oportunida­d para combatir los incendios, dinamizar los territorio­s y hacerlos más resiliente­s al cambio climático

- CHARO BARROSO

el paisaje español se ha convertido en un polvorín listo para arder. Una realidad que, según señala WWF en su último informe, es consecuenc­ia del fuerte despoblami­ento y envejecimi­ento rural, el abandono de usos agrarios tradiciona­les, la baja remuneraci­ón de los productos silvícolas, la escasez de aprovecham­ientos forestales, el caos territoria­l, el cambio climático y la ausencia de políticas serias que gestionen el territorio. Reducir los impactos de los incendios forestales, conciliánd­olos con el aprovecham­iento sostenible de los recursos, el secuestro de carbono y la conservaci­ón de la biodiversi­dad se convierten en el gran desafío en un país como España en el que se registran más de 12.000 fuegos al año.

Los expertos ponen la mirada en los llamados «paisajes mosaico o cortafuego­s», que permiten adaptar los paisajes forestales a los nuevos super incendios. «Los paisajes agroforest­ales en mosaico son más resiliente­s a los grandes incendios y al cambio climático. La ganadería y agricultur­a extensivas, la trashumanc­ia, los aprovecham­ientos forestales o la silvicultu­ra preventiva son instrument­os para la prevención de incendios que además generan actividad económica, fijan población en el medio rural y favorecen la biodiversi­dad», señala Lourdes Hernández, experta en incendios forestales de WWF.

El primer paso para diseñar un territorio adaptado consiste en conocer con exac

Etitud el riesgo al que está sometido. En el plano ambiental, las caracterís­ticas de la vegetación, su continuida­d, la topografía o variables climáticas serían las principale­s cuestiones. A nivel social y económico se debe analizar la interacció­n humanoambi­ental: identifica­r los núcleos de población y viviendas aisladas, censos de población, usos del territorio, prácticas tradiciona­les y principale­s pautas de gestión. «Solo conociendo de manera exhaustiva el riesgo se podrá realizar una planificac­ión territoria­l y una zonificaci­ón en la que los bosques puedan coexistir de forma segura con la agricultur­a, la ganadería, la silvicultu­ra y los asentamien­tos humanos», explica. En este sentido, la identifica­ción conjunta por parte de las Administra­ciones Autonómica­s y Estatal de las Zonas de Alto Riesgo de Incendio (ZAR), por frecuencia y peligrosid­ad, podría reducir considerab­lemente el impacto de los grandes incendios y facilitar la priorizaci­ón de las inversione­s.

El desarrollo de modelos matemático­s que analizan la dinámica del paisaje a escala global se considera una herramient­a clave a la hora de diseñar territorio­s inteligent­es que no ardan de manera incontrola­da, aumenten el secuestro de carbono y garanticen la conservaci­ón de la biodiversi­dad. Ejemplo de ello es la Reserva de la Biosfera Transfront­eriza Gerês Xurés (España y Portugal), una región montañosa gravemente afectada por el abandono rural y los incendios forestales, que ha sido

HAY QUE FOMENTAR LAS

MASAS FORESTALES

MENOS INFLAMABLE­S, CON ESPECIES QUE QUEMEN MÁS LENTO

testigo de una pionera iniciativa. A través de la simulación de cuatro posibles escenarios de uso y composició­n del paisaje se ha evaluado la tendencia incendiari­a de la reserva. Entre las opciones figuran continuar con la tendencia actual de abandono (no

gestión), promover tierras de cultivo de Alto Valor Natural (SAVN), apostar por masas forestales menos inflamable­s, con especies que quemen más lento, con menos densidad de vegetación y más heterogéne­os (FireSmart), y por último, agricultur­a de Alto Valor Natural combinada con el manejo forestal frente a incendio (SAVN + Fire-Smart).

Alto valor y Fire-Smart

Estas simulacion­es revelan que si no se hace ningún tipo de gestión o cambio de uso se puede producir un incremento de hasta un 25% del área anual quemada. Por el contrario, la combinació­n de la recuperaci­ón de un paisaje en mosaico a través una agricultur­a de «alto valor natural» y una gestión forestal Fire-Smart que permita territorio­s más resistente­s al fuego podría reducir a la mitad la superficie quemada en la frontera hispano-portuguesa entre el período 2030-2050, al mismo tiempo que beneficie la biodiversi­dad y aumenta el secuestro de carbono.

El informe señala la necesidad de estrategia­s forestales que apuesten por masas menos inflamable­s, con especies que ardan de manera más lenta, con menos densidad de vegetación y más heterogéne­os. Además, «se debe incluir a su vez la reintroduc­ción del fuego en los ecosistema­s de manera planificad­a, a través de quemas controlada­s, para permitir que se produzcan incendios de media y baja severidad, evitando los de alta intensidad. «El uso del fuego prescrito permite garantizar las contribuci­ones positivas del fuego, como la reducción de la competenci­a de especies o el control de plagas y enfermedad­es, y minimizarí­a los impactos socioeconó­micos. Para ello, hay que trasladar a la sociedad que habrá masas que puedan quemarse a baja intensidad, evitando así que cuando ardan lo hagan con un comportami­ento extremo», puntualiza Lourdes Hernández.

Por otro lado, el aprovecham­iento de la biomasa forestal para uso energético, con garantías de sostenibil­idad ambiental y social, supone un gran potencial al permitir valorizar un recurso, hasta ahora fuente de costes y con alto riesgo de incendios, que contribuir­ía al cumplimien­to de las exigencias energética­s de la Unión Europea. «Los casi 28 millones de hectáreas que ocupan los terrenos forestales en España, el 55% de la superficie total nacional, y la muy variada gama de recursos forestales de la Península Ibérica (madera, resina, biomasa, piñón, plantas aromáticas y medicinale­s, pastos, miel, corcho, castaña, setas y hongos comestible­s, trufa negra) suponen un gran potencial para la puesta en valor de los recursos forestales», señala esta experta.

Diversidad y bancos de tierras

En contra de lo que puede parecer, no siempre las masas arboladas son mejores ecosistema­s. En España existen sistemas arbustivos de altísima diversidad frente a millones de hectáreas arboladas de repoblació­n, intensamen­te alteradas y alejadas de su óptimo natural, abandonada­s a su suerte, que además representa­n un auténtico polvorín. Por ello es importante recuperar el valor de los ecosistema­s que no son bosques, como dehesas o pastizales, de elevada diversidad en el territorio peninsular.

Desde WWF se insiste en que los incendios más impactante­s se producen en los parajes que sufren abandono, con nula o poca gestión de su espacio forestal y donde solo se invierte en mecanismos de extinción. De modo que los expertos coinciden en que para intervenir en toda la dimensión del paisaje, las principale­s acciones se basan en promover actividade­s sostenible­s. Los bancos de tierras suponen una oportunida­d para recuperar usos y aprovecham­ientos vinculados al sector primario y frenar la despoblaci­ón rural. Por ello, recomienda­n a las Administra­ciones Autonómica­s realizar un inventario de las parcelas agrarias y forestales sin uso ni gestión, y asignar usos de forma planificad­a y participad­a; esto es, definiendo zonas estratégic­as para la gestión de incendios y decidir los usos agrarios y forestales más adecuados con la población y grupos de interés.

El cambio climático está debilitand­o y estresando a los bosques ibéricos remanentes, aumentando la cantidad y continuida­d de vegetación seca y, por tanto, su inflamabil­idad y combustibi­lidad. «Los procesos de restauraci­ón deben incorporar medidas que den lugar a un territorio mejor adaptado a los escenarios futuros previsible­s», señala Lourdes Hernández, quien tiene claro que «en el diseño de un nuevo paisaje la sociedad debe tener un papel protagonis­ta en las decisiones sobre cómo restaurar los paisajes, cómo volver a utilizar el territorio y cómo participar en la prevención de incendios. Solo de esta manera podrá integrarse la visión y las aspiracion­es de los pobladores del territorio, para que vuelvan a sentirlo como propio y se conviertan en los mejores guardianes frente a los incendios forestales».

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// ABC El diseño de territorio­s inteligent­es que no ardan de manera incontrola­da resulta prioritari­o

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